Breverías
1936
No reserves tu amor para mañana,
ámame hoy, que no existe otro momento,
bésame ahora, que el fuego está encendido.
Este instante para ambos se engalana
con la diáfana piel del sentimiento
y el desnudo arrebato del sentido.
1937
Y la palabra se trocó en espada,
y fue blandida en furia y aspereza
por quien un tiempo compartió la almohada,
y acostumbraba a hablar en gentileza.
Hojas fueron aquéllas que arrastrara
la corriente del tiempo, ya hojas secas;
el duende afable que las engendrara
es hoy espectro que las deja huecas.
1938
Tú me hablas hoy en cálida blandura,
con palabras de brisa, nube y rosa;
casi olvidé ese tono en la brumosa
vacuidad de mi propia desventura.
El tuyo es más frondoso, más fragante,
le da a cada palabra lozanía,
como si hicieras de hoy el primer día
de esta mi vida, mi primera amante.
1939
Te asustas del amor ¿Te causa miedo
tal vez el mar rompiéndose en la roca,
o el callado misterio del hayedo
que a espíritus benévolos convoca?
Yo en el peligro del amor me hospedo,
y en su abandono mi alma desemboca.
Siendo inciertas las lágrimas futuras,
empieza a amar. ¿Por qué las apresuras?
1940
Me ha llegado tu voz como el mensaje
de una tarde otoñal, con ese acento
de nostalgia y dulzura y sentimiento
que uno intenta integrar en su lenguaje.
Ya no quiero yacer sobre la losa
de tu silencio, que se me hace fría.
Absorto he de escucharte cada día,
sigue hablándome así, tan rumorosa.
Sonetos
1954 - Mi locura
Voy por la vida cultivando vientos,
trastocando el vaivén de las mareas,
propagador de ilógicas ideas,
y de contradictorios sentimientos.
Rugen en mí leones siempre hambrientos,
fraguo y ensayo absurdas odiseas,
e intento edificar las azoteas
sin haber asentado los cimientos.
Soy un loco de atar, mas desatado,
tal vez alguien me juzgue enamorado,
y tal vez otros incapaz de amar.
Mi cosecha es furor de tempestades,
pero en tan ásperas adversidades
podré rendirme, nunca mendigar.
Los Angeles, 15 de septiembre de 2008
1955 - Mi combate
Sin la grandeza, mas con la osadía
de Don Quijote, afronto los molinos;
no importa cómo ni por qué caminos
me salen al encuentro cada día.
No floto en gozo al verlos, mi energía
podrá domar las copas de los pinos,
pero no logro verlos tan genuinos
como el buen caballero los veía.
Quisiera hallar en ellos los gigantes
de amplios brazos en cruz, gesticulantes,
para darle al combate algún sentido.
Mas sólo veo inmóviles perfiles
sobre la estepa, ni ásperos ni hostiles…
¿Habré olvidado el sueño y me he dormido?
Los Angeles, 16 de septiembre de 2008
1956 - Escepticismo
Me ha mentido el reloj, la luz me miente,
y el susurro del aire, y la fragancia
de las rosas, y cada circunstancia
que me rodea, ambigua o evidente.
Ya la verdad no es bloque transparente
asentado en soporte de constancia;
es veleta girando en la distancia
a impulsos de ventisca ambivalente.
Lo absoluto deviene relativo
de acuerdo a cada plan, cada motivo
que el interés, no la equidad, ordena.
Hemos llegado a ser campanilleo
que no piensa ni siente, traqueteo
que a indecisión y tedio nos condena.
Los Angeles, 17 de septiembre de 2008
1957 - Su voz
La voz, su voz, me llega todavía
rodando suavemente, como un río
que prefiere la paz del regadío,
al encuentro del mar en lejanía.
Ella ya no lo sabe. Quizá un día
fue consciente, pero hoy es sólo mío
este placer de recordar; sonrío
porque esa voz es, más que suya, mía.
Partió, es verdad, y aunque dejó de hablarme,
todo cuanto me dijo, al aceptarme
desde el principio, permanece intacto.
Si bien sus labios al presente callan,
sus palabras son cánticos que estallan
sobre mi piel como lo fue su tacto.
Los Angeles, 17 de septiembre de 2008
1958 - La tiniebla
Ah, la tiniebla, qué íntimo regazo,
qué asilo para el ensimismamiento,
qué puerto en que alijar el cargamento
de este barco interior. Cada zarpazo
soltado por la vida, cada lazo
degenerado en estrangulamiento,
cada amor agotado o fraudulento,
requiere la terapia del abrazo.
Y la sombra en silencio nos envuelve
como una madre oscura, y nos devuelve
la paz perdida, la esperanza muerta.
