Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Deserción

Índice

Sonetos:
Ya no sé qué decir ¿A qué azul horizonte?
Poemas:
Volví a mirar sus ojos Voz Todo se te parece Huelen a ti mis manos Será un recuerdo
seperador

Breverías

1851
Sabrás, tal vez, cuánto mi amor ha sido en los tiempos de gloria en que al tocarte se enlazaban espíritu y libido; nunca sabrás cuánto he llegado a amarte, ni yo intuí, desde que te he perdido, viendo sólo tu espalda, al alejarte. Si niño en regocijo, amor madura en sufrimiento, llanto y amargura.

1852
Aunque ya no la veo, todavía la veo; mis párpados caídos son inmensa pantalla donde ella se refleja como un revoloteo de palomas, o aurora que en gozo y luz estalla. Y al destapar los ojos y mirar a las cosas, en ellas me aparece, con la misma sonrisa de siempre, en la colina, en el río, en las rosas, en la caricia leve, sedosa, de la brisa.

1853
Suele tener la vida repulsión por lo estático, es flujo permanente, y el flujo se diluye; todo nace, nos llega, y en su proceso errático, gentil nos acaricia, y desleal nos huye. Nos perdura el recuerdo firme de lo vivido, que en la tibia bandeja de soledad se ofrece; y con el tiempo fluye también, y al fin, dormido, se hace sombra alargada, visión que palidece.

1854
Fardo pesado el del amor, requiere dos espaldas adjuntas, ritmo exacto, y única dirección inalterable. Si una se quiebra, medio amor se muere, y el otro medio, fracasado el pacto, se hundirá bajo peso insoportable.

1855
Le temo al tiempo, borrador maldito de perfiles, vivencias y semblantes, del susurro minúsculo, del grito, de todo aquello que nos hizo amantes. Lo quisiera guardar en cofre de oro, para que nunca se desvaneciera; pero sé irá esfumando, y ya lo lloro, humo azul que jamás se recupera.

Sonetos

1867 - Ya no sé qué decir
Ya no sé qué decir, y tengo tanto dentro de mí, que callo y me enveneno; ni todo asolador ni todo bueno, mas todo en explosión de desencanto. ¿A quien podría complacer mi canto si lo quisiera articular sin freno? Mi voz es grito dolorido, trueno que turba y ensordece, puro llanto. No es el castillo que se desmorona de quien antes amó, y hoy abandona, reiniciando una vida toda nueva. Quien sin dejar de amar, desamparado, queda en la encrucijada desangrado, sólo al silencio de su mal se atreva.
Los Angeles, 12 de abril de 2008
seperador
1868 - ¿A qué azul horizonte?
Huérfano ya de ti, prófuga amante, que al amor te has negado en apatía, mientras yo no me pierdo todavía, por tus recuerdos de oro caminante. Aún no sé desplazarme hacia delante, es todo tierra ignota, tan vacía, que si me propusiera hacerla mía ¿qué ganaré sobre este adverso instante? Si colmado de ti me hallo tan hueco que ni siquiera me responde el eco cuando llama tu nombre mi gemido; ¿a qué azul horizonte irá enfilado mi galeón, si abrupto acantilado lo dejará de nuevo destruído?
Los Angeles, 12 de abril de 2008

