Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Memoria

Índice

Sonetos:
Memoria Lluvia Sueño Envejecer Pacto El rostro de la luna
Poemas:
Desde un tiempo futuro Necrópolis
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Breverías

1421
Se me estrecha el camino, se me acortan las horas… ¿Qué han de hacer estas manos hacia tu amor tendidas, con ese afán ferviente de plantas trepadoras, si requieren espacio y edad de varias vidas?

1422
Voy en busca de un día desprovisto de ocaso, cuya luz no decrece, cuyo clima no enfría, con aplomo de aurora que avanza paso a paso, y se detiene inmóvil en pleno mediodía. Si por azar le encuentro, o aflora a mi ventana, quiero verte a mi lado, huérfanos de mañana.

1423
Del brazo fui de la radiante idea que tan inabordable te esbozara; oh, larga, melancólica odisea que tantas veces a tu umbral llegara, retirándose tímida, marea que mansa llega y suave se separa. Al fin logré invadir tu intimidad, y hoy voy del brazo de tu realidad.

1424
Te he visto en otros siglos, y te veré más tarde, cuando no queden bosques, ni ciudades, ni puentes; tú, minúscula llama que en las tinieblas arde, mínima luz perdida trémula entre las gentes. Con deseos de incendios, vagabas al acecho del momento oportuno, la astilla combustible, e inesperadamente abriósete mi pecho, y en gigantesca llama te has hecho inextinguible.

1425
No eres vocablo muerto libre de ideología, eres palabra viva, ropaje del concepto; al escucharte entroncas tu razón a la mía, y como almas gemelas me comparto y te acepto.

Sonetos

1377 - Memoria
Tengo el recuerdo roto, desgarrado por las uñas del tiempo; capa vieja cuyos girones son rústica reja descubriendo el vacío al otro lado. Fue por vivencias de años engendrado, espejo que verídico refleja cada gozo, temor, susurro y queja, aunque hoy de vaho pálido empañado. Tanta imagen se ablanda, se evapora, tanta sombra borrosa se incorpora, tan inválido vaga el pensamiento… La cadena vital pierde eslabones, y de tantas figuras y emociones queda sólo el perfil de algún fragmento.
Los Angeles, 3 de diciembre de 2005
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1378 - Lluvia
La lluvia es amplia mano persistente que en caricia plural nos arreboza, se nos ciñe a la piel y la remoza como ablución en milagrosa fuente. Corva la espalda, lúgubre la mente, vaga el misántropo, mientras esboza su mueca pusilánime, y se emboza bajo el paraguas prematuramente. Para mí es ceremonia de algazara erguir el torso y ofrecer la cara al silencioso, pertinaz goteo. Con los brazos en cruz, doy acogida a esta húmeda caricia repartida sobre mí en apacible galanteo.
Los Angeles, 5 de diciembre de 2005
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1379 - Sueño
He empezado a soñarte de otro modo, fuera de esa verdad y esa costumbre forjadoras de angosta servidumbre, de brazos amarrados codo a codo. Voy a soñarte libre; sobre todo voy a soñarte nueva, sin la herrumbre que el uso añade, con la incertidumbre que ofrece, al caminar, cada recodo. Vendrás a mí, gentil desconocida, desnuda de tu ayer, porque vestida repetirías lo que fueras antes. Y no quiero soñarte predecible. Quiero un sueño espontaneo, irrepetible, que no sufra de idénticos instantes.
Los Angeles, 6 de diciembre de 2005
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1380 - Envejecer
Envejecer contigo en el sosiego del tibio sol de otoño en una aldea dormida en el ayer, que no desea llegar a ser ciudad; o junto al fuego, en las tardes de invierno en que repliego las huestes del recuerdo, y no vocea nostalgias el pasado, ni espolea el momento presente inquieto juego. En esa paz de claridad radiante que no mira hacia atrás ni hacia delante, porque la vida se promete entera. Envejecer contigo de la mano, dorada espiga tú de mi verano, rosa perenne de mi primavera.
Los Angeles, 7 de diciembre de 2005
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1381 - Pacto
Llegué a tu casa. La mañana urdía su tejido de luz iridiscente sobre los surtidores de la fuente y los geranios del balcón. Ardía mayo en color y aroma y armonía, como si un lecho puro, adolescente, hubiera madurado de repente en la más desenvuelta rebeldía. Era tu mes primaveral. Mi empresa la del viejo romero que regresa, no ya en peregrinaje, sino en pacto. Todo ya previamente convenido, se abrió la puerta, resbaló el vestido, y percibí el gemido del contacto.
Los Angeles, 7 de diciembre de 2005
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1382 - El rostro de la luna
Anoche era la luna. Mascarilla de plata, melancólica, menguante; lúcida en el circuito itinerante de leve sombra en cuyo seno brilla. La vi como reflejo de la orilla donde radicas tú, perfil distante, y capté la visión de tu semblante en el arco de luz de su mejilla. Siempre te veo en mí, viñeta impresa sobre la piel del alma, que no cesa de vibrar o temblar, placer o anhelo. Y te veo también, centelleante, en la luna, fanal que a cada amante sabe hechizar desde el balcón del cielo.
Los Angeles, 10 de diciembre de 2005

