Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
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Sonetos:
Dentro de mí Soneto barroco ¿Te has ido? La encina Celos Amado muerto Tus colores La fragua
Poemas:
Mar adentro Mi obra Yo Lejos Mujer en la playa
seperador

Breverías

219
Por caminos insólitos bajando siento el agua caliente de la ducha…. ¿O son tus manos, que me están amando?

220
Te has muerto en mí, y amortajada y fría, careces de la risa redentora. Sarcófago de olvido y apatía recogerá tus restos…Nadie llora.

221
Transeúnte de tus desfiladeros he de medir las simas y distancias, y hacer a tus vigías prisioneros en las cumbres de tus protuberancias.

222
Mi pensamiento al tuyo le reclama, y mi sentir a tu sentir requiere; y cada noche espero que me espere tu amor desnudo junto a mí en la cama.

223
Bajo los verdes olivos la despojé de sus miedos, y tras los besos furtivos no hubo intentos fugitivos, sino ofrecimientos quedos.

224
Latigazo de luz, trueno vibrante, tormenta que le arranca el eco al monte, lluvia sobre las olas, incesante, eléctrica descarga fulminante… Eres tú: Permanece en mi horizonte.

225
Oh, encantadora adúltera, desciende sobre mí con tus ansias reprimidas derramándose libres, y no impidas ese anárquico impulso que pretende dar nueva dirección a nuestras vidas.

226
Quiero enfocar mi luz en las esquinas de tus compartimentos interiores para ver las victorias y las ruinas derivadas de todos tus amores. Y aún si los pies descalzos se me enredan en maraña de cardos y de abrojos, no habré de abandonarte, porque aún quedan lágrimas incesantes en mis ojos.

227
¿Cómo puedo tenerte tan presente si va mi pensamiento extraviado, sordomudo perdido entre la gente? Hay una voz secreta que me miente insistiendo que tú estás a mi lado, mas mi mano extendida no te siente.

228
Si has de partir, arráncame la idea que de tu rostro llevo en mí grabada. No quiero que me enturbie la mirada y me haga verte aún cuando no te vea.

229
¿Cómo te puedes ir si no has venido? ¿Cómo te ausentarás sin conocerte? ¿Cómo en tan corto tiempo habrás podido herirme el corazón para quererte? ¿Cómo te sueño sin estar dormido? ¿Cómo, sin nunca verte, puedo verte? Cómo quisiera percibir tu mano, tu voz y tu calor, amor lejano.

230
Serás Moisés, amontonando el agua a ambos lados del hondo cauce seco; o Afrodita, surgiendo de la espuma, húmeda y tentadora como un beso; o Nereida sensual, bajo el tridente de Poseidón, flotando los cabellos. En el azul del mar veo tus ojos, y entre las olas tu contorno veo, oscilante a la luz de la mañana, marea de caderas y de senos.

231
No indagues demasiado en mis desvanes que hay zonas que mejor será no verlas, porque puedes hallar entre las perlas las telarañas o los alacranes.

232
Si intentas desvelar lo impenetrable, con llave auténtica o falsificada, quizá hallarás la flor, quizá la espada desgarradora al tajo inevitable.

233
¿Cómo tienes el alma tan vacía, si yo la tengo en plenitud de amores? ¿Será que están dormidos tus valores, o será que soy tuyo y no eres mía?

234
Hazte niña pequeña en mis rodillas, y envuélvame el anillo de tu abrazo; entiérrame en el hombro las mejillas, y sonríe en la paz de mi regazo.

235
No retires tu mano de mi cara, suave calor y cálido contacto devueltos en mirada dulce y clara; quiero firmar contigo un nuevo pacto de entrega permanente, no de un acto, y sellarle en un beso que rodara sobre tus ojos, boca, oído y tacto.

236
Al cabalgar en mi corcel, no quiero forzar el freno al sujetar la rienda; con mis rodillas solamente espero que advierta mis deseos, y me atienda.

237
Bajo la piel, intenso, apasionado; sobre la piel soy sólo sugerencias; y la mujer que el corazón me ha dado, pide que las transforme en exigencias.

238
En concéntricas ondas expansivas, satisfacción y orgullo han arribado a las orillas de mis perspectivas, desde donde te veo, y me han dejado satisfecho de que una vez más vivas, y orgulloso de haberte despertado del letargo que trajo tu aislamiento, para otorgarte un nuevo sentimiento.

