Breverías
904
Prófugos besos, abandonadores,
en cuyas alas la pasión dormita;
besos que apenas muestran sus colores,
como quien sólo pasa de visita.
905
En la distancia proliferan dudas,
como hongos en lluvioso atardecer;
sobre tus ojos hoy nubes reanudas
que no cesan amargas de llover;
lágrimas lentas, pertinaces, mudas,
que renuevan las pérdidas de ayer.
Cuando el dolor a renunciar te invite
piensa que el gozo a veces se repite.
906
Tal claridad tuvimos, tal confusión me aqueja,
que aún sabiendo mi norte, desconozco el camino;
me percibo más hábil a enredar la madeja
que a formar el ovillo; qué ilógico destino.
907
Al borde del amor viví la vida,
sin adentrarme, por temores vanos;
y hoy que mi edad al báculo convida,
cómo te aman mi espíritu y mis manos.
908
Un cementerio dentro de mí duerme
de nombres que llamé, labios besados,
de nostalgias, de sueños malogrados,
que tú enterraste al decidir quererme.
909
Me has descubierto lágrimas de aflicción y ternura
que nadie ha presagiado, ni supe que tenía;
hoy sin freno las dejo, y cada una procura
saber cómo decirte cuanto yo no sabría.
Sonetos
640 - Náufrago soy
Mis ojos ven cada mujer que pasa
luciendo por la calle su belleza,
con desidia indolente que bosteza,
no con deseo lúbrico que abrasa.
Sólo en ti vence, en las demás fracasa
mi voluptuosidad; no me tropieza
otro que tu recuerdo, y de tristeza
de tu carencia, oscura está mi casa.
En tu mirar mis ojos irrumpieron,
y tan sedientamente te absorbieron,
que ya no intentan nuevas direcciones.
Náufrago voy sin ti, de tal manera
que no me aferraría a otra madera
procedente de ajenos galeones.
Cantabria, 2 de junio de 2002
641 - Café irlandés
Café irlandés, mezclado en La Cantina
con aleación de fuego y de primores;
no son color, aromas y sabores
lo que su clase y gloria determina,
Sino la suave mano femenina
que transmite latidos y temblores;
al gustar su sabor, no te enamores,
que otra imagen radica en su retina.
Esa mujer que va de mesa en mesa,
mira, sonríe, atiende, mas no besa
sino a quien la consigue estremecer.
Mujer que esconde bajo la corteza
una íntima nostalgia, una tristeza
que nadie, salvo yo, logra entender.
Cantabria, 3 de junio de 2002
642 - Calla
Déjame en ignorancia, no en olvido,
sin aludir al trato que le has dado;
calla si te besó, si le has besado,
manténme en la ilusión de lo vivido.
No quiero despertar, si estoy dormido,
ni descubrir que, cuanto fui a tu lado,
es la flor de una noche que he soñado,
de tu campana el último tañido.
Rasgue el alma la daga sigilosa
del silencio que omite, y que dudosa
se debata la mente en conjeturas.
Porque esa incertidumbre da esperanza
de que el peligro visto en lontananza
yerre aungurando tantas desventuras.
Cantabria, 4 de junio de 2002
643 - Besos lejanos
Tantos besos se engendran en mi boca,
sin nacimiento, sin destinatario,
como rosas que amante solitario
plantar pretende en la desnuda roca.
Tan insistente mi ilusión convoca
fechas, con nombre de mujer, y horario,
pero desnumerado el calendario,
en mar de cuadros blancos desemboca.
Besos que desesperan, y te gritan,
y al fin en soledad se me marchitan,
cómo quisiera dártelos, amada.
Sin ellos y sin ti, qué dura suerte;
sólo en mis sueños logro poseerte,
a ti abrazado hasta la madrugada.
Los Angeles, 13 de junio de 2002
644 - Vino espumoso
Cada burbuja es la prisión dorada
de un ángel en ascenso a su destino;
es el espíritu sensual del vino
que alterna entre la boca y la mirada.
Como si al margen de la madrugada
se elevara el rocío en remolino,
y en leve cosquilleo clandestino
todo lo hiciera sin decirnos nada.
Se hace beber tan sigilosamente
que el convidado extático consiente
a cuantos riesgos dicta el paladar.
Creado de sonrisas y de espuma,
tiene la ligereza de una pluma,
y el rumor inequívoco del mar.
Los Angeles, 16 de junio de 2002
645 - Amanecer en Teverga
Se desborda la luz en las cortinas,
y persiste el abrazo adormecido,
aunque la última sombra ha dimitido
desvaneciéndose por las esquinas.
