Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Distantes

Índice

Sonetos:
Brújula El fin Evocación Indeleble Muerto Sin perdón Contigo y sin ti Distantes Tempus fugit (El tiempo huye)
Poemas:
Partida Esta línea que somos Cantares Ese amor que te acecha
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Breverías

691
En torno a ti tal vez los ojos giro, y te ojeo, y te hojeo, y no te leo; no te conozco tanto si te miro, como te reconozco si te veo; como el suspiro es tanto más suspiro ahondando su raíz en el deseo. Ojo que mira, mano es enguantada, ojo que ve, piel es galvanizada.

692
Quizá otros ojos fueron - creados para ver: acariciando bosques, - sobrenadando ríos; no los tuyos, fundidos - para ahogarme, al caer hasta su propio fondo - del fondo de los míos.

693
Sin ti, en mi soledad, tan limitado, que la muerte me cierra la salida; mas si hay contigo eternidad en vida; adhiérase tu piel a mi costado.

694
Son más largas e intensas las memorias del alborozo que de la congoja; mi alma mira hacia atrás, y se despoja de sus reveses, no de sus victorias.

695
No me eleves, mujer, a un pedestal, si han de quedar tus pies a ras de tierra; a mi nivel te quiero, igual a igual, cuerpos de viento, mentes de cristal, mano que a mano en robustez se aferra.

696
Sólo podremos entender la vida volviendo atrás los ojos; pero la misma debe ser vivida mirando hacia adelante, y protegida del ayer anudado a sus despojos.

697
Libertad de expresión, qué brava idea, reivindicada en ciega rebeldía por tanto irresponsable que alardea de hablar, pero no piensa, y que vocea la palabra sobre la ideología.

698
Ay de aquel que se atormente por lo que pueda venir, pues cierto será el sufrir aunque el mal sea aparente. Los cuidados del presente ya dan sobrada ansiedad; ignora la adversidad que de actualidad se viste, y sólo en la mente existe, pero no en la realidad.

699
Cuanto más numerosos los errores, tanta más competencia y maestría; maestro en amor soy, y cada día más experto en heridas y dolores.

700
Eres mi compañero, y no te entiendo aunque vamos asidos de la mano; veo las mismas cosas que estás viendo, el cerro, el mar, el manantial, el llano; ambos en paso unísono vertiendo en idéntico surco el mismo grano; más que hermanos, adustos centinelas, dos enigmas en vidas paralelas.

