Breverías
380
Percibo
tu intento;
recibo
tu aliento;
desplazo
tu duda;
te abrazo
desnuda.
381
Dolorida
te presiento,
y al momento
del amor,
se te olvida
la dolencia,
consecuencia
del temor.
382
Si imperceptible
y a mi manera,
un apacible
beso te diera,
comprenderías
por su dulzura
cómo estos días
mi amor perdura.
383
Pescador de perlas
en el mar profundo,
a tu propio mundo
quisiera ofrecerlas.
Abreme la puerta,
que llego cansado
de haber arrastrado
mi vida desierta.
384
En tí se halla el remedio
del alma soñadora,
que gime en esta hora
de soledad y tedio.
Tiéndeme la mirada,
tiene, mujer, la mano;
no lo hagas como a hermano,
mas como enamorada.
385
Hay una rosa lozana
y hay otra rosa marchita;
mi roja rosa lejana
solloza cada mañana,
y la amarilla dormita.
386
Vivo en perenne vigilancia
de tu carácter vulnerable:
Mi oferta es firme y perdurable,
aunque enterrada en la distancia.
387
La noche es lenta, y es gris el día,
porque tan sólo tengo tu ausencia;
si tú vinieras, yo te daría
la rosa abierta de mi existencia.
388
Lejos estás, y cómo quiero verte;
parece que me acerco, y no te veo;
intento acariciarte, poseerte,
manos vacías, íntimo deseo.
389
Me he encontrado con las lágrimas amargas
de tus noches de temores y recelos,
y no sabes que mis noches son tan largas,
con idéntica tristeza y desconsuelos.
390
Cómo llueven en mí tus sospechas de amante,
y tu inseguridad me azota y zarandea.
¿No ves que vivo en tí, que no soy visitante,
que eres todo mi plan, no tan sólo una idea?
391
Si te abrazara el aire, si la lluvia lo hiciera,
si la luz, si la nube, si la sombra, si el fuego,
no sería un abrazo tan total como fuera
mi abrazo por tí mudo, y por tí sordo y ciego.
392
Desnudo de palabras, pero vestido de acciones,
te hablaré con mis manos ininterrumpidamente;
y si tu piel me escucha, no quiero que te abandones
a un soliloquio mío, pues te deseo elocuente.
393
Cortando las alambradas, y saltando las trincheras,
tomándote por asalto, tu cuerpo invadir podría;
mas prefiero que te rindas, abriéndome las fronteras,
y penetraré tu espacio, haciendo tu tierra mía.
Sonetos
168 - Despedida
Quise dejar mis lágrimas dormidas,
despertando sonrisas jubilosas,
pero se amotinaron temblorosas
las que intenté guardarme reprimidas.
¡Oh la tristeza de las despedidas,
y sus incertidumbres recelosas;
y ese enjambre de inquietas mariposas
volando en el estómago escondidas.
Si partir es morir en cierto modo,
en mí parece que se ha muerto todo,
y cubren las tinieblas mi interior.
Sólo tendré la luz a tu regreso,
cuando me resucites con un beso,
recobrando mis labios tu sabor.
Nueva York, 30 de marzo de 1999
169 - Ven de verdad
Hoy, al llamar el sol a mi ventana,
no abrí los ojos para no perderte;
pues aunque en mi soñar puedo tenerte,
te vas de mí al nacer de la mañana.
Ciégueme el rayo de la luz temprana
que sobre el rostro sus fulgores vierte,
e impida que de nuevo me despierte,
manteniendo tu imagen más cercana.
Si entre las brumas del dormir me llamas,
y al decirte mi amor, tu amor proclamas,
¿por qué te ausentas al amanecer?
Y ¿por qué entrar en mí como una idea?
Ven de verdad para que te posea,
y no vuelvas a desaparecer.
Madrid, 2 de abril de 1999
170 - Anciana
Quien hoy te ve, mujer, envejecida
con estériles surcos en la cara
y el paso vacilante, no repara
en la mujer dentro de tí escondida.
Aún vive en tí la niña sorprendida,
de ágiles pies, ruidosa en la algazara,
y la joven esbelta que lograra
excitar tantos hombres en su vida.
Y en tí reside la entregada esposa,
la amante enardecida o ruborosa,
la madre que alimenta y acaricia.
Y quien te ve como una rosa ajada,
o una ruina al final de la jornada,
no te conoce o no te hace justicia.
Madrid, 3 de abril de 1999
171 - Cien
Se cruzan en la vida cien senderos,
se nos tienden cien manos suplicantes,
forjamos en la mente cien amantes,
de cien fantasmas somos compañeros.
Cien deseos nos tienen prisioneros,
y nos rodean cientos de ignorantes,
se reduce la vida a cien instantes,
a cien ideas, cien estercoleros.
