Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Fragmentos

Índice

Poemas:
A mi fiel amigo Bek Mundo de ciegos Arrastro un hilo Lejano el mar Proyecciones Para mí solo canto Día vendrá Sigue lloviendo
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Breverías

2221
Me agoto en esperanzas e ilusiones y en malaventurados sueños de oro, que no son sino esbeltos galeones en incesante fuga. Si aminoro mi ambicioso caudal de aspiraciones, yo mismo me empobrezco, me desfloro; y no sé si soñar inútilmente, o adormecerme en corazón y mente.

2222
Téjeme un sueño con tus propias manos, esas manos que nadie ve, que exploran, al fondo de la mente, interrogantes. Transplántenle tus dedos hortelanos a mi campo interior, que me devoran ansias de ti, de devenir amantes.

2223
La blusa es el abrazo subrepticio que te deseas a ti misma, acceso que tantos miran, mas ninguno ve. La llevas como un íntimo ejercicio, dinámico, ajustado, como el beso que te dan, sin saber quién o por qué.

2224
Percibo en tus palabras la fragancia de lejanos rosales, adentrándose en mí por cada poro, y la clásica, pura, resonancia de violines en tardes otoñales, o de flautas al pie del sicomoro. Sigue hablándome así, que escucharía en éxtasis de piel tu melodía.

2225
Séquense ya los ríos, encapótese el cielo, duerma el viento, marchítense las flores, tórnense estériles los sembradíos, inmovilice el mar su movimiento, y apáguense murmullos y colores. Voy a extinguir mis luces interiores, la sed de amar, la voz del pensamiento.

