Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Caracola

Índice

Sonetos:
Llegas Tu mano Caracola (I) Caracola (II) Caracola (III) Perder Pedestales Fui galeón
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Breverías

2576
El Café es una cápsula de ruidos, y un dinámico cruce de senderos. Ni por ti ni por mí son percibidos, los dos, uno en el otro, viajeros. Soy casi tú, secuestro tus sentidos, y tú haces a los míos prisioneros. Tal vez el mundo existe y nos rodea, pero algo en torno nuestro lo bloquea.

2577
Esta avenida es río que nos lleva. Sin objetivo andamos, por andar. Se agite el viento, brille el sol o llueva, somos meta, sendero y caminar. No voy hacia, voy con; y cada nueva pisada en nuestro avance ha de marcar cuatro huellas idénticas, doradas, como por sólo un mismo pie estampadas.

2578
Se analiza el amor que fue truncado, como la pérdida del joven hijo. Qué altitudes hubiera conquistado, qué orgullo, qué dolor, qué regocijo hubieran prorrumpido en su carrera a través de su tiempo y nuestra vida. Se forja una utopía, se pondera, se da mil vueltas, pero no se olvida.

2579
Aunque apagaras nuestra luz, y a oscuras, y extendidos los brazos, aún intente hallarte en esta noche que me has hecho; todavía entreveo dos figuras que eran, a plena luz, lo equivalente de una sola, adosadas pecho a pecho.

2580
No has sabido de mí; mas yo recibo en asidua corriente tus mensajes, sin que tú los envíes. De mí brotan. Has sabido de mí. Cuanto yo escribo, aunque habla a todos, no es sino montajes de ti, que al no leerlos, te rebotan.

Sonetos

2770 - Llegas
Llegas rompiendo el aire, apresurada, sobre los hombros siglos de vacío, cubriéndome la piel, lúbrico río desaguando temblor sobre la almohada. Mi noche, luz y miel, deshabitada de esmeros grises, luce el atavío de galán que, ignorando el graderío, fija sólo en su dama la mirada. Se han cerrado las puertas de la ausencia, y no nos queda más que la evidencia de este presente por el que has entrado. Desnuda eres más bella y, si tendida en paralelo a mí, desinhibida, serás la apoteosis del pecado.
Los Angeles, 28 de octubre de 2011
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2771 - Tu mano
Tu mano taumatúrgica reaviva los estratos del alma entumecidos, recupera crepúsculos perdidos, despierta amaneceres; y motiva. Me siento renacer. Tu iniciativa de extenderles el tacto a mis sentidos de repente enmudece los ladridos del Cancerbero, que la muerte activa. Esta explosión de brío que me aflora, originada en ti, me corrobora mi trayecto de vida disponible. Voy a gastarlo en ti, pues de ti fluye. De no hacerlo, se pierde, se diluye; caudal, si no gastado, intransferible.
Los Angeles, 28 de octubre de 2011
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2772 - Caracola (I)
Tiene el mar, entre rocas, caracolas que un tiempo fueron ávidos deseos, ya surgiendo del fondo en burbujeos o cabalgando a lomo de las olas. Sonaban a lo lejos barcarolas, en los bares del puerto, entre rasgueos de guitarras, fugaces aleteos de gaviotas, flotar de banderolas. Tú, descalza, y al aire la melena, en caricia ambos pies de agua y arena, y en no sé qué misterios abstraída, caminabas la tarde, rastreando tal vez ese deseo azul y blando que no supo atrapar tu alma dormida.
Los Angeles, 29 de octubre de 2011
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2773 - Caracola (II)
El mar, al fin, te reveló el secreto. Al quedar su color de porcelana herido por el sol de la mañana, descubrieron tus ojos el objeto. Forma cónica, espíritu indiscreto morando al interior, e historia arcana revelándose más y más cercana, al hacerse tu examen más completo. Aplicada al oído, un torbellino de rumores y ráfagas provino de remoto país, allende el mar. No sé qué fue, pero reconociste, al fondo de ellos una voz tan triste que su autenticidad te hizo llorar.
Los Angeles, 29 de octubre de 2011
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2774 - Caracola (III)
Eran tiempos de miel, de admiradores, estrechando su cerco en torno al vuelo sensual de tu vestido, blando anzuelo cebado con indicios de favores. Ninguna oferta redobló tambores en tu interior, y cuando el terciopelo de mansa voz logró agitar el suelo bajo tus pies, tornaste a otros rumores. Fue la voz que obstinada te ha seguido, lugares y años, ya como gemido, o susurro, o gentil revelación; que juzgabas perdida, y que lo ha estado, y aún hoy no sabes, cuando te ha llegado, si un día aplacará tu desazón.
Los Angeles, 30 de octubre de 2011
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2775 - Perder
Perder tal vez refuerza y enriquece, mas no hay júbilo uncido a la derrota, y su recuerdo sin cesar azota mente que sueña, cuerpo que envejece. Besos que no te di, voz que enmudece al punto de la oferta, sed que acota las ansias de beber, aun cuando brota tal manantial de quien se nos ofrece. Y esos trances de amor, la coyuntura en que nos vimos, que la edad madura con razón califica de fracaso, no sé qué clase de enseñanza encierran, pues tanto no aprendimos, y se aferran más a uno mismo al borde del ocaso.
Los Angeles, 30 de octubre de 2011
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2776 - Pedestales
Eran simples personas, mas hicimos de su limitación divinidades, fabricándonos míticas verdades que tal vez en el fondo no creímos. Y sin embargo, no las abolimos. Ornaban nuestra vida, falsedades de retablos luciendo variedades de vástagos, sarmientos y racimos. Obra de mentes de cartón o estaño, la exaltación engendra el desengaño, al traslucir por fin su deficiencia. El tiempo derribó los pedestales y, ya a nuestro nivel, vimos qué iguales eran a nuestra propia menudencia.
Los Angeles, 30 de octubre de 2011
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2777 - Fui galeón
No fue el calor besándome las manos al rozarte los senos, el motivo de mi celebración por estar vivo en horas y lugares tan mundanos. Ni el susurrar tus labios los tempranos apremios a fervor más agresivo, o el lenguaje frenético, lascivo, o los actos tan puramente humanos. Fue contemplar el ángulo creciente de tus muslos abriéndose en urgente clamor febril de súplica y entrega. Y al reclinarme en tan profundo abrazo, fui galeón lanzando un cañonazo, reclamando este mar donde navega.
Los Angeles, 30 de octubre de 2011
Diseño: Carmen Álvarez
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