Poemas

Desde un tiempo futuro
Hoy quisiera escribirte con lágrimas de sangre desde un tiempo futuro que con miedo anticipo, muy cerca de la muerte, desde la ruina muda de piedras humeantes que fuera mi castillo. Sabe la vida el arte de negarse a sí misma, erige absurdos puentes para cruzar abismos, instituye promesas, escritas en el aire, y a golpes de esperanza improvisa caminos. Y nuestros pies adquieren la impresión de un avance hacia metas utópicas, o en sí mismo ficticio; tal vez no nos movemos, o alcanzamos paisajes de telón de teatro, parodias o espejismos. Sin embargo hubo un día que entonces fue presente, que juzgamos eterno, desnudos de cinismo, por el que levantamos las copas de los sueños en brindis de belleza, de cantos, de suspiros. Un día todo nuestro, de amplitud luminosa, al que no dimos sombras ni crepúsculo dimos; de énfasis perdurable, de vigor e intenciones, pero que prontamente se nos quedó dormido. Y fuimos madurando, más bien envejeciendo, y fue el cielo azul claro tornándose plomizo, y los amores de oro volviéndose de estaño, congelándose en sombras el fondo de uno mismo. Desde el rincón del tiempo donde anochezco ahora, turbio rincón futuro desde donde te escribo, ignoro si recuerdas nuestras horas lejanas o cuentas las actuales que arrastras en exilio. No sé cuánto acumulas de añoranza en el alma, o si hiela tu mente blanco invierno de olvido, yo, que te quise tanto, sólo deploro el yerro de no haberme obstinado a envejecer contigo. Te hablo desde un momento que aún no se ha descargado en el reloj de arena, desde el fin de un capítulo que está por escribirse, del litoral lejano adonde tal vez nunca llegará mi navío. Archivaré esta pluma que tanto desvaría, enjugaré estas lágrimas que no tienen sentido, y amaré en el presente. Si llamara el futuro, que responda el silencio, indiferente y frío.
Los Angeles, 8 de diciembre de 2005
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Necrópolis
En mi vieja necrópolis, las ratas del olvido hurgan, roen la carne de los amores muertos; de vez en cuando el eco de un rumor, un crujido, me hace pensar que algunos pueden estar despiertos. Pero recapacito, nutriendo la certeza de que tales amores no saben renacer; tuvieron su momento, lucieron su belleza, y no les queda nada que puedan ofrecer. Algunos quizá guarden un aura de fragancia, como la rosa herida que se ha pisoteado; tal vez persista en otros una vaga elegancia, una tenue sonrisa o un ademán truncado. Pero sólo son gestos de un lugar, de una fecha, que a destiempo llegaron y la sombra aprisiona, circunstancia tardía que ya a nadie aprovecha, o castillo de naipes que un soplo desmorona. Las ratas del olvido prosiguen su tarea devorando cadáveres de viejas sepulturas; e inevitable el tiempo desgasta y martillea perfiles y epitafios en losas y esculturas. Pronto el fúnebre acervo de fracaso y huída se habrá desvanecido por fin de la memoria, y sólo tú, en presente, pletórica de vida, llenarás cada página del libro de mi historia.
Los Angeles, 9 de diciembre de 2005
Diseño: Carmen Álvarez
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