Poemas

A mi fiel amigo Bek
Un día me iré, amigo; me iré al lugar oscuro, indefinible, al que forzosamente caminamos, y del que nadie consiguió evadirse. No será deserción, ni desamparo, por no haber sido mi obra; cada origen lleva tatuados el lugar y fecha de su final, con rasgos invisibles. Estamos programados a la muerte desde nuestras raíces. Ese día, esa noche permanente, tus grandes ojos tristes me buscarán en el salón, la alcoba, por la ventana en patios y jardines, mas sobre todo en este rinconcito siempre tan nuestro, donde tu yaciste a mis pies tantas horas, cuando, soñando amores imposibles, o reprimiendo lágrimas, o jadeante de ímpetus de tigre, generaba mis versos, genuinos hijos de las más sensibles fibras del alma y de la piel, surgiendo como palomas, águilas o cisnes de esta pantalla conectada al mundo, en diálogo vital de Eros y Psique, de espíritu y de carne, idea y tacto. Amigo mío de ojos de violines, de insaciable exigencia de cariño en urgencias y ardor nada sutiles, forzando la cabeza entre mis brazos, tú, tan hambriento de caricias; dime que volverás, aunque sin mí, a este espacio compartido por ambos y ya libre, apagado el pc, la pieza a oscuras, la silla inmóvil, y la superficie de la mesa desierta de papeles, los de palabras vivas, y los grises, enterrados ya en féretros de plástico, negro silencio para voces vírgenes. Dime que mantendrás el breve espacio en que ahora yaces a mis pies, al irme; mi compañero fiel de tantos años, de las horas calladas, y felices. Sabrás, sin duda, que una vaga sombra te acompaña, a los otros invisible; y moverás la cola, como siempre, para darme a entender que no estás triste.
Los Angeles, 14 de enero de 2010
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Mundo de ciegos
Lograr quisiera un día la bienaventuranza de los ciegos, su independiente vínculo a las formas, su abandono sereno. Crear mi propio mundo, a mi capricho, sin colores, sin luz, y sin espejos; noche absoluta, donde las estrellas permanecen dormidas; un misterio descifrable tan sólo por las formas que el tacto va leyendo; por los aromas, generando flores inmarcesibles; por el movimiento del agua rumorosa, en surtidores, que se desploma y huye entre los dedos; un mundo de sonidos más variados, mucho más perceptibles, hervidero de notas, cantos, ráfagas, rumores, que me ciñen en intimo aleteo. Y la palabra. La palabra oída, sin filtro en la mirada o en los gestos, que desvirtúan el sentido puro de cada pensamiento. Y el tacto, esa visión quizá imperfecta, mas elaboradora de lo bello, pintor de diez pinceles que ignora imprecisiones y defectos. El tacto ve la piel, y la enaltece, y ve mejor el alma quien es ciego. Crear mi propio mundo, a mi capricho…, mas, ay, sin ver tu rostro sobre el lecho.
Los Angeles, 17 de enero de 2010
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Arrastro un hilo
Arrastro un hilo inmensamente largo que no logró quebrarse con el tiempo, pese a desafiantes tiranteces. Compacto nudo atrapa mi recuerdo, como grillete de oro, conectado a mi afecto. Si las adversidades me inducían una vez y otra vez a deshacerlo, intacto lo mantuve, e intacto lo mantengo. No se renuncia a los valores vivos, ni se arrojan las perlas a los cerdos. Mi nudo permanece, aunque haya sido desvinculado el nudo al otro extremo. Podría desatarlo, o cortarlo de un tajo, si mis dedos (nudo gordiano a estilo de Alejandro) no acertaran a hacerlo. Mas perdería irremediablemente lo mejor de mi vida, cada gesto que en ella percibí, cada vivencia, cada imagen, o júbilo, o concepto, que aún pueblan los parajes más recónditos desde la mente al corazón y al sexo. Si ella deshizo el suyo, se hizo causa de su empobrecimiento. La renuncia a un pasado, breve o largo pone de manifiesto más carencias y más limitaciones que el revés provocado, aunque sangriento. Pierde más quien se aleja, lo ha perdido con anterioridad, es el entierro del alma que amó un día, y que por fin se ha muerto. Quien es abandonado sobrevive, ciertamente en dolor y en desespero, porque le grita el alma con más clamor que en otro día el cuerpo. Quien se va plantará nuevos rosales, desprendido del hilo de otro tiempo, y olvidará, que es pérdida, y cargará a la espalda un mausoleo. Yo seguiré arrastrando este hilo aciago, cometa arrebatada por el viento, sin saber dónde va, pero consciente de cuanto fue, dentro de mí, muy dentro.
Los Angeles, 17 de enero de 2010
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Lejano el mar
Lejano el mar me llama, me dialoga, su rumor son palabras, y respondo. Tiene inflexión de amigo en confidencia, mitad arcángel y mitad demonio, con el candor extático del uno, y la sutil perversidad del otro. Le dejo hablar, apenas interrumpo la magia de su voz, casi monólogo. He estado en él, inmerso, tantas veces, en abrazo desnudo; su retozo dejándome caer, como una novia brindando su oquedad, o sobre el lomo de su oleaje blanquiazul, yo mismo sintiéndome una oferta a los antojos de dioses invisibles que entre nubes traman ardid de festival erótico. Le escucho, es recital, canción, murmullo, franca revelación, luz y alborozo. Desde lejos se expresa como si me tocara sobre el hombro, con la afabilidad, con el donaire, de quien está presente, aunque remoto. Se arrastrará a mis pies, blanca sonrisa, si avanzo por la playa; si, coloso, guerrea anárquico al acantilado, su voz me llega no como alboroto, mas como aire gentil, insinuante, como el amigo que me ofrece apoyo. Lenguaje tal, para otros irascible, es para mí caricia sobre el rostro. Llevo una caracola en mis viajes para escucharle siempre, melancólico de no alcanzar a veces su contacto, su aroma y su regusto salitroso. Me habla en la íntima voz de los amantes, como yendo a mi lado, codo a codo. Lejano el mar me llama, me dialoga, su rumor son palabras, y respondo.