Consta el amor de cien vacilaciones,
cien ansias, y otras tantas decepciones,
amarga ráfaga de cien tormentos.
Cien veces con pasión lo procuramos,
y otros cientos de veces fracasamos,
cien esperanzas muertas, cien lamentos.
Madrid, 3 de abril de 1999
172 - Vendrás
En el destierro de la noche aislado
veo la luz efímera y distante
que parpadea sobre mi semblante
con el temblor de un beso inesperado.
Tu recuerdo va en mí tan arraigado
que no me desampara un solo instante,
faro en la costa, eterno vigilante,
rosal de fuego en mi jardín sembrado.
Vendrás bajo el misterio de la luna,
o sobre la quietud de la laguna,
en ráfagas de viento, olas de mar;
Sé que vendrás porque he esperado tanto
que ya mi soledad agotó el llanto,
y tú estás agotada de llorar.
Cantabria, 12 de abril de 1999
173 - Retirada
Despídeme de tí en la madrugada,
que no puedo esperar, ni esperar quiero;
me rasgaría el corazón si espero,
que toda despedida es una espada.
En esta subrepticia retirada
no soy el inclemente ballestero
que te atraviesa el alma con su acero,
sino la vida que se va truncada.
Cómo te he amado y te amo con exceso,
y cómo te he de amar hasta el regreso,
cómo te llevo entretejida en mí.
Al despertar al frío de mi ausencia,
enciende el fuego de mi permanencia,
porque constantemente estaré en tí.
Cantabria, 13 de abril de 1999
174 - Nubecilla
Blanco girón de nube se desprende
del hato en el azul adormecido
con pretensión y orgullo de elegido,
y en rebeldía individual desciende.
En la inquieta extensión del mar pretende
empapar sus mechones, poseído
de un afán de embriaguez por lo prohibido,
que en vez de humedecer su tul, lo enciende.
¿Querrás ser tú la nube exploradora
que a mi mar agitado se incorpora,
absorbente hasta la saturación?
Descuelga el flamear de tus guedejas
para arrastrarlo en mí, que así me dejas
una caricia sin interrupción.
Madrid, 13 de abril de 1999
175 - Tardanza
En el ascenso de la media al doce
lleva el reloj agujas de cemento,
y hacia la media baja soñoliento,
inercia que la urgencia desconoce.
Cómo se hace esperar el suave roce
que me concederá tu advenimiento,
y cómo se dilata este momento,
sobreponiendo la ansiedad al goce.
Aquí estaré, vigía de minutos,
prolongados los que eran diminutos,
aquí estaré aguardando en inquietud.
Pero también lo haré con esperanza,
aún contemplando cómo el tiempo avanza
con tan exasperante lentitud.
Granada, 15 de abril de 1999
176 - Tus temblores
En la memoria, el frío y los temblores
han dormido, ignorados residentes,
y a tu contacto se han hecho aparentes,
transmitiéndome al alma tus temores.
Tus ímpetus de ayer arrolladores,
yacen paralizados e inconscientes,
y entre mis brazos quedarán latentes
tus extremecimientos exteriores.
No es ya una idea o reacción interna,
sino una realidad que nos gobierna:
Sobresaltos, dolor, escalofríos…
Algo que me evadió con la distancia,
pero que en esta nueva circunstancia,
tanto como son tuyos, ya son míos.
Granada, 16 de abril de 1999
177 - Reflejo
Aún veo en el espejo tu figura,
aunque el único soy ahora mirando,
mientras el otro yo sigue estrechando
en abrazo cerrado tu cintura.
Ya no es reflejo de ambos, es pintura
indeleble e inmóvil, conjurando
imágenes e ideas que van dando
nueva vida a nuestra íntima locura.
Y en este cuadro de los dos persiste
una sonrisa dulcemente triste,
y una mirada de interrogación:
¿Cómo enfrentar la nueva madrugada,
la vida, una vez más deshabitada
del elemento físico y la acción?
Granada, 17 de abril de 1999
178 - Nada
Grito de soledad, desesperado,
súplica en la mirada humedecida,
¿dónde vas, caminante en despedida,
por sendero en zig zag desorientado?
Mi pleamar se derramó a tu lado
desbordante, y quedaste sumergida,
y al retirarse el agua, estás perdida,
y yo sin tí igualmente extraviado.
Al despertar cada mañana, esperas
estrechar mi caudal en tus riberas,
y se evapora el río de repente.
Y no ves direcciones ni objetivos,
tan sólo sentimientos explosivos
sofocados abrumadoramente.
Madrid, 20 de abril de 1999
179 - Tu canción
Quisiera repetir la melodía
que me vistió la piel de ondulaciones,
y entrelazar violines y trombones
en tu suave y violenta compañía.
El eco duerme ya en la lejanía,
despiértame de nuevo tus canciones,
que no me queda más que las visiones
de tu desnudo y mi melancolía.
