Breverías
461
¿Le besarás quizá pensando en mí?
¿Estás pensando en él cuando me besas?
Tú eres mía tan sólo ahora y aquí,
y he de exigir que, como yo me dí,
a mí te des, sin dudas ni sorpresas.
462
No es la sonrisa que los años vieron
uncida a la carreta conyugal;
ésta es una sonrisa de cristal,
por la que extraño y propio compitieron,
y que evadió la cámara nupcial.
463
Lápiz de labios traigo para darle
más vibrante matiz a tu sonrisa,
marcando su contorno al deslizarle;
no intentes de momento capturarle,
déjale resbalar lento, sin prisa.
464
Embriagado de tí, mi vino añejo,
agitador de sangre, peregrino
en la persecución de un desatino
que ni admite prudencia ni consejo.
Desatino que tu alma arrebató;
ya sólo has de tener vida en la mía,
circulando en mis venas. ¿Quién podría
separarte de mí, si ya eres yo?
465
Tus palabras trastornan mi cordura;
¿te pediré silencio? No, no calles;
prefiero que elocuente me avasalles,
antes que mudo cures mi locura.
466
Nos une la distancia y nuestras manos,
confundiendo la piel acariciada;
oh, la visión de miembros tan lejanos,
dejando la pasión amotinada.
467
Noches inmensas, tristemente largas,
de insomnio envuelto en trémula lujuria,
crujiendo el cuerpo en soledad y furia,
noches inmensas, tristemente amargas.
468
Quien describe el fuego ardiente
dentro del alma encerrado,
dos veces lo mismo siente,
porque vive en el presente
lo que vivió en el pasado.
469
Bailad por mí en interminable danza,
ligeros pies, caderas oscilantes,
brazos desnudos, ritmos delirantes,
bailad, bailad, mientras la noche avanza.
Seguid, seguid bailando hora tras hora,
febril estímulo en mi fantasía,
y desencadenemos una orgía
con las primeras luces de la aurora.
470
Abrete, Sésamo, y ofrece al mundo
la fértil dádiva de tu riqueza,
que aunque el hombre es un pobre vagabundo,
arrastrando violencias y aspereza,
lleva un germen recóndito y fecundo,
creador de la luz y la belleza.
Dale oportunidad, dale esperanza,
y en un pincel transformará su lanza.
471
En torno a ti he de fabricar el nido
con ramas de calor y sensaciones,
donde incubar tus senos; y absorbido
en tus brazos, en ti estaré tendido
hasta que alcen sus picos los pichones.
472
Al hacerme el amor, hazlo adornado
de palabras en tono enardecido;
besame suave y entra decidido,
y creeré, aunque no estás enamorado,
que lo has estado cuando me has tenido.
473
Mis manos indecisas, manos frías
no se atreven a entrar en tu secreto.
Sólo si me desnudas y te aprieto,
recibiré el calor, y tu podrías
llegarte a mí en abrazo más completo.
474
Hablan mis dedos y tu piel escucha,
y responden tus dedos a mi piel;
sorben tus labios lágrimas de miel,
sucumbe mi agresión tras breve lucha:
Tú y yo, feroces tigres de papel.
475
Por timidez mantuve clandestina
la luz de mis deseos encendidos,
y en la sombra durmieron escondidos;
sólo tú has descorrido la cortina,
y a tí se abrazan, nunca más fingidos.
476
La ofrenda que de mí dejé en tu senda
presenta una envoltura inalterable;
ve más allá, que la genuina ofrenda
está dentro, soy yo, modificable.
477
En tus ojos he visto el hondo pozo
de inagotable y singular ternura,
que extiende más allá de la aventura
el roce físico, el ardor, y el gozo
de estar entrelazada a mi cintura.
478
Siento más el placer y el entusiasmo
al estar sobre ti, lento, sin prisa,
y besar en tus labios la sonrisa,
la infinita sonrisa del orgasmo.
479
Ayer no ví las calles ni la gente,
porque a tu lado, sólo a tí veía;
y hoy que camino sin tu compañía,
a tí tan sólo veo, amor ausente.
480
Ella me dijo un día: Siempre se muere un poco
cuando el cristal del sueño se quiebra en despedida.
Y respondí: Ese sueño recobra nueva vida
cada vez que el recuerdo de tu mirada evoco.
481
Me recliné, mirando a la distancia,
en la baranda del embarcadero,
y percibí en la brisa la fragancia
que tiempo atrás en tí advertí primero.