Pero aún vive la noche en tus retinas,
cada párpado un pétalo vencido,
y en su niebla de sueños sumergido
el recuerdo de ayer arremolinas.
El día no te niega un nuevo gozo,
pero cada hora que huye es un sollozo,
y por eso te impides despertar.
Duerme, mujer, mientras te abrazo y velo,
manténme vinculado, mientras vuelo
por el silencio azul de tu soñar.
Los Angeles, 17 de junio de 2002
646 - Luz y sombra
Quiero pensar, debo tener fe ciega
de que si hay sombra no ha de ser de acero;
que si imparte al paisaje un tono austero,
al fin sobre sí misma se repliega.
Y que la luz que fulgurante llega
con vigor matinal, hará el sendero
menos desolador, más llevadero,
hacia la meta en que el amor se entrega.
A veces te veré con el plañido
de quien en soledad y oscurecido
siente que se le fue la primavera.
Hoy te veo en la luz, feliz, radiante,
con la sonrisa abierta del amante
que ve el pasado y el mañana espera.
Los Angeles, 22 de junio de 2002
647 - Razón y voluntad
Tenía una sonrisa tan desnuda
que al mirarla, perplejas y envidiosas,
desprendían sus pétalos las rosas,
quedando el tallo en mueca fría y muda.
Tenía esa mirada azul que anuda
placidez e inquietud en luminosas,
inmóviles descargas, tan gozosas
como impregnadas de dolor y duda.
Y una reserva tal de amargo llanto,
y una alegría tal, y un tal encanto,
y tan dinámica sensualidad,
que sin titubear me uní a su vida,
y en la distancia, o junto a mí tendida,
me di, se dio, razón y voluntad.
Los Angeles, 23 de junio de 2002
648 - Superación
Te acaricié con mano lacerada
por relieves extraños, por estrías
talladas en tu piel en otros días
por otra piel también enamorada.
Llegaron al umbral de tu mirada
mis ojos, y en las hondas galerías
de tu alma, otras pupilas, no las mías,
amenazaban súbita estocada.
Repetí mis caricias insistente
hasta volver tu piel, pura, inocente,
sin otros rastros que mis propias huellas.
Y te miré hasta que la sombra ajena
palideció y se fue, y hoy estás llena
sólo de mí, sin dudas ni querellas.
Los Angeles, 24 de junio de 2002
Poemas
Acóplate
Llueven tus senos sobre mí oscilantes,
resbalando en la cuenca de los muslos.
El placer, de puntillas sobre el cuerpo,
quema un sendero oculto.
Hay un sueño de labios sobre el vientre,
de labios vagabundos,
frescos de sombra y humedad, como alas
de rosas deshojadas al crepúsculo.
Y remolcas cerezas ya maduras
por invisibles surcos,
sobre la piel del pecho,
hasta el cuello desnudo,
paréntesis de nardo en las mejillas,
para la boca alternativo fruto.
Se aglomeran en súbita cadencia
latidos en tumulto,
rojos de sangre en corazón inquieto,
convulsivos en torno al sexo duro.
Acóplate, mujer, en fluctuantes,
recíprocos impulsos,
que en tus entrañas he de atrincherarme,
y a ti, en cautividad, me catapulto.
Cantabria, 5 de junio de 2002
Hijo
Me arrancaron de cuajo media vida,
vida que yo gesté, en enfrentamiento
a voluntad mediocre, timorata,
que en su interés la hubiera descompuesto.
Fui instrumento, más bien que compañía,
más que volante, rueda de repuesto,
útil no más para cubrir demandas
en las necesidades del momento.
Pero llegó la vida, y fue mi entraña
erigiéndose en templo,
y me negué a abatirlo o profanarlo
a la sombra del miedo.
Yo no escogí a mi niño, pero vino,
y le acepté sin dudas ni lamentos;
le hice mío, tan mío que aún ahora
se estremecen por él todos mis huesos.
Y se colgó como un racimo de oro
de las fértiles puntas de mis senos.
Le vi crecer, aventurando mi alma
con cada tambaleo;
desbordando mi gozo
con cada nueva oferta de su afecto;
mis ojos deslumbrados
por el semblante de jazmín risueño;
y en mis oídos resonando el tono
de sus incoherentes balbuceos.
Y me lo arrebataron, con abuso
de poder, de juristas y de enredos,
e incapaz de luchar a esos niveles,
en desesperación y angustia muero.
Cuánto llanto mis ojos han sangrado
con cada obstáculo, y en cada empeño,
abierto o subrepticio,
de oir su voz, de percibir su aliento.
