Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Tu, mi paisaje

Índice

Sonetos:
Al fondo estaba muerta Amantes hay Siempre No preguntes Hotel Sombra con sombra Resurgimiento Ya es tarde Tú, mi paisaje Logan No mires hacia atrás
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Breverías

1162
Acaríciame ya. Prohibí tu mano cuando la absurda espera era esperanza; pero cortado está el nudo gordiano, y hacia ti en libertad mi paso avanza. Las yemas de tus dedos desinfectan, los vestigios de ayer se han disipado, sentido y sentimiento te detectan, y extiendes mente y piel a mi costado.

1163
He dejado de hablar, pero aún te miro; qué elocuente palabra es la mirada, qué monólogo inmenso es el suspiro... guarda silencio, amor, no digas nada.

1164
A veces, cuando el cuerpo desaforado grita, el deseo que hostiga debiera reprimirse; aunque la cresta es alta, yace una flor marchita al fondo del declive, y no ha de redimirse. El deseo vigente me hace sentir más vivo, mayor fuerza en mis lomos, afán más apremiante, el desenlace es tibio, recabado objetivo que duerme indiferente, y el ímpetu es amante.

1165
De tu baúl, preserva o desestima, los recuerdos que archivas del pasado; el tiempo esgrime inexorable lima, y arbitrario tal vez, o despiadado, desgastará las joyas de la mente, respetando trivial bisutería; no enmudezcas la voz inteligente, amordaza más bien la algarabía.