Cánteme tu sonrisa innumerable,
deja que el brillo de tus ojos me hable,
envíame tus manos viajeras;
mira que está mi selva alborotada,
y sólo tu canción apasionada
será capaz de apaciguar mis fieras.
Madrid, 21 de abril de 1999
180 - Conmigo
Colgada de mi cuello, sin cadena,
desplegaré las alas para el vuelo,
sin dejar a tus pies tocar el suelo,
que los ensueños mueren en la arena.
Saturado de tí, tú de mí llena,
por tí en tranquilidad, por tí en desvelo,
a lo largo de tí, tu paralelo,
tú sólo mía, cualquiera otra ajena.
Sin brújula, sin norma, sin programa,
sin luz artificial, sólo la llama
que en nuestros ojos tiembla inextinguible.
Suspendida en mis brazos, escondida,
no más incógnita, sólo perdida,
sobre mi mar flotando, insumergible.
Sobre el Atlántico, 21 de abril de 1999
181 - Tú
Tú, que conmigo entre las nubes yaces,
sobre las nubes de algodón ligero:
Una vez más insisto en que te quiero,
y una vez más te pido que me abraces.
Tú, cuyo rostro adornan mil disfraces,
risueño, triste, lúbrico, severo,
desbórdame con todo el hervidero
de tus impulsos suaves o voraces.
Tú, que me has anegado como un río
tras exprimirme el corazón vacío,
adjucándote mi intimidad;
tú, que me has vuelto en ser frágil e inerme,
debes quedarte en mí, y pertenecerme,
porque he perdido ya mi identidad.
Sobre el Atlántico, 21 de abril de 1999
Poemas
No sé
Mis ojos en tus ojos, y tu mano en la mía,
disipando la tarde su luz semiapagada,
no sé si tu sonrisa de los labios surgía
o del íntimo brillo flotando en tu mirada.
No sé si vino el beso bajo el ala del viento,
o arropado en la sombra de la noche vecina,
pero al mezclar el soplo de tu aliento y mi aliento
se decidió un esbozo de intriga clandestina.
No sé si se juzgaron testigos los rosales,
no sé si las encinas disfrazaron el acto,
pero hubo en nuestro entorno inequívocas señales
de incipientes amores en el primer contacto.
Madrid, 3 de abril de 1999
Lo que no fue
Cómo recuerdo la noche
de un beso apenas nacido,
prematuramente muerto
antes del primer suspiro.
Aspiró a beso de amante,
y expiró beso de amigo.
La lámpara de la calle
con su fulgor amarillo,
palideció hasta apagarse,
no queriendo ser testigo.
Pero en la sombra aún brillaba
en sus ojos el instinto,
ni intenso ni descarado,
sino discreto y furtivo.
No había huellas impresas
por mis pies en mi camino,
sólo un paso vacilante,
inseguro de mí mismo.
Y aunque escuché la llamada
de las pasiones a gritos,
me ví perdido y sin rumbo
en mi propio laberinto.
Aún me veo en su mirada,
y aún siento el escalofrío
estremeciéndome el cuerpo
al borde del equilibrio.
Ahora sé que ella quería
lo que pensé que no quiso.
Beso que eludió la boca,
beso insustancial y tibio,
beso que debió ser rosa
y terminó siendo lirio.
Ignoré el desbordamiento,
y la dediqué el rocío.
Qué esterilidad de viña,
que no produjo racimos,
luna sin luz plateada,
cauce sin agua en el río…
Y siempre que me recuerdo
en aquel punto indeciso
a la puerta de sus labrios
sin acercarme al postigo,
me veo como el hambriento,
fatigado peregrino,
negándose a la posada
y haciéndose fugitivo.
Y maldigo aquella hora,
a la vez que la bendigo.
Granada, 15 de abril de 1999
Tanta belleza
"Dale limosna, mujer,
que no hay en la vida nada
como la pena de ser
ciego en Granada". (Copla)
En el día peregrino,
y en la noche pordiosero,
recorreré tu camino,
tu camino todo entero;
y te pediré las cosas
de que estoy necesitado:
caricias voluptuosas,
permanencia a tu costado,
y húmedos labios, intensos,
tenaces exploradores
provocando los más densos
y más íntimos temblores.
Me asomo al oscuro abismo
reflejado en tu mirada,
pero me veo a mí mismo,
y de tí no veo nada.
Cómo quisiera absorber
toda tu vida y tu esencia,
y hacerte permanecer
vinculada a mi existencia.
Mas ni tu piel me traduce
tu interior, ni a tu alma llego,
lazarillo que conduce
silenciosamente al ciego.
Tanta belleza encerrada
sin que yo pueda advertirla;
ábreme, mujer, la entrada,
y déjame redimirla.
Granada, 15 de abril de 1999