Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Y en ti, yo

Índice

Sonetos:
Maldición
Poemas:
A su medida Míralas a la cara Una voz A la luz, a la luz Mujer completa Todo lo dices Te respiro
seperador

Breverías

1756
Ayer hubo un silencio y una espera. Eso fue ayer, hoy cantan los rosales, aunque está por venir la primavera, y hay residuos de escarcha en los cristales. He llegado por fin a tu ribera ebrio de amor e impulsos animales. Brindaré, brindarás, y beberemos, y no habrá que esperar…aunque callemos.

1757
Entre otoño e invierno, toda mía, como el olmo, denuda, como el viento, agitada. Si hay un día en la vida, éste es el día, si requieres mi fe, no tengo duda, si eres mi hogar, que cierren la posada.

1758
Hueles a amanecer, a noche oscura, y en tu fronda se albergan humedades en que resbalan huéspedes erguidos. Eres toda vanguardia y apertura, toda serenidad y tempestades, y ambos, revolución de los sentidos.

1759
No me lava la luz de la mañana de cuanto tú en la noche has salpicado, sudor, saliva, roces, en mi piel. Cada una de tus huellas me engalana, y de ti misma voy ataviado, como tallada a golpes de cincel.

1760
Como la nube, amor, como el remanso, paso a paso, sin prisas, lentamente, regulando el afán, pero insistente, con cierta placidez, mas sin descanso. Y luego, amor, en brío y entusiasmo, en olvido de tácticas y frenos, quebrándose en relámpagos y truenos hasta la sima en fuego del orgasmo.

Sonetos

1763 - Maldición
A lluvia, a fuego, a nieve te condeno, a ti, que tal sentencia me has dictado; que cuanto lentamente me ha matado, te mate a ti, catástrofe o veneno. Que la mano acoplándose a tu seno garfio sea de hierro agarrotado, y al suelo se desprenda mutilado, a la hora de aceptarlo, el sexo ajeno. En tu cerebro instálese el olvido de quien te amó o amaste, y extinguido quede tu afán de redimir la vida. Que un trasnochado sacerdote azteca te extraiga el corazón; y el alma, hueca, ni te deje vivir, ni te lo impida.
Los Angeles, 9 de noviembre de 2007