Graznaban en confusa discordancia
blancas gaviotas. Lejos un velero...
Y al deslizar mi mano a tu cintura
sentí mi soledad y mi amargura.
482
Qué pobre el corazón, qué limitado
para quererte como yo quisiera;
oh, si tuviera diez, oh, si tuviera
tanta capacidad que en mí encerrado
todo tu afán de amar permaneciera.
483
Pasarán los arroyos arrastrando rumores,
avanzarán las nubes en manso movimiento,
derramarán mis manos una lluvia de flores
al sentir tu presencia navegando en el viento.
Sonetos
257 - Dentro de mí
No sé si eres mi sangre o vas en ella,
pero cómo recorres mis sentidos…
Por su calor me arranco los vestidos,
y así desnuda me hallarás más bella.
Mi agitación es tuya, y me atropella
el insomnio con júbilos prohibidos,
dejando mis deseos consumidos,
no consumados; ésta es mi querella.
¿Cómo puedo decirte que a mí vengas,
si estás dentro de mí? No te detengas,
y circula en mis venas sin cesar.
Continúa este abrazo desde dentro,
pero no me retrases el encuentro,
que entre los tuyos quiero naufragrar.
Los Angeles, 23 de agosto de 1999
258 - Liberada
No soy mujer de rey o presidente
para gobierno de mis sensaciones;
ni me someto a ajenas elecciones,
ni acepto ser de nadie dependiente.
Libre de corazón, libre de mente,
dueña soy de mis propias decisiones,
si he de pisar sangrientos corazones
los pisaré con aire indiferente.
Al hombre trataré como él me trate,
si en paz, en paz; si no, en fiero combate,
con las armas del sexo o del amor.
Lo que quiero, tendré; tendré a quien quiera,
seré una dama, un ángel, o una fiera;
si alguien destaca, yo seré mejor.
Los Angeles, 26 de agosto de 1999
259 - Seducción
Seductora llegaste, y sometido
a tu poder quedé. Mi alma indefensa
rindió sus facultades; ya no piensa,
y su sentir me tiene seducido.
Sólo una vez recuperé el sentido,
y hallé mi libertad sin recompensa,
nube plomiza, amenazante, densa,
en cuya oscuridad me vi perdido.
Ya sólo soy quien eres, pues no tengo
ni cuerpo ni alma propios; me sostengo
de la energía que de tí absorbí.
Al incendiar mis huesos con el fuego
de tu pasion, me hiciste sordo, y ciego,
y mudo, y muerto…excepto para tí.
Los Angeles, 30 de agosto de 1999
260 - La norma
Mi recuerdo es de luz, no palidece,
ni consiguen las sombras estrecharle;
ni lograrán los vientos arrastrarle,
porque al pensar en tí sin cesar crece.
Mi esperanza es de mar, que no envejece;
mi deseo es de fuego, y ni domarle
podrá la adversidad, ni aniquilarle;
y de bronce es mi voz, que no enmudece.
Bajo mi forma de hombre hay un gigante
con alma de cristal y de diamante
que canta, llora y sabe resistir.
Y ese gigante en niño se transforma,
juguetón e indefenso, y se conforma
si es tu amor la medida del vivir.
Los Angeles, 30 de agosto de 1999
261 - Como el humo
Te quiero con amor de despedida,
desesperadamente incierto y triste;
con la ansiedad frustrante que persiste
cuando te vas antes de ser venida.
Con la trágica angustia de una vida
moribunda, que ya casi no existe;
con temblores de virgen que desviste
su carne en castidad desvanecida.
Amor tempestuoso y apacible,
dulce y amargo, amor inasequible,
tan inmediato, pero tan lejano.
¿Qué puedo hacer contigo, si estoy loco
pensando que te miro y que te toco,
y pasas como el humo por la mano?
Los Angeles, 2 de septiembre de 1999
262 - Adoración
Sólo el espejo presenció el suceso
por ambos tanto tiempo anticipado,
mi cuerpo erguido, el tuyo arrodillado,
tú mi cautiva, pero yo en tí preso.
Amor que entrega espíritu travieso,
es amor doblemente derramado;
en tí, porque me tienes encerrado,
y en mí que en tí tan suavemente ingreso.
Acunaron mis manos tu cabeza
con gentil movimiento, con firmeza,
lubricado el cilindro en tu humedad.
Y al alzar tu mirada hacia la mía,
comprendimos que todo respondía
a amor mezclado de sensualidad.