Me han saqueado el alma,
me han robado la vida; mi cerebro
sigue apagando velas, y es de noche
cada vez que le pienso.
Me invade ciega, exasperante angustia,
y en la desesperanza desfallezco.
Oh, si supieras el sollozo amargo
de esta madre en despótico destierro,
que clama por la luz de tu sonrisa,
por tu palabra, por tu abrazo y beso.
Cómo maldigo a quien robó esta vida.
No sé si en mis deseos
hay odio, muerte, destrucción o ruina,
o si es combinación de todos ellos;
mas a ti va, en separación u olvido,
la red de mis vigilias y mis sueños.
Granada/Madrid, 6 de junio de 2002
Visión
Vi tus ojos, dos ríos inmensamente largos,
que inician nuevos cauces en mi paisaje interno;
de sus aguas degusto sabores dulceamargos,
su corriente me arrastra, por ellos me gobierno.
Vi tus brazos, dos ramas que vinculan y amparan,
espacio del reposo, venero de temblores;
expresan en silencio, y en tumulto preparan
esa calma segura que excluye los temores.
Vi tus senos, destino de trémulos contactos,
exhuberantes rosas en plena floración;
donde acciones de infante se transforman en actos
de madurez sedienta, de sexo y corazón.
Vi el yugo de tus muslos sobre mi cuello uncido
para labrar la tierra sedienta de cosecha;
como hábil campesino que cae desfallecido
sobre la húmeda greda que su semilla estrecha.
Y viéndome en los ríos, colgado de las ramas,
deshojando las rosas, arrastrando el arado,
sentí en mi entraña un brío que, reventando en llamas,
dejó en tu propia entraña cuanto yo soy, clavado.
Los Angeles, 10 de junio de 2002
Estelas
Hay en tus labios besos
como ráfagas de aire;
te los dieron un día,
llevan nombres de nadie.
Tienen el gusto extraño
de las ambigüedades,
los percibo en mi boca,
pero ignoro a qué saben,
como quien ve la huella
anónima en la calle.
Si me rozan sus alas,
aunque por un instante,
qué lluvia silenciosa
desde mis ojos cae.
Si la llama ligera
de su evocación arde
sobre mi piel, parece
tan lenta en apagarse.
Si el soplo de su aliento
sobre mi rostro esparce
equívocas caricias,
cálidas humedades,
siento borrasca fiera
que arrasa los pinares.
¿Cómo podré borrarlos?
¿Con qué garras mentales
podré rasgar tus labios,
lograr que se desgaste
la impronta de otros tiempos,
y con la propia sangre
de mis labios, cubrirlos,
y en paz al fin amarte?
Ay qué inciertas las aguas
que corren por el cauce
de tu boca, qué estelas
tristes, aunque fugaces,
arrastran. Quién pudiera
verlas desdibujarse.
Los Angeles, 12 de junio de 2002
Depresión
Cansada estoy, con mente y pies de plomo,
el alma en vacuidad, brazos desiertos,
los júbilos de ayer emergen muertos,
y en la tierra que piso me desplomo.
El gentío en mi entorno, tan ausente,
tú, tan lejano, y tan en mí arraigado,
el silencio en las lágrimas trabado,
la soledad de noche a mí adyacente.
En la sombra camino, en la ribera
de un mar sonoro que me escucha y llama,
y sobre mis recuerdos se derrama.
su larga voz, confidencial, sincera,
Qué dificil romper el ciclo amargo
de alejamientos, pérdidas, rupturas;
cómo estrangulan estas amarguras
que en el sarcófago del alma cargo.
Y al contemplar los rasgos de tu cara,
tácitos gritos de tu imagen muda,
en los ojos el llanto se reanuda,
en el alma la sombra se declara.
Yo no he cavado el foso que me entierra,
otros lo abrieron para mí, crueles;
se llevaron la miel, y sólo hieles
de incomprensión mi paladar encierra.
Tal vez estoy al fondo del barranco,
tal vez al borde, a punto de caer;
¿por qué siempre me toca a mí perder,
siendo de toda desventura el blanco?
Oh, si a mis brazos te reincorporaras,
si como ayer te tuve, hoy te tuviera,
cómo este invierno fuera primavera,
cómo esta oscuridad, mañanas claras.
Mantén la mano que acunó mi seno
aislada de esporádico contacto;
que en piedra, y fuego, y piel se firmó un pacto,
y a cumplirlo te exhorto y me condeno.
Los Angeles, 15 de junio de 2002