Los Angeles, 18 de enero de 2010
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Proyecciones
Yo pensé que me amaba; lo indicaban sus palabras de sedas y disparos, su mirada insondable, la exquisita destreza de sus manos, fluyendo amor del fondo del espíritu, y en la sima del sexo descargando. Yo pensé que la amaba; ni el recelo ceñía en torno a mí su amargo abrazo, ni el ensueño admitía incertidumbres, primavera de cielo azul, diáfano. Y ahora sé, más que nunca, que no era hipótesis con pies de barro, no era sólo creencia o conjetura, era sólida fe esculpida en mármol. Dos convicciones, dogmas, evidencias, hasta rasgar la noche hostil relámpago. La certeza en mí mismo no se resquebrajó, fue como antaño. Los golpes no amortajan los amores, los resquebrajan cuando son precarios. Pero su amor… , que yo juzgué tan firme, a prueba de seísmos y naufragios, era un espejo de mi propia mente, un reflejo no más de mi arrebato. En ella proyecté mis abundancias, lleno el suyo, si lleno era mi cántaro, efervescente, si exaltado el mío, penetrante, si el mío apasionado. Mas sólo conocía mis acordes, mientras era su ritmo imaginario. Lo que fue mi castillo aún está erguido, y el que le atribuí, desvencijado. Soy el amor que galopó la estepa, y aunque hoy camina, avanza paso a paso.
Los Angeles, 18 de enero de 2010
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Para mí solo canto
Puedo cantar porque la brisa es pura, la luz deslumbradora, el mar, amplia sonrisa reiterada en la arena, y las farolas aletargadas en el sueño diurno como gatos dormidos a la sombra. El viento es aspereza, y me enmudece, la lluvia es añoranza melancólica, me despierta lamentos, elegías, y en voz baja mis quejas se desdoblan. Quisiera cabalgar sobre las nubes, corceles de algodón, cuando se agolpan al vértice del día, recorrer la sangrienta trayectoria de su explosión crepuscular, rodando hacia la línea horizontal remota donde nace la noche, y en el silencio oscuro ser rapsoda recitando mis versos para nadie, para mí solo, en soledad sonora. ¿A quién importa lo que pienso o digo? ¿Quién mira mi reloj hora tras hora inquiriendo detalles de mi vida, cómo brotan o cuándo caen mis hojas? Árbol enhiesto soy, nadie me trepa, nadie se aloja en mí, nadie me poda. Canto al mar y a la luz, canto a la brisa, si alguien me escucha súmese a mi estrofa.
Los Angeles, 18 de enero de 2010
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Día vendrá
“Quand vous serez bien vieille, au soir, à la chandelle, assise auprès du feu, dévidant et filant…” (Pierre de Ronsard)
Recordarás un día, aunque ya tarde, tus blandos alaridos una mañana clara sobre lecho que nunca fuera mío; ambos llevando al dedo incompatibles, pálidos anillos, sin el destello de los viejos tiempos, cuando significaban compromiso. Trocados en costumbre irrelevante, carecían de símbolo. Era tu lecho, yo era el invitado que no halló entre las sábanas vestigios de su condueño, ausente. Eras más que un capricho, más que una golondrina de verano, eras ya íntima parte de mí mismo. El tibio sol de abril se nos filtraba por la ventana abierta, y un idílico aroma de jazmines se enredaba, saltando del balcón, en los visillos. A través de los años y países mucho he jugado, pero no vivido; se juega a flor de piel, pero se vive sólo en ese rincón en que el instinto se abraza al vértigo y al sentimiento en imperecedero remolino. Una vez lo viví, y aún hoy perdura, aunque tal vez no digas tú lo mismo. Pero entonces rompías en sollozos, de entusiasmo al llegar, mas de cuchillos rasgándote la entraña, al final del capítulo. Aquel día abrileño, sintetizando en pocas horas siglos, unciendo juventud y primavera y acelerando impulsos y latidos, me adentraba en ti misma, intermitente, reproduciendo el ciclo de lentísimo avance en un ‘te amo’ suavísimo, y de repliegue súbito, una vez y otra vez, al estallido. Día vendrá en que volverás el rostro a aquellos días. Granarán los trigos, o nacerán las rosas, o los álamos perderán su ropaje en el silbido de un viento gris, o llamará la nieve queda, muy quedamente a tu postigo. Tal vez sentada al fuego, entre tus manos uno de mis libros, y te dirás nostálgica: ‘Cuánto me amó’. Mas ya no podré oirlo.
Los Angeles, 18 de enero de 2010
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Sigue lloviendo
Sigue lloviendo. El viento zarandea la encina gigantesca frente a mi casa; el patio se cubre de bellotas, y de huellas diminutas, verdosas, que el cemento absorbe y adjudica permanencia. La luz se duerme, turbia, en la calle desierta, y el humo intenta erguirse en fuga azul de cada chimenea. Es un día de invierno, es una tarde de esas invitadoras a encerrarse en casa, tenderse junto al fuego, abrir las puertas de la imaginación y los sentidos, un café y un coñac, y una colmena de travesuras en febril zumbido, elaborando miel entre las piernas. No has pasado de largo, te has quedado en transparente oferta. Danzan las llamas sobre el tronco ardiente, cuya vivaz crepitación no es queja, mas ruego en balbuceo hacia una nueva pira, toda nuestra, sin preguntas, ni fines, ni proyectos, sin calendario ni reloj. Me quema tanta urgencia de ti, tantos violines sobre tu piel, tensándose las cuerdas, y en mi piel atabales africanos despertando leopardos y panteras. La desnudez es libertad; libremos carne y espíritu de tal manera que ambos fluyan, fluyamos como ríos, brisa que abraza, claridad que anega. Eres red y me envuelves, y me atrapas, soy altar y soy víctima en ofrenda. Apaguemos el tiempo, llueva el tacto sobre nosotros como llueve fuera.
Los Angeles, 19 de enero de 2010
Diseño: Carmen Álvarez
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