Los Angeles, 3 de septiembre de 1999
263 - Junto a tí dormido
Duerme la noche, y junto a tí dormido,
sin advertir que insomne tú me miras,
sueño que a mí te abrazas y suspiras,
que eres el mar, y en tí estoy sumergido.
Eres el bosque en el que estoy perdido,
y yo el aire arrullante que respiras;
tú la excelsa balada que me inspiras,
yo la única pasión que has elegido.
Y al despertar me encuentro tu mirada
tan entrañable sobre mí clavada,
y la tenue sonrisa seductora.
Y tu actitud de niña me conmueve
al ver que a la caricia no se atreve
tu mano inmóvil en tal dulce hora.
Los Angeles, 4 de septiembre de 1999
264 - La cadena
En torno al cuello, en permanente abrazo
vió los años pasar, mudo testigo
de lo que soy, de cuanto emprendo y digo,
de íntimas sensaciones que disfrazo.
Y al cabo de este breve, intenso plazo,
en que mi vida se volcó contigo,
no deberá permanecer conmigo,
signo de haber dormido en tu regazo.
Te he de poner al cuello mi cadena,
hombre que has hecho a esta mujer ajena
ser tuya, sólo tuya, tan vibrante.
Y en ti será un emblema, un atributo,
que en secreto dirá cuánto disfruto
entregándome a ti y siendo tu amante.
Los Angeles, 8 de septiembre de 1999
265 - Vendrás
Vendrás un día, y juntos sembraremos
simientes de pasión, que irán brotando,
cubriendo el campo estéril, y exhalando
suave aroma que nunca olvidaremos.
Y aquí, tú en mí, yo en tí, acumularemos
cuanto nació en la mente, cincelando
el mármol de aquel sueño, ya tan blando
que en la piel con la piel lo imprimiremos.
Tan espontáneo y fácil será todo,
tan incondicional, que cualquier modo
no imaginado nos será evidente.
Y con el alma rota al separarnos,
de nuevo intentaremos encontrarnos,
que nunca lo alcanzado es suficiente.
Los Angeles, 13 de septiembre de 1999
266 - Deserción
Tengo a mi lado un cuerpo de alma ausente
cuando mi alma requiere su cuidado;
y cuando un cuerpo necesito al lado
no hallo más que la masa indiferente.
Sola en mi casa estoy, bella durmiente
a la espera del príncipe encantado
que consiga dejar desanudado
el lazo que unce al yugo instinto y mente.
Tanto en la vida di, y esperé tanto,
que el gozo naufragó, y afluye el llanto
viendo la espalda del amor tan fría.
No puedo aspirar ya al resurgimiento;
jugué y perdí; pero llegó el momento
de reclamar mi vida como mía.
Los Angeles, 16 de septiembre de 1999
267 - Partida
De tí me voy, mas no con abandono,
mujer, ciudad, de mí ambas habitadas,
calor de besos, huellas de pisadas,
doble elegía de dolor entono.
De tí me voy, y al tiempo no perdono,
lento en llegar, veloz en retiradas,
que en la sedosidad de las almohadas
ahoga las risas en lloroso tono.
Me voy, me voy, pero contigo quedo,
con la esperanza de volver, y el miedo
de que cuanto en tí tuve se me pierda.
¿Cómo voy a vivir, ciego y vacío,
si queda junto a tí cuanto era mío,
y en mí sólo hay memoria que recuerda?
Los Angeles, 16 de septiembre de 1999
268 - El acto
“Es hielo abrasador, es fuego helado...”
(Francisco de Quevedo)
Todo el ardor del cuerpo se acumula
en torno al sexo eréctil y vibrante,
y tiembla cada miembro vacilante
en el frío glacial que le estrangula.
Hambre y sed de tenencia, ávida gula
de irresistible impulso estimulante,
traducido en ataque penetrante
cuya inserción la tensa piel ondula.
Absoluta fusión, fiera amalgama
de hombre y mujer clavados en la cama,
centro de fuego, extremidades frías.
Y en un instante la fisión sucede
reventando con ímpetu que excede
la aptitud de frenar sus rebeldías.
Los Angeles, 17 de septiembre de 1999
269 - El encuentro
Te he esperado, te espero, he de tenerte,
balandro de mi costa, cuya quilla,
surcadora del agua, la acuchilla;
así me rasga el ansia de envolverte.