Sonetos

98 - Dentro de mí
Al mirarte, desvías la mirada, temerosa de hallar en los espejos de mis pupilas íntimos reflejos, opuestos a tu próxima arribada. Esa imagen perdió la llamarada que brilló inextinguible en tiempos viejos, y ahora arrastra sus pasos a lo lejos, vagabunda de senda extraviada. Sumérgete en el foso de mis ojos, si un día impuros, ya purificados, entra de frente y baja sin temor. Romperé de mis puertas los cerrojos, expulsaré a inquilinos e invitados, y estarás sola, libre y por amor.
Los Angeles, 23 de junio de 1998
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98a - Soneto barroco
Soy un hombre que fue, sin haber sido, pues la mujer que pudo ser, no fue; por eso estuve, estoy, quizá estaré en posibilidades retenido. La mano que me hubiera sostenido no me asió cuando lo solicité; contra toda esperanza la esperé, desesperadamente dolorido. Y los años pasaron, paso a paso, como el agua del río, sin retorno, tornando mi ventura en desventura. Y ahora el tiempo es escaso en el ocaso, y hay sólo soledad en mi contorno que hace oscura y sin cura mi locura.
Los Angeles, 23 de junio de 1998
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99 - ¿Te has ido?
¿Has cortado el cordón umbilical que enlazaba tu sueño con el mío? ¿Cómo podrán vivir con tanto frío, sin quebrarse sus formas de cristal? Gira mi mente en rápida espiral, sin hallarte en mi círculo sombrío; en tu ausencia me visto de vacío, sin tu voz hay silencio sepulcral. Si no vuelves, será la primavera un nuevo invierno, pesimista y largo, y sólo espinas brotará la rosa. Yo viviré expatriado en la frontera infranqueable del olvido amargo, ciego de amor en noche silenciosa.
Los Angeles, 24 de junio de 1998
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100 - La encina
Ven, leñador del bosque soñoliento contra la encina gris de mi tristeza, con absurda raigambre en la cabeza y en esterilidad de sentimiento. Aplica el hacha al tronco polvoriento arrancando a mordiscos la corteza, rompe el alma del leño, que ya empieza a perder en las ramas el aliento. Desmenuza mis miembros en astillas para resucitar el viejo fuego, dormido en las cenizas, moribundo. Pero si me abrazaran sus rodillas en oferta espontánea, sin mi ruego, incendiaría su pequeño mundo.
Los Angeles, 2 de julio de 1998
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101 - Celos
Me resisto a adentrarme en tus archivos porque hay cartas de amor que no he firmado, respuestas que a mi nombre no han llegado, fantasmas que parecen estar vivos. Me dominan impulsos vengativos contra enemigo no identificado, y se repliega el corazón frustrado con la razón y el ánimo cautivos. Quisiera prender fuego a los legajos de extraño contenido y nombre ajeno, que me rompen la espalda con su peso. Nivélame, mi amor, los altibajos de esta pasión con el contraveneno destilado en mis labios por tu beso.
Los Angeles, 6 de julio de 1998
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102 - Amado muerto
No te enraíces en el desconsuelo, que es amarga la savia producida, y arrancará el encanto de la vida dejando en tu alma un témpano de hielo. Ni proclames tu luto bajo el velo de triste soledad por su partida, debes cicatrizar pronto la herida, que él vive en otro mundo u otro cielo. Si partir es morir en cierto modo, la muerte es solamente lejanía, y quien muere, no muere, va primero. Y aunque al final has de encontrarlo todo, ahora debes marchar en compañía, sonrisa abierta y ánimo ligero.
Los Angeles, 10 de julio de 1998
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102a - Tus colores
¿De qué color tienes el alma, amiga? ¿Roja sangrienta de pasión doliente? ¿Blanca y radiante de alba transparente? ¿Dorada en plenitud como la espiga? ¿Opaca en la penumbra de la intriga, o azul marino de ilusión naciente? ¿Verde esperanzador y sonriente, o indiferente gris que a nada obliga? Me acerco a tí con cándido optimismo, y el alma no percibe tus colores, afligida de intenso daltonismo. Pero advierte tu flor entre las flores, y llegará en la oferta de mí mismo a aceptar tu sonrisa y tus temores.
Los Angeles, 17 de julio de 1998
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103a - La fragua
Dolor de yunque en las entrañas llevo rompiéndome la carne a martillazos, pues vacíos de tí cuelgan mis brazos, y sin tu voz ni a respirar me atrevo. En la penumbra de mi fragua elevo una canción de hierro, y a zarpazos intento restaurar los viejos lazos forjándome otro resistente y nuevo. Y los ruidos metálicos resuenan noche y día, febrilmente incesantes, y en fuego y viento y fuerza se encadenan, sin lograr resultados importantes; porque al silencio oscuro se condenan a la hora de apartarse los amantes.
Los Angeles, 22 de julio de 1998