Sonetos

1012 - Al fondo estaba muerta
Mirábanme sus ojos. En la estancia la sombra se agolpaba en las esquinas, y otra sombra, detrás de sus retinas, blandía la guadaña. Qué distancia entre mirar y ver la circunstancia que a los ojos se enfrenta. Dos cortinas cerraban a la luz las hornacinas por las que el alma asoma en vigilancia. Al fondo estaba muerta sin saberlo; muchos jamás lograron entenderlo, y siguieron mirándola, mas ella tendía la mirada y la sonrisa a flor sólo de piel, como la brisa, y nada, nadie le imprimió su huella.
Los Angeles, 7 de enero de 2004
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1013 - Amantes hay
Amantes hay que no debieran serlo, islas debieran ser deshabitadas, melodías de voces apagadas cuya alas aún baten sin quererlo. Tienen sed de alborozo, y al beberlo, les queda la ansiedad crucificada de quien todo lo prueba y guarda nada, ganarse el mundo para al fin perderlo. Desorientados en intersecciones, dormida el alma, no las sensaciones, amantes hay que no saben amar. Al hacer el amor serán expertos, pero están en el fondo medio muertos, y nadie les podrá resucitar.
Los Angeles, 8 de enero de 2004
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1014 - Siempre
Siempre el mismo Café, la misma mesa, miércoles siempre, el tiempo siempre es breve en el hotel de siempre. Ella se mueve con el consentimiento que no cesa. Primavera en desorden, que regresa sin aguardar la marcha de la nieve, temblor de la enramada, que se atreve a tanto abrazo como el aire expresa. Siempre lo mismo y nunca suficiente, siempre idéntico y siempre diferente, simétrico el sentido y el impacto. ¿Por qué alterar trazados y destinos si aquí convergen todos los caminos, vista, sabor, olfato, oído y tacto?
Los Angeles, 8 de enero de 2004
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1015 - No preguntes
No lo entiendes, mujer, porque hay misterios que nunca habrán de ser dilucidados; enigmas sin Edipos, arraigados en cerebros de esfinges; adulterios que gritan por nacer, en cementerios internos de placeres malogrados; ideas, sentimientos expatriados, incapaces de hallar sus hemisferios. Vicia la atmósfera un olor a muerto, y en este absurdo, oscuro desconcierto, que llevo en mí, no hay luz, lógica o clave. No preguntes, implores o adivines, déjame caminar por tus jardines, y sentir en mi piel tu mano suave.
Los Angeles, 9 de enero de 2004
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1016 - Hotel
Salvo la bienvenida cortesana del umbral, más o menos ostentoso, no hay hoteles dispares. El reposo, la aventura sexual, la caravana de mercaderes que el trajín hermana, todos se hunden al fondo silencioso del pasillo, en penumbra o luminoso, cíclicas olas de marea urbana. Alcoba previsible, mobiliario de toque impersonal, utilitario, láminas modernistas, amplio lecho, y la impresión de haber estado antes. Tal vez. ¿Qué nos importa? Siendo amantes, no hay lugar, sino pecho sobre pecho.
Los Angeles, 10 de enero de 2004
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1017 - Sombra con sombra
He descubierto el cuerpo. Me seguía, sombra con sombra, por caminos de años; nos hicimos, en cierto modo, extraños, supeditando al alma su energía. Y al fin se me durmió. Mi jerarquía de valores dispuso los peldaños para subir a cresta de ermitaños sobre la amnesia de la anatomía. Ayer volví la vista, y a mi lado, como perro en su estera, aletargado, permanecía estático, sumiso. Lo acaricié con mano compasiva, se sacudió, cobró la iniciativa, y permití que hiciera cuanto quiso.
Los Angeles, 12 de enero de 2004
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1018 - Resurgimiento
Ya no hay rosas deshechas; la pisada que aplastó su belleza, ya no pisa; cuelga de cada rama una sonrisa, en alucinación transfigurada. Ni duele ya la nieve; deshelada, no permanece, fluye a toda prisa; nace el alba, la vida se improvisa, y envaina el labio hipócrita su espada. Breve la sombra fue, hueca, olvidable, libre de ofuscación por improbable, y al toque de la luz se disipó. En nuevos ojos caigo y profundizo; ni vagabundo ya, ni advenedizo, mi senda es ella, su camino, yo.
Los Angeles, 17 de enero de 2004
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1019 - Ya es tarde
Se duerme tu palabra en honda gruta de silencio, poblada de abandono; la voz que fue, desnuda está de tono, humo elevando la última voluta. Alamo te pensé, y eres viruta del tronco derribado; no hay encono, ni abjuro el sueño, ni me desmorono por haberte seguido en falsa ruta. Lo que soñé, soñé; no fuiste causa, sólo eventualidad, en esa pausa que uno se toma al borde del sendero. Ya no eres más que el eco desvaído de un golpe de reloj, desfallecido; la hora pasó, ya es tarde, no te quiero.
Los Angeles, 18 de enero de 2004
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1020 - Tú, mi paisaje
Sobre ti se despiertan mis ventanas, se han destapado para ti mis puertas, y por ambas escapan las ofertas, lanzadas como a vuelo de campanas. Desembocan los días en semanas en disparo de tiempo, y entreabiertas se aferran a esperar; formas inciertas llegan en incesantes caravanas. Pero no estás entre ellas. Tú no vienes porque, siendo paisaje, te mantienes inmóvil frente a mí, siempre a la espera. Eres luz, tenue brisa, movimiento de hojas en la enramada; y es tu aliento quien debe entrar en mí. Si te tuviera...
Los Angeles, 18 de enero de 2004
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1021 - Logan
Pensé haberte perdido, manojito de negro pelo y cascabel sonoro; y casi recupero y por ti lloro llanto que malgasté en amor maldito. Tú mereces mis lágrimas; no hay grito proferido por alma en deterioro, equiparable al éxodo incoloro del sollozo a los párpados adscrito. Pensé no verme más en los trasfondos de tus ojos hipnóticos, redondos, en esa mezcla de quietud e intriga. Y aunque volviste a casa malherido, reconocí en la voz de tu maullido al comilón que sin cesar mendiga.
Los Angeles, 18 de enero de 2004
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1022 - No mires hacia atrás
Inesperado o no, llegará el día revelador de que su amor fue juego; como cera licuándose en el fuego, se fundirán intento y energía. En recriminación de hipocresía malgastarás las horas y el sosiego, el ultraje tal vez devenga ruego para recomponer la fantasía. No mires hacia atrás; hubo momentos, palabras de colores, elementos de gozo, concurrencia de sentidos. ¿Y qué? Las mismas cosas fueron antes y lo han de ser, doblando otras amantes sobre tu propio pecho sus latidos.
Los Angeles, 19 de enero de 2004
Diseño: Carmen Álvarez
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