Y cuando llegues, tal será mi suerte
que sin descabalgar, firme en la silla,
volverás a partir...Qué pesadilla,
soñarte tanto para así perderte.
Siguió a la aspiración la expectativa,
mantuvo el ansia la esperanza viva,
y la promesa alimentó el deseo.
¿Cómo no he de esperar tu advenimiento,
sea un día, una hora, o un momento,
si sólo en tí me regocijo y creo?
Los Angeles, 17 de septiembre de 1999
270 - Adios
Retenme para siempre en la memoria
tal como estuve en tí la última vez;
tantos recuerdos caen con rapidez
en la vertiente oscura de la historia...
No quiero ser la imagen transitoria
de una noche de amor y de embriaguez;
que permanezca en tí mi desnudez
cual te la dí, en apasionante gloria.
Y al rodar el torrente de los años
con su flujo de olvido y desengaños,
evoca con afecto nuestra unión.
Que aunque esté entonces lejos de tu vida,
presente estaré en tí, y en tí escondida,
sueño de un día, espléndida ilusión.
Los Angeles, 19 de septiembre de 1999
Poemas
Doce cantares infieles
I
Pensando en tí me acosté,
y en tus brazos me dormí,
pero cuando desperté
te habías ido, y noté
que otra se abrazaba a mí.
II
Deja el lecho acostumbrado,
donde el amor cada día
agoniza malgastado.
Levántate en rebeldía
y acuéstate hoy a mi lado.
III
De puntillas por la vida
para evitar las sospechas
de la entrevista escondida,
y ni confunde ni olvida
lugares, horas o fechas.
IV
Casadita, rosa triste
en búcaro ensombrecido
que ni reclama ni insiste;
yo soy el amor que existe
en tu soledad perdido.
V
Ese nombre susurrado
no es el mío, es una espina
desgarrándome el costado;
testimonio inesperado
de aventura clandestina.
VI
Se engalana la casada,
como nunca lo hizo, ahora;
y el fulgor de su mirada
a todos grita, callada,
que hay otro que la enamora.
VII
Al percibir la invasión
de su sexo en tus entrañas,
¿no está en tu imaginación
la absorbente seducción
del hombre con quien le engañas?
VIII
Amame ardiente de día,
en alcobas alquiladas,
porque la noche no es mía;
y vuelve a ser luego fría
a sus caricias cansadas.
IX
Desprendida de mis brazos
emprendes ahora el regreso...
Cómo detesto esos lazos,
dolorosos arañazos,
rasgando mi último beso.
X
Ya no huele a mí tu piel,
que rezuma otros sudores,
ni conozco esos temblores;
¿quién cabalgó mi corcel,
y quién deshojó mis flores?
XI
La pregunta te circunda,
ave de vuelo insistente
surgida de cada mente:
¿Por qué el rostro se te inunda
de esa luz iridiscente?
XII
Luz interior, ignorada,
del que a tu lado reposa;
luz que se durmió en la esposa,
luz que en amante y amada
volvió a brillar primorosa.
Los Angeles, 24 de agosto de 1999
Sola
Me despierto en la noche, y las palabras
que arrancaron tus dedos al teclado
danzan sobre mi cuerpo alborotado,
creando la exigencia de que me abras,
entres, y en mí te extiendas derramado.
Qué dilatada soledad me abruma,
a mi lado dormido tu recuerdo,
y abrazada a un fantasma el aire muerdo,
boca sin tí vacía, leve espuma
que al querer apropiármela la pierdo.
Quiero el anillo de tus brazos vivos
en sólido apretón en mi cintura,
implacable y hermética atadura
que haga mis miembros tuyos exclusivos,
siendo a la vez mi escudo y mi envoltura.
Pero no estás, y en cada noche sola
me recorren las manos de tu ausencia,
que son las mías, única experiencia
en que mi cuerpo insatisfecho inmola
cuanto obtuvieras tú sin resistencia.
Sorpréndame la ráfaga intangible
de húmedos besos y sensual aliento
cruzando por mis sueños, y al momento
manifiéstate en gloria irresistible
tú mismo, en desnudez, en mi aposento.
Los Angeles, 27 de agosto de 1999
Arbotante
(Arco exterior que contrarresta el empuje de otro arco,
de un muro o de una bóveda).
Soporte silencioso, permanente,
del muro indiferente,
que soberbio y erguido no percibe
ni la necesidad en que fue alzado,
ni el apoyo constante que recibe.