Poemas

Mar adentro
Hazte a la mar, intrépido argonauta, que marismas dormidas te aprisionan, y sobre el fondo oscuro del silencio vendrá remando una canción remota. Iza las velas de la fantasía, marinero nacido entre las olas, que el viento ha despertado, y se columpia con crujir de poleas y maromas. Dulces sirenas, ninfas somnolientas sobre la estela formarán escolta, e irá mi torso en desnudez salobre, bajo el bauprés, de mascarón de proa. Y en la noche agitada de borrascas que ahuyentan las estrellas temerosas, yo seré el fuego de San Telmo, ardiendo en el palo mayor como una antorcha. Mi presencia ha de ser ineludible, junto a tí y en tí mismo, en luz y en sombra. Seré la brisa que alborote el pelo, seré la lluvia que el costado azota, el medallón pendiente de tu cuello, en tu oído romántica salmodia, el salado sabor sobre tus labios, o el nubarrón que sobre el agua flota. Sin rosa de los vientos ni astrolabio, quizá no sepas dónde vas…No importa. No es al llegar, sino al surcar las aguas cuando se obtiene el beso de la gloria. Y mi beso tendrás, perenne, extenso, como jamás te haya besado otra.
Los Angeles, 26 de junio de 1998
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Mi obra
Te llevo a mi taller de carpintero, esculturable bloque de madera, reclinándote inerte en lecho de herramientas. Y al despertar los hierros de sus fríos sobre tí danzarán aires de fiesta. Suavizará el escoplo tus aristas a dentelladas en sonrisa envueltas, arrancando el perfil de tu figura bajo la mano experta; y a golpes de martillo, comenzará a fluir sangre en tus venas, y habrá pulso en las sienes, y el corazón palpitará con fuerza. En espiral se adentrará el taladro, trepidante en la carne que despierta, en invasión ruidosa penetrando íntimas zonas en labor intensa. Y apenas levantada de tu sueño, despojada del traje de madera, por mi destreza revitalizada, me pertenecerás sin resistencia.
Los Angeles, 3 de julio de 1998
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Yo
Soy pescador de espumas y labrador de vientos, soy jinete de nubes, y soy pastor de sombras, capitán de fantasmas, taumaturgo de intentos, arquitecto de sueños y piloto de alfombras. No veo con los ojos, con las ideas veo, sólo escucho miradas que desde el alma gritan, y de todos mis libros, únicamente leo los que siembran palabras que tiemblan y palpitan. Quien me mira gigante no ve mis pies de barro, y quien me ve sensible quizá me juzga endeble; mas rijo los corceles que tiran de mi carro dejando en los caminos una huella indeleble. No es un signo preciso, ni es un rastro perfecto, ni ruta sugerida, ni advertido desvío; es un surco en mis campos, es tan sólo un trayecto que tiene en mí su origen y su fin, y es muy mío. Y la mujer que venga, como amante o amiga, deberá estar dispuesta a recorrer mi senda; sobre el carro al galope, aún siendo yo el auriga, su mano irá en mi mano, empuñando la rienda.
Los Angeles, 7 de julio de 1998
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Lejos
Tengo pies de cemento, clavados en la tierra, y al desplegar las alas, sólo se alza la mente, combatiendo obstinada en desesperada guerra por el amor prohibido, por el amor ausente. Y esa luz oscilante desde tu propia orilla, de pálidos reflejos débiles y lejanos, transmite silenciosa en su voz tenue, amarilla, requiebros sin palabras, y caricias sin manos. ¿A qué tender un puente si no hemos de cruzarlo? ¿Por qué fletar un barco que no hemos de zarpar? Si sólo fuera un río, podría vadearlo; ¿mas cómo lograremos cruzar a nado el mar? Ah, las distancias largas, las vidas programadas, los deseos candentes que no llegan a ser; y los sueños despiertos, y las noches soñadas, y los besos perdidos en cada amanecer.
Los Angeles, 11 de julio de 1998
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Mujer en la playa
Mece sueños ocultos en ojos entreabiertos, sobre la arena en fuego bajo el sol de verano, y avanza sus deseos hacia mundos inciertos, tras la azulada línea de horizonte lejano. No ha de zarpar en barco remolcando una estela, ni pintando a brochazos de humo negro la bruma; ni será pasajera de frágil carabela al impulso del viento sobre la blanca espuma. Cuerpos semidesnudos, conversación cruzada, ruidosa algarabía y sombras ambulantes, no son más a su oído ni más a su mirada que imágenes opacas, y rumores distantes; porque no ven los ojos que las aguas navegan sino la nube inmóvil sobre el azul flotando; y sólo escucha el eco de palabras que llegan, vestidas de silencio, dulcemente implorando. Viejas voces fluyendo, gastados manantiales, pero tan nuevas siempre, de matiz tan lozano, que suenan espontáneas, frescas y virginales, cual doncella ignorante del toque de una mano. Y mientras las palabras bullen como agua al fuego, permanece la nube lejana, inalcanzable, y esta mujer la mira con insistente ruego, esta mujer tan sola, tan sola y vulnerable.
Los Angeles, 21 de julio de 1998
Diseño: Carmen Álvarez
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