Sonetos

417 - Brújula
Un norte tuve, y a él siempre orientada mi aguja estuvo con fervor de amante; un norte y una dirección constante, una meta, un camino sin llegada. Paso a paso contigo, la mirada fija sólo en tu punto del cuadrante, sin mirar carabela o navegante, en plena libertad, aunque encerrada. Y un día en que perdiste el magnetismo, yo seguí siendo yo, pero tú mismo dejaste de ser tú, y me vi perdida. Y ahora giro alocada, sin enfoque, desimantada, y añorando el toque de tu fuerza vital sobre mi vida.
Los Angeles, 30 de enero de 2001
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418 - El fin
Llegó el tiempo, verdugo insobornable, y ajustició al amor que ambos tuvimos; ambos, como él, un tanto sucumbimos, y a tus ojos, tal vez, soy el culpable. Arbitrario el destino es, y mudable, si disfrutado ayer, hoy le sufrimos; cuanto logramos, cuanto decidimos, antes de hacerlo se hizo inevitable. Muerto ha mi amor. Si enamorado un día parte fui de una ardiente fantasía, ésta en mi alma ya se ha desvanecido. Mira hacia atrás, archiva nuestra gloria en el viejo anaquel de la memoria, y rescátalo un día del olvido.
Los Angeles, 30 de enero de 2001
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419 - Evocación
Náufrago de la amnesia a la memoria, tu recuerdo es olvido intermitente; diluído tu rostro entre la gente, eres ya más derrota que victoria. Despierto en añoranza de una historia que fue tal vez engendro de la mente, ya que en las mudas ruinas del presente no suena el eco de pasada gloria. Y sin embargo quiero que hayas sido, aunque te hayas después desvanecido; sólida realidad, no mera idea. Si hoy en el tiempo tu entidad se pierde, déjame que te sueñe y te recuerde; que aún sin estar, de algún modo te vea.
Los Angeles, 1 de febrero de 2001
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420 - Indeleble
Profundiza en el surco la semilla, cede el mármol a golpes de cincel, crines al aire estampará el corcel sus herraduras en la roja arcilla. El galeón arrastrará su quilla sobre el mar, arañándole la piel; mas pasará sin dejar rastro aquel que besa solamente en la mejilla. Quiero un beso de huellas y raíces, beso de extenuación y cicatrices, de firmeza que no disperse el viento. Y al transvasar dos almas por la boca, forme unidad con solidez de roca, quedando cada amante aún más hambriento.
Los Angeles, 1 de febrero de 2001
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421 - Muerto
Sus palabras anidan en mi oído, y en mí resuena el eco de su risa; tan inmóvil, quien tuvo tanta prisa; tan presente y real, quien ya ha partido. Fue innovación sobre lo consabido; fue costumbre en el cambio que revisa; fue huella en el sendero que otro pisa, fue vigía en el campo adormecido. Fue, fue, no es ya, pero aún hoy sigue siendo. Vivió, cuando otros iban subsistiendo, como si nunca hubiera de morir. Y aunque se fue, se quedará conmigo, padre, y hermano, y sobre todo amigo, de quien ni sé ni quiero prescindir.
Los Angeles, 6 de febrero de 2001
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422 - Sin perdón
¿A qué nivel te encuentras del perdón? ¿Lo ha recibido acaso tu enemigo? ¿Lo has otorgado al que aún te llama amigo? Y en tu familia, ¿hay reconciliación? En el camino de la compasión con frecuencia el extraño va contigo, y el rencor ejecuta su castigo sobre quien más merece tu atención. Hipócrita conducta que alardea de sentimiento humano, y no lo emplea en quien su propia sangre ha recibido. Superficial, ególatra, que existes en camuflada soledad, qué tristes los años sin perdón que has consumido.
Los Angeles, 11 de febrero de 2001
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423 - Contigo y sin ti
Dos nubes de mis ojos han surgido, nubes de soledad y agua salada; descarga amargamente enamorada sobre tu indiferencia habré llovido. Nubes densas, que me han obscurecido esta visión de ti, tan arraigada, que al quedar en la sombra arrinconada en el silencio muero de tu olvido. Nubes opacas hoy, que fueron antes de vivo mediodía, altas, radiantes, al aguacero y la penumbra ajenas. Pero se ha puesto el sol, avanza el frío, y aunque me aferro a ti, ya no eres mío, y a estar sin ti y contigo me condenas.
Los Angeles, 12 de febrero de 2001
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424 - Distantes
Oh la absoluta entrega en la distancia del sol, en el azul salobre hundido; lento descenso, en amargor sumido, y sofocada tanta exhuberancia. Muerta la luz, se yergue en vigilancia dorada grey de estrellas; cesa el ruido; descansa el horizonte adormecido, y despierta en las rosas su fragancia. Y al fin de su pasaje submarino reanuda el sol en alza su camino, nueva resurrección, vívida oferta. Como tu mano que hacia mí se tiende; como el ardor que en mi interior se enciende; perenne ofrenda, realidad desierta.
Los Angeles, 21 de febrero de 2001
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425 - Tempus fugit (El tiempo huye)
Voy cabalgando a lomos de la vida, dura jornada, avance sin repliegue, incapaz de saber si cuando llegue silencio habrá o espléndida acogida. Ni espuelas llevo ni preciso brida, pues marcado está el ritmo, y cuando entregue mi encomienda, quizá no se me niegue la dulce calma a que el final convida. No sé decir a veces si yo avanzo, o si las cosas me huyen, y no alcanzo a acoplarlas al hueco de mi mano. Tanto dejado atrás, tanto perdido, que no puedo decir que haya vivido, sólo que estuve y que me fui temprano.
Los Angeles, 22 de febrero de 2001