Arco de piedra, esbelto, estilizado,
vigor enmascarado de elegancia,
desnudo al sol y al viento,
brazo extendido contra el monumento
que no te reconoce la importancia.
Si tu constante rigidez un día
lograra distenderse,
toda esta arquitectura empezaría
frágil a estremecerse.
Elemento integral, mínima pieza,
quizá ignorada, pero imprescindible,
sin tí será imposible
permanecer en pie tanta belleza.
Mujer que en mí tu pena has recostado,
cuyo llanto humedece mis mejillas,
mientras yo esté de pie, firme, a tu lado,
no sentirás doblarse tus rodillas.
Los Angeles, 28 de agosto de 1999
El índice
La yema de tu dedo humedecida
acarició los labios en redondo,
y se cerraron éstos enseguida,
aprisionando el dedo, que atrevida,
en salidas y entradas hasta el fondo,
hacías deslizar estremecida.
Tras los ojos cerrados se ocultaban
imágenes de sueños tan reales,
que nadie puede asegurarar si estaban
en zonas de la mente o guturales.
Y tú, quizá alejada, y tan presente,
flotando en otro mundo, y aquí mismo,
en el rostro un destello de inocente,
sobre un color travieso de erotismo.
Anillo de los labios sobre el dedo,
suave, estrecho, sutil, resbaladizo,
aunque sólo se trata de un remedo,
colmado está de singular hechizo.
No abras los ojos, porque huirá el encanto,
acopla mi émbolo en tu fantasía,
que en esta operación importa tanto
hacerme tuyo como hacerte mía.
Los Angeles, 30 de agosto de 1999
Semáforo rojo
Errantes de la mano, en el tumulto
de la ciudad extraña,
ciegos a monumentos y museos,
ajenos a salidas y llegadas,
sin tiendas, restaurantes,
sin entrevistas, con la mente en calma,
vamos sin ir, y sin llegar volvemos,
ignorantes de prisas y distancias.
Rostros impenetrables
nos salen al encuentro, con miradas
resbalando en el aire
perdidas y enigmáticas,
y un barullo de voces imprecisas
desnudas de palabras.
Tú y yo, solos, inmersos en un mundo
del que tan poco vemos, que dispara
rumores que no absorben los oídos,
anónimas fragancias,
movimientos confusos
de multitud incierta y solitaria.
Y ante el saludo rojo del semáforo
que invita a breve pausa,
un espontáneo beso
se abre en los labios con raíces de alma.
Se torna lento el paso
si brilla la luz verde, en la esperanza
de detenerse al borde de la calle,
y así besar a quien nos acompaña.
Oh semáforos rojos,
productores de besos; qué nostalgia
llora dentro de mí, mientras sin ella
en esta mi ciudad freno la marcha.
Los Angeles, 6 de septiembre de 1999
Ascensor
-¿A dónde vas?
-Al piso diecisiete.
-¿Por qué tan alto?
-Para darte tiempo.
-¿Tiempo de qué?
-Lo pierdes si lo indagas.
-¿Debo intentar?
-No impediré el intento.
-Te besaré.
-No escucho las palabras.
-¿No debo hablar?
-Preferiré los hechos.
-¿Y si alguien entra?
-Me preocupa poco.
-Subo contigo...
-Ya pasó el noveno.
-¿Llevas urgencia?
-El diecisiete llega...
-Veloz subida...
-Compañero lento...
-La puerta se abre.
-Tu ocasión perdida.
-Me voy contigo.
-Ahora no, lo siento.
Los Angeles, 13 de septiembre de 1999
Cambio de ruta
Voy a una ciudad sin nombre,
de donde no he de volver.
¿Acompañarás, mujer,
en el camino a este hombre?
No llevo nada conmigo,
y no debes llevar nada,
sólo ánimo en la mirada,
y un abrazo como abrigo.
Dejarás desarraigado
de tu alma el desasosiego,
y yo me volveré ciego
al recuerdo del pasado.
Con la memoria vacía,
y el futuro sin programa,
oiremos la voz que llama
vibrante en la lejanía.
Voz indescifrable, muda,
para el autosuficiente;
voz que escucha solamente
quien tiene el alma desnuda.
Ven conmigo, y dejaremos
lo que ambos fuimos, atrás;
sin pretender hacer más
que las huellas que dejemos.
¿Qué importa lo que hemos sido,
ni tampoco a dónde vamos?
Sólo importa dónde estamos,
y con quién hemos venido.
Los Angeles, 18 de septiembre de 1999