Breverías
2656
A sangre y fuego vienes,
con el fuego en la sangre, amada mía,
caravana de trenes
que ni huyo ni detienes,
al arrollar veloz mi anatomía.
2657
No te he visto desnuda,
pero te he desnudado muchas veces
en esa zona muda
y ciega en que se anuda
el deseo a la mente y te me ofreces.
2658
Sufro de tu deseo,
porque sé de tu lecho solitario,
y conozco tu arqueo
del torso, y el jadeo
que en la noche se te hace necesario.
En mi noche te imito,
a tu complicidad acomodado,
sincronizando el rito.
Oh, torneo maldito,
encarando a una sombra, y derrotado.
2659
Va dejando un reguero,
detrás de sí, la fuga de los años:
El eco de un bolero,
victorias, desengaños,
y sobre todo un vasto basurero.
2660
De tu lengua a mi oído,
tu voz de agua, si clara, fluctuante,
me deja dividido
entre mi fe de amante
y mi lógica de hombre vigilante.
Sonetos
2898 - Balcones (I)
Vivía en el tercero. Mi vecina.
Extraños en pasillo y escalera,
ambos balcones eran madriguera
de objetivo que casi se adivina.
Emergía entreabriendo la cortina
como quien sabe de alguien a la espera,
y se tendía al sol de primavera,
con los ojos cerrados. Su rutina.
Yo, en mi balcón, absorto en la lectura,
o pretendiendo estarlo, era escultura
que nada o nadie logra perturbar.
Tras la serenidad de ambos semblantes,
bullían intenciones apremiantes
que apenas se dejaban refrenar.
Los Angeles, 13 de febrero de 2012
2899 - Balcones (II)
Era la tarde languidez de seda,
humo flotante sobre los tejados,
y ofrecían sus lanzas los cruzados
de la sensualidad por la alameda.
Amantes sin rubor, cuyo afán rueda
en libres movimientos desatados,
de sus varias destrezas embriagados,
y que una vez vividas, poco queda.
Ambos, desde el balcón, los contemplábamos,
y entre avidez y envidia imaginábamos
nuestra propia aventura o galanteo.
Y establecimos el primer contacto,
sólo visual, y breve, mas fue el acto
que apuntaló nuestro íntimo deseo.
Los Angeles, 14 de febrero de 2012
2900 - Balcones (III)
Detesto el arquetípico estribillo
de las primeras frases, la torpeza
de fracturar el hielo o la corteza.
¿Precisamos acaso lazarillo?
Fue perdiendo distancias el pasillo,
y adquirió afinidad, y gentileza.
Se inició la sonrisa, que tropieza
sobre los ojos, despertando el brillo.
Tal vez nunca logramos el efecto
de enfocar las ideas en directo,
cabrioleando en círculos triviales.
Mas no en esta ocasión. Si bien exiguas,
fueron palabras claras, nada ambiguas,
como sin detenerse en los umbrales.
Los Angeles, 14 de febrero de 2012
2901 - Balcones (IV)
Me abrió la puerta; a media luz la estancia,
impregnada en las notas de un bolero;
cómodo el mobiliario, pero austero,
y el incienso irradiando su fragancia.
Sonreía. Y en frívola elegancia,
se ajustaba con aire zalamero
la bata de satén, que con esmero
reduciré a embrollada irrelevancia.
Adiviné su desnudez radiante
bajo los pliegues, y en el mismo instante,
ella, advirtiéndolo, avanzó su beso.
Y me dejé llevar. Nunca he vivido
mejor amor que cuando me han servido
la copa del placer hasta el exceso.
Los Angeles, 14 de febrero de 2012
2902 - Balcones (V)
Salimos al balcón. Entre macetas
de gardenias y nardos, la tumbona
se revelaba, al sol, anfitriona
sugiriendo actitudes indiscretas.
Al aire libre, y en las horas quietas
de la tarde abrileña, se abandona
toda aprensión, y en torno a la persona
que nos sonríe, giran los planetas.
La brisa era en sí misma una caricia
sobre la piel, mas no con la pericia
de la mujer desnuda junto a mí.
Fue su placer desentrañar el mío,
rebosándome en ímpetu de río
en que incondicional me sumergí.
Los Angeles, 15 de febrero de 2012
2903 - Balcones (VI)
El crepúsculo acecha, y oscurece.
Por las aceras se despierta el ruido;
el día va apagándose, vencido,
y la noche se enciende y reverdece.
Ciudad de doble luz. La que se ofrece
de madrugada al brazo decidido,
y la que reverbera en la libido,
a la barra del bar, cuando anochece.
Desde mi altura, en el balcón, advierto
la búsqueda incesante en el desierto
de tantos cuerpos desprovistos de alma.
No sé si me complazco o me atribulo.
Te miro, junto a mí, y me congratulo
de este nido, este vértigo, esta calma.
Los Angeles, 15 de febrero de 2012
2904 - Balcones (VII)
Vengo de mi trabajo. Ya no acecho
mi balcón, sino el tuyo, aunque vacío.
Regresarás más tarde, mar bravío
de ofertas y demandas sobre el lecho.
Volveré a navegarte, en el estrecho
pasaje de los muslos, con el brío
de esta proa viril de audaz navío,
que en su voracidad queda deshecho.
Me fascinan tus aguas, tu oleaje
de cúspides rosadas. Qué viaje
de miel por su amplitud y sus cavernas.
Se abre y termina en ti mi singladura,
y en tu puerto fondeo mi ventura.
Ay, si fueran tus dársenas eternas.
Los Angeles, 15 de febrero de 2012
2905 - Balcones (VIII)
No acierto hoy a mirarte desde el nido
de mi propio balcón, ya irrelevante.
Fue retiro y fortín cuando, ignorante
de tu complicidad, anduve huido.
Hoy miro al tuyo, y por tu ausencia mido
mi exigüidad, y por tu rutilante
advenimiento, la eclosión galante
de mi fervor, sin ti desvanecido.
Tu pronta aparición me resucita;
si no es pronta, mi tiempo se marchita
entre el desvalimiento y la ansiedad.
Vive ya tu balcón bajo mi pecho.
Qué avenida triunfal hacia tu lecho,
retablo horizontal de intimidad.
Los Angeles, 15 de febrero de 2012