Poemas

Volví a mirar sus ojos
Volví a mirar sus ojos, tan claros y tan amplios como siempre, por donde entré hasta el fondo de su alma tantas y tantas veces. Aún me adhiero a las íntimas imágenes, no por antiguas menos elocuentes, percibidas un tiempo todo nuestro, y que aún hoy me estremecen. Me aproximo al brocal de sus retinas, pero no logro entrar; me lo entorpecen, como una red metálica, travesaños de sombra intransigentes. Un aire de misterio indescifrable, mezcla de hierro y nieve, se agolpa en sus cristales, los empaña, y el núcleo de sí misma se oscurece. No alcanzo a verla en su esplendor radiante, cuando era su sonrisa ancho relieve desde la frente al cuello: No sabía sonreir con los labios solamente. Ahora ya no sonríe, como quien a sí mismo retrocede. Ya no se entrega un alma esperando otra a cambio, no se encienden las luces del desvelo, y la palabra lúbrica enmudece. Miré sus ojos, no era ya la misma, ni se atrevía ya a mirar de frente. La conocí, la amé, la desconozco, y a mi pesar mi amor no se detiene.
Los Angeles, 11 de abril de 2008
seperador
Voz
Cuando nadie me busca, cuando aquellos que andaban por mi orilla, se ausentaron, cuando nadie llamaba, se me acercó tu voz, me has encontrado. Como tropel de alondras abrileñas tus palabras llegaron, algarada sutil en un principio, luego como un aliento húmedo y blando que se ciñe a la piel estremecida con la amplitud y aplomo del abrazo. Dos soledades, cóncava y convexa, lograrán acoplarse, resultando en esperanzadora compañía y un nuevo itinerario. Tiembla en la cuenca de mi oído el tono sedoso de tu voz. ¿Cómo es tu tacto, si al conversar me alcanzas como caricia de invisible mano? Tal vez duerma esta noche con la sonrisa que perdí, sin llanto.
Los Angeles, 11 de abril de 2008
seperador
Todo se te parece
Todo se te parece. Flotan nubes con tus formas, tan blancas; le daría tu nombre a cada una, aun con la convicción de que al llamarlas, ya no me escucharían, como haces tú, volviéndome la espalda. Se te parece el aire, juguetón, fugitivo en la enramada, ánade en renovado alejamiento hacia otra tierra más hospitalaria; aunque tuviste en mí, no ya hospedaje, mas coexistencia al fondo de mi entraña. El jazmín, y la rosa también me hablan de ti, todo me habla, o todo te evidencia; les oigo repetir hondas palabras que tiempo atrás tú misma pronunciaste, y que hoy, marchitas, me producen lágrimas. Y te veo en el río, retozando en la risa de sus aguas, sin querer detenerte, descendiendo hacia el mar, ay, otra espalda. Veo tu pie creciendo en cada huella marcada en los caminos; se levanta, como el humo o la llama, tu figura, y pienso, soñador, que me acompaña. Viniste a mí por ruta inverosímil, aunque la conocía y te esperaba, y cómo casi en tiempo de suspiro te hiciste permanencia y esperanza. Ni los perros ladraban a lo lejos, ni en la tormenta el trueno respiraba, ni aleteaban voces en la calle, hasta el pasado era pantera mansa; todo quietud, no hay golpes ni rumores cuando el silencio estalla. Tú y yo al envés del mundo, o tú y yo solos, y en el mundo nada. Y ahora te vas, y en ese mundo absurdo, mudo, vacío, sin color, el alma se revuelve confusa, toro herido, que sólo ve su sangre derramada. Porque aunque veo tu perfil surgiendo de cada cosa, es intangible ráfaga que no consiguen atrapar mis manos, porque te has hecho pálido fantasma.
Los Angeles, 14 de abril de 2008
seperador
Huelen a ti mis manos
Huelen a ti mis manos, como si hubieran deshojado rosas, o hubieran ensayado una fragancia antes desconocida, que se aloja en los ángulos tibios de los dedos, en cada yema, y en cuanto ellas rozan. Huelen al aire puro, bajo el olmo, a la orilla del río, donde todas las mañanas espero el beso tuyo, como otro día entre las frescas hojas. Huelen a alga y salitre, como en el balanceo de las olas de aquel atardecer, ambos desnudos, ambos flotantes, ambos boca a boca. Huelen a las esencias de la tierra que absorbió tu cabello, como esponja, reclinada en el musgo, una mañana aún joven, a la aurora. Huelen a sudor íntimo, a ese primario, sensorial aroma, de las ingles recién humedecidas, en lecho abierto y en reloj sin horas. Huelen a ti desnuda, fragancia de tu piel, no de tu ropa. Al lavarme las manos cada día, ese olor no se va; y aunque remota en tiempo y en distancia, y aunque siga llamando y no respondas, vas ungida a mis dedos, oh, qué perenne, singular memoria.
Los Angeles, 14 de abril de 2008
seperador
Será un recuerdo
Seis meses pasarán; será un recuerdo ni radiante ni amargo; aunque en distinto tiempo, fue ambas cosas para ambos; para los dos el ciclo de los vuelos, la gloria del abrazo, redobles de tambores en el pecho, la piel desnuda sin pudores falsos; y luego la derrota y el vacío y el dolor, de mi lado. A esto nunca llegaste, quien rompe el nudo nunca llega a tanto. Seis meses nada más para el recuerdo, o quizá sólo cuatro, o dos tal vez; las cosas palidecen con rapidez para quien ha iniciado la ruptura. Primero, los colores son aún brillantes, júbilos, relámpagos, después se desdibujan los matices, entrando en el ocaso, perdiendo luz, asimilando sombras, y al fin son manchas grises con un marco. Y se sabe que estuvo bien. Es todo. Siempre hay un nuevo hallazgo que acapara la mente, y la memoria relega al fondo formas del pasado. Los ojos hacia nuevos horizontes, quizá no tan lejanos, y un reciente perfil en las retinas para soñar al peso de los párpados. Y yo estaré mirando a lo vivido, ya sin analizarlo, sabiendo que fue mío, todo mío, y aún es parte de mí, aunque malogrado.
Los Angeles, 14 de abril de 2008
Diseño: Carmen Álvarez
Poemas © Francisco Álvarez Hidalgo, Familia Álvarez, 1997-2014. Todos derechos reservados.