La luz es distracción, beligerancia,
la tiniebla es la calma de esa infancia
que ansiamos recobrar, que nos despierta.
Los Angeles, 17 de septiembre de 2008
Poemas
Cuando voy por tu calle
Cuando voy por tu calle, se iluminan
absurdamente todas las farolas;
absurdamente, porque no es de noche,
absurdamente, porque soy antorcha
de inextinguible fuego,
emanando luz propia.
No soy extraño a este camino, llevo
casi un caudal de siglos y rapsodias
en mis sandalias y mi voz, y cargo
recuerdos y esperanza en mis alforjas.
Esta calle no es nueva, pero es nueva,
o así me lo parece. Se me agolpan
en los oídos tonos y palabras
que otro tiempo escuché, se me incorporan
a la piel viejos tactos, tan vigentes
como de haber nacido en esta hora,
y me llevan a ti, tan evadida
como si hubieras muerto, tan remota.
Me reconoce tu balcón, tu huerto,
el pino tan sereno, las magnolias,
y el perro, que no ladra,
pero agita la cola.
Por eso, cabalmente,
se me iluminan todas las farolas,
como entonando un himno silencioso,
pero radiante. ¿Y tú? Ya no te asomas,
apartando el visillo, a la ventana,
con la ansiedad a plenitud gozosa,
corriendo hacia la puerta, hacia el abrazo,
y luego en raudo ascenso hasta la alcoba.
Todo en tu casa y en tu calle sabe
que voy llegando, pero tú lo ignoras.
Hoy pasaré de largo,
se dormirá la luz en las farolas,
y al entrar de la noche agazapada,
no querrá despertar. Silencio y sombra.
Los Angeles, 17 de septiembre de 2008
Memoria
¿Dónde te conocí? ¿Cuándo llegaste,
repiqueteo anónimo, a mi vida,
como quien va de paso y sólo pide
un vaso de agua fresca, cristalina?
Tenías cálidos los ojos; luego
se fueron enfriando, como el día
filtrándose en el túnel de la noche,
y tu mano era tacto de ceniza.
Pero eso fue después. Antes viniste
como quien no presenta alternativa,
tú, sólo tú, sin pretender, quedándote,
aunque sólo pasabas de visita,
y tornándote, al fin, imprescindible,
como la luz y el mar, como la brisa.
Me quedé. Te quedaste. Pero ¿dónde?
Tanto tiempo ha pasado, y abatida
quedóse la memoria, aniquilada,
como al furor del viento las orquídeas.
Vestigios de oro abundan en la mente,
pero sin conexión, en la neblina
de tiempo y de lugar obliterados,
que ni saben morir ni resucitan.
Sé que viviste en mí, sé que te has muerto,
que fuiste fuego, pero ya ceniza
dispersada en los vientos interiores,
sin forma exacta ya, tan evasiva.
Es invierno. Hace frío. Estoy cansado.
Me tiendo bajo un álamo, a la orilla
de este camino absurdo
que no me lleva a donde quiero. Giran
las hojas últimas danzando al viento.
Una sombra a lo lejos se perfila,
acercándose incierta, vacilante.
No, no será apreciable compañía.
Cierro los ojos, se me enciende el sueño,
y apago esta memoria empobrecida.
Los Angeles, 17 de septiembre de 2008
No hay pérdida total
Se me ha abierto una cueva
donde estallaba el festival del alma,
honda sima de vértigo y silencio,
que desnuda el color, la luz apaga.
Me robaron el canto y la sonrisa,
y me dejaron soledad y lágrimas.
Mi canción ya es gemido,
lúgubre tono, errática palabra.
Quisiera hacerme río,
y huir, huir por páramo y barranca,
ofreciendo mi espejo a los sauzales,
las rocas grises y las nubes blancas.
El río, yéndose, se da a sí mismo,
sin requerir reintegro; se descarga
sobre la tierra, la fecunda y huye,
labor cumplida, e impremeditada.
Tal quiero ser. Si en pérdida y vacío
me sumerge la vida, o me arrancaran
cuanto un día me dieron, aún me queda
cuanto fluye de mí. No habrá mordaza
que me selle los labios, ni habrá dique
que represe mis aguas.
Si me dieran la noche,
aguardaré paciente a la alborada.
Si me ataran las manos,
me brotarán y extenderé las alas.
Si me arrancan los ojos,
observaré desde el brocal del alma.
Cuanto más me vacíen,
más lleno quedaré; se me dilatan
al interior los puntos cardinales,
y cuando más me quitan, más abrazan.
No hay pérdida total. Se pierde un poco,
y si se ha dado mucho, más se gana,
y más se vuelve a dar. Así es el ciclo,
y en este punto yo lo pongo en marcha.
Los Angeles, 17 de septiembre de 2008