Poemas

A su medida
Se difundió, como la luz templada del alba que despierta, sobre la vida oscura, pregunta sin respuesta, que habían alcanzado mis quehaceres, y desapareció la turbulencia. Sin ruido ya, ni agobio, me vi abrazado, se enredó en mis piernas, serenidad recién iluminada de alguien que surge al fin de la tiniebla. No sé si yo, de claridad sediento, emergí hacia su luz, o afloró ella. Pero se me inflitró, como el arroyo que deja la mitad de sí en la tierra; aunque el arroyo impregna, pero fluye, dándose en parte, sin total entrega. Ella no supo huir, quedó conmigo, se propagó a mi entraña, a mi cabeza, purificó la piel de mis afectos, me exprimió las ideas, abrió ventanas, venteando espacios hediondos de rutina y negligencia, y me hizo un hombre nuevo, enamorado, tallado a su medida, a su manera.
Los Angeles, 7 de noviembre de 2007
seperador
Míralas a la cara
Todavía no has visto las espaldas de mis palabras; van a ti desnudas, pero mirándote de frente; expresan los conceptos primeros que en la cuna se les dio, sin variantes ni adiciones; no saben de antifaz, ni disimulan, ni se inhiben; exudan la inocencia de los ojos del niño y su alma pura. En línea recta avanzan mis palabras, sin artimañas, sin escaramuzas, y lo que llevo escrito sobre el rostro es lo único que entienden y articulan. Nunca verás su dorso; si algún día debieran despedirse, si en la turbia andadura del tiempo se alejaran, no se darán la vuelta con premura dejando un eco equívoco en el aire, marcharán hacia atrás, sin dejar duda, mirándote de frente, como siempre, aunque con la tristeza del que cruza un umbral hacia fuera, con el temor de no regresar nunca. Míralas a la cara, no saben ser de otra manera. Escucha.
Los Angeles, 7 de noviembre de 2007
seperador
Una voz
Era como una voz en mi cerebro en tiempos de intención y de presagio. Un día te amaré, sin tú saberlo, sin haberlo esperado. Alguien tal vez te hubiera apercibido, años atrás, al ritmo de mi paso, que tu senda y la mía convergerían en triunfal milagro. Eran tiempos de muros invisibles, tú y yo distantes, a uno y otro lado, y en el fondo tan cerca, en el silencio, en el temor, y el ansia del contacto. ¿Será que no hay amor tan verdadero como el, por imposible, atormentado? La mirada furtiva se delata, la palabra ritual lleva relámpagos, el consabido beso en la mejilla, o el apretón de manos, represan el calor, las intenciones, y cada encuentro es íntimo naufragio. Sigue la voz rodando en mi cerebro… ¿Un día te amaré? Te estoy amando. Tú no lo sabes todavía, es pronto, y qué tarde también…El hortelano que me trabaja el alma estación a estación, año por año, ha perdido cosechas y vendimias, y es baldío mi campo. Pero vendrás, removerás la tierra, replantarás orquídeas y naranjos, y habrá racimos de oro colgando de las vides, y en los álamos volverán a reir las primaveras, no invierno ya sin rosas ni geranios. La voz me martillea un ritmo nuevo: Ha llegado el futuro, está a tu lado.
Los Angeles, 8 de noviembre de 2007
seperador
A la luz, a la luz
En los trenes antiguos, cada túnel era una opción a la caricia oscura, al beso subrepticio, apresurado, mezcla de ingenuidad y de lujuria. Era la luz formalidad fingida, y la tiniebla, audaz desenvoltura. Pero este tren que lleva mis deseos por tu región desnuda, zigzagueando enclaves topográficos, abanderado de la línea curva, ni se atrinchera en timidez ni sabe desenvolverse sólo en la penumbra. En luminosidad corren sus vías, tanto más claras cuanto más convulsas; a pleno sol, y párpados alzados, en absorción de cada forma impúdica. Y al entrar en tus túneles, aún brilla más la luz. No hay espesura que me niegue la vista, y en las zonas más húmedas, donde el vaivén del oleaje insiste cubriéndose de espuma, es plena claridad, diáfano asedio que por cada oquedad se catapulta. A la luz, a la luz exuberante, quiero enfilar cada una de tus rutas.
Los Angeles, 8 de noviembre de 2007
seperador
Mujer completa
Cada mañana ves en el espejo tus propios ojos, pero apenas miras los puntos luminosos enclavados en la diafanidad de tus retinas; destello y transparencia, y al fondo el mare mágnum de ti misma. El espejo nos miente, por omisión al menos; en la tibia réplica del cristal hay superficies, rasgos, contornos, líneas, que bordan la membrana perceptible al que no sabe ver, y sólo mira. Yo te he mirado a veces en tu espejo, y he visto a la mujer de cartulina, o de pintura al óleo, que colgamos en la pared, fachada un tanto ambigua, que dice sin decir, pálido adorno, más que llama, ceniza. Al mirarte de frente, taladros en mis ojos simplifican la acción de conocerte, y apareces desnuda, cristalina, como eres en el fondo, sin falsificaciones, sin enigmas. No renuncio a la otra, la que se superpone, la precisa, la tangible, color y movimiento, la que susurra o grita. Pero la quiero en la solemne ofrenda en que ambas se equilibran. Debo ser vagabundo de tu carne, y de tus más privadas galerías; No es tu retrato sólo mi objetivo, es la mujer completa, la genuina.
Los Angeles, 8 de noviembre de 2007
seperador
Todo lo dices
Me seduce tu forma de expresarte, como si tus palabras fueran creadas para ti al momento de ser galantemente pronunciadas; como si nadie las hubiera dicho con anterioridad, como si alzaras hebras de humo en la palma de la mano, o si tuvieran alas. Entiendo tus palabras como mías, tan limpias, tan aisladas de oídos anteriores como si mantenidas en un ánfora, como si nunca hubieran sido dichas por ti, por nadie, cándidas y blancas. Te expresas con las manos, con los ojos, sin timidez, sin máscara, transmites lo que quieres, lo que esperas, y lo que ofreces; toda tú me estallas, fuegos artificiales en la bóveda de la tiniebla en calma. Y el lenguaje del sexo, directo, descubierto, que me canta en susurro y a gritos, que no sabe disimular el ansia. Eres el libro abierto que gusto de hojear sobre la cama, con la vista y la mano pasando cada página, leyendo cada línea como un hervor de sangre derramada que no supo perder cada latido, y sobre mí golpea, siempre en marcha. Eres gesto y dicción, signo y vocablo, en manso arroyo o brusca catarata, y no tengo preguntas en los labios, porque lo dices todo cuando me hablas.
Los Angeles, 9 de noviembre de 2007
seperador
Te respiro
Te respiro, y la vida se me llena de sueños, como si fueras una estatua de aire y en una sola inhalación, tu cuerpo, etéreo, tembloroso, fuera apresado al fondo de mi pecho. He aspirado fragancias, de la rosa al naranjo y al incienso, y me quedé sin ellas, eran golpes de viento, mariposas de sombra, agua trenzándoseme entre los dedos, brillo breve, intangible, apenas un recuerdo. Al respirar tu dimensión, quisiera nunca exhalar mi aliento, por temor a perderte como se pierde el vaho en los espejos. Tan frágil, tan ligera, pero tan mía, con mi propio sello. Y no desciendes sólo a mis pulmones, te filtras, te dilatas en mi centro, y te arrastran mis venas, cada contacto tuyo en mí disuelto. Me posees con la absoluta fuerza de quien se compenetra desde dentro, extendida en los brazos, en los muslos, y acoplada en el sexo. Te ciño íntegramente, te quedas, y me quedo.
Los Angeles, 9 de noviembre de 2007
Diseño: Carmen Álvarez
Poemas © Francisco Álvarez Hidalgo, Familia Álvarez, 1997-2014. Todos derechos reservados.