Poemas

Partida
Una tarde será, no un claro día, cuando la luz agota su trayecto, durmiéndose en la almohada de la sombra, que bordaran los hilos del silencio. Una tarde será, no en primavera, cuando los ruiseñores hayan muerto, y el bullicio colgado de las ramas se desplome sin fuerza sobre el suelo. Una tarde será, de niebla densa, de fina lluvia, de sereno invierno, cuando todas las puertas se han cerrado, y el campo insomne permanece quieto. En ese instante, en tu reloj de arena, caerá el último grano, mientras duermo en mis alas plegadas, inconsciente de que en otro país, lejos, muy lejos, has iniciado un viaje sin retorno, desplegando tus alas en el vuelo. Y quizá al despertar ya no me encuentre, carente de sentidos, como el viento, mi organismo absorbido por la fuerza de un torbellino que invadiera el sueño. Has de partir un día, imperceptible, tenue, aromática espiral de incienso. Caminarás sobre las blancas nubes, dejando atrás el lastre de tu cuerpo, y al buscarme entre amigos y entre extraños, no me hallarás, porque me llevas dentro.
Los Angeles, 4 de febrero de 2001
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Esta línea que somos
Sobre la piel del alma, extenuados, milenios duermen. Yo no soy de ahora, y si voy al futuro, voy de espaldas, con los ojos clavados en la historia. Ciego para el mañana, indiferente a los minutos que se desmoronan en un hoy evasivo, que llama y huye en fuga vergonzosa, como niño travieso, temeroso de que alguien le responda. Es la vida una línea, en el pasado firme y sinuosa, inalterable, pero no evidente, cuanto más se la mira más asombra. Un punto es el presente, en febril gestación reproductora, filtrado entre los dedos como arena, sin permanencia, solidez ni forma. Y el porvenir oculta entre los pliegues de su densa sombra un proyecto de línea aún no trazada que paso a paso avanza y se transforma. Tres segmentos del tiempo forjando a golpes nuestra vida toda. Cuanto no ha sucedido no es aún mío, ni lo miro, lo sueño o me acongoja. Y tampoco soy dueño de esa belleza efímera en las cosas, que, apenas nacen, se abren y se mueren, rosa, mujer, canción, palabra, aroma. Sólo tenemos un ayer dormido, impreciso y concreto, paradoja que de los hechos más irreversibles obtiene una versión con vida propia. Y aunque haya sido en mármol esculpido, no obstante en nuestra mente evoluciona. Entonces, ¿qué nos queda? Lo que somos: Un deseo, un instante, una memoria.
Los Angeles, 15 de febrero de 2001
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Cantares
I En la noche te canto, siempre a la espera, disimulando el llanto, mi compañera. Quién me diría que hay canto, espera, y llanto también de día. II Bajo el álamo verde besarte quiero; y el beso se me pierde por el sendero. No das ni niegas, porque donde te aguardo, ni estás ni llegas. III A ti en la tarde vengo, y eres el humo que abrazo y no retengo. Cómo consumo sin ti mis días, y cuanto más te sigo, más te desvías. IV En la noche serena yo te persigo bajo la luna llena, sin dar contigo. Y mi lamento, sin encontrar tu oído, vuela en el viento. V Al estallar la aurora por el collado, sangre de ausencia aflora de mi costado. Ya no rastreo tus huellas, mas persiste vivo el deseo.
Los Angeles, 19 de febrero de 2001
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Ese amor que te acecha
Juventud y soledad, qué dos términos extraños, invocando desengaños en tan prematura edad. ¿Dónde tu sensualidad se refugia insastifecha? Si en el afecto no hay fecha, ni condición, ni lugar, déjate inmovilizar por ese amor que te acecha. Pero no te inmovilices como muro que rechaza; sino como árbol que abraza la tierra con sus raíces. Siente todo cuanto dices, y di siempre lo que sientes, que quien hace a dos vertientes sólo en una es conocido; ni te ofrezcas dividido, ni te ocultes de las gentes. Que los besos en tu boca no cesen de reventar con el ímpetu del mar despedazado en la roca; la insistencia con que toca cada ola nueva la arena; y la suavidad serena de la superficie en calma; déjame surcarte el alma, con vela de luna llena.
Los Angeles, 26 de febrero de 2001
Diseño: Carmen Álvarez
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