Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Ruinas

Índice

Sonetos:
Desterrado Cuerpo inmóvíl Ciudad de mis sueños Ciudad Color de sangre Castillo
Poemas:
Ruinas del alma Blanca pared
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Breverías

1816
Cobíjate aquí, amor, entre mis brazos, depurados del tráfico anterior; ni humedades de besos, ni sudor, perduran ya de los antiguos lazos. Hoy eres tú, y lo has de ser mañana; ayer es sombra, huella decaída, vaga visión de sueño que se olvida; solos tú y yo al romper de la mañana.

1817
-No es nada, solamente el aletazo de lejano recuerdo; vino y se fue, fugaz, intranscendente. -¿Y ese nuevo arañazo cruzándote la piel del hombro izquierdo? ¿No estará su ángel negro aquí presente?

1818
Siempre hay algo mejor, o lo parece: Cumbres más altas a escalar, caminos nunca andados, audaces desatinos, o el nuevo amor si el viejo se adormece. Pero el tiempo más tarde nos enseña que cimas, y senderos, y locuras, y el nuevo amante, son como pinturas del museo imposible que uno sueña.

1819
¿Qué ves a la ventana, ahora que tienes, al lado de la tuya, otra cabeza? ¿Ves el paisaje al fin? ¿Tal vez los trenes hacia estación ruinosa que bosteza? ¿Ves ahogarse la luz del firmamento, al filo de la noche enmascarada? ¿Recuerdas que hubo para ti un momento, que mirabas conmigo sin ver nada?

1820
Cerré los ojos, y eras atadura, abrí los ojos, y te habías ido. Ay, las alas del tiempo, y el aullido del lobo solitario en la llanura.

Sonetos

1839 - Desterrado
Tenía el alma de clavel y acero, exquisita, aromática y blindada, con la afable caricia de la almohada y el aplomo del yunque del herrero. Se resignó a no amar; fue forastero en cada puerta, siempre en retirada, duda en la mente, fuego en la mirada, de sus propios temores prisionero. Y un día se rompió, quedó indefenso, toda su fuerza en espiral de incienso, dejándose invadir, enamorado. Edificó un alcázar a su amante sobre las nubes…, y llegó el instante en que fue del alcázar desterrado.
Los Angeles, 11 de marzo de 2008
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1840 - Cuerpo inmóvíl
No es invierno, pero hace tanto frío… No laboré, y me encuentro tan cansado… Qué solo estoy, con tantos a mi lado… Qué silencio entre tanto griterío… Se me ha deshecho el mundo; no era mío, pero casi lo fue; llevo el costado sangrando de una herida; fui invitado a entrar, luego a salir, y ahora el vacío. Conocer la llegada de la muerte no lo hace menos arduo, se nos vierte el alma por los pies hacia la tierra, se diluye en la sombra, renunciando a sostener el cuerpo… Y así es cuando la puerta un día abierta se nos cierra.
Los Angeles, 11 de marzo de 2008
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1841 - Ciudad de mis sueños
Esta ciudad es lámpara extinguida; fue ayer color, barullo, centelleo, quizá cadáver ya en su mausoleo, y me obceco en pensar que está dormida. Cada plaza febril, cada avenida chorreando caótico ajetreo, se han reducido a errático hormigueo de sombras incoloras sin salida. Ah ciudad de mis sueños, que apagaste luz, canción y rumores, dando al traste con proyectos de gozo y esperanza. Que esta noche tan larga que hoy empieza, muerta el alma, anestesie la cabeza, mientras el día en otra zona avanza.
Los Angeles, 11 de marzo de 2008
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1842 - Ciudad
No vive esta ciudad, está desierta, sin pulso en las arterias, sin rumores, como si dos feroces gladiadores hubieran sucumbido en lucha abierta, sin gritos de victoria, con la cierta convicción de que, aun siendo los mejores, no hallarán sus hazañas trovadores rasgueando el rabel con mano experta. Nadie quedó, nadie habla, ni respira; como si esta ciudad fuera mentira, como si alguien la hubiera imaginado. Tal vez un día la soñó un poeta que creyó conocerla, o un profeta que desechó su fin precipitado.
Los Angeles, 13 de marzo de 2008
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1843 - Color de sangre
Color de sangre el mar, y la arboleda, llueve sangre en las calles, lleva el río denso caudal de sangre, y el rocío sangre es también, y lo es la rosaleda. ¿Estaré desangrándome? No queda sino un tenue temblor en el vacío de mi entraña, y un largo escalofrío en las desiertas venas se me hospeda. Qué rojo atardecer, se han apagado ya las últimas luces. ¿Habré amado cuanto se me ordenó al haber nacido? Si no alcancé esa cota, ¿fui un fracaso? Si cumplí la misión, si llené el vaso, ¿de qué me sirve?, ¿a quién le habrá servido?
Los Angeles, 13 de marzo de 2008
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1844 - Castillo
Sigo acudiendo a mi castillo en ruinas, en busca de fantasmas, de siluetas, de las sombras de ayer, que hoy, tan discretas, eluden mi atención por las esquinas. Ay, castillo de citas clandestinas, antes que los desgastes y las grietas cuartearan tus torres; incompletas tus crónicas serán, nunca anodinas. En la paz de estos bloques disgregados, silencio de corderos degollados, se dan las manos el dolor y el gozo. No sé hasta cuándo pueda retenerte; hay una vida aquí, y hay una muerte, y entre ambas lentamente me destrozo.
Los Angeles, 13 de marzo de 2008

Poemas

Ruinas del alma
Sin lugar para el odio, sólo para el silencio y el cansancio, la soledad y la tristeza, bloques rodando por el suelo, derrotados, como tambores de columnas, frisos, y capiteles en Mileto o Samos. De la gloria que fue, quedan las ruinas, y ese sabor amargo que acompaña en la vida a cada advenimiento de un fracaso; y ese estupor funesto, inevitable, de mirarse las manos, un día llenas de esperanza y gozo, y hoy vacías, hundidas en el barro, polvo gris del camino recorrido amasado con llanto. Las ruinas tienen su belleza propia, de que carecen torres y palacios que llaman al cemento ‘padre mío’, y no saben de siglos, sólo de años. Esta ruina doliente que me cerca, que desborda mis párpados, antes fue templo de Artemisa en Éfeso, o Mausoleo fue de Halicarnaso, o Partenón, o el esplendor de Olimpia, aún bellos por el suelo derramados. Lloraré por las ruinas que vinieron a ser, por el impacto sobre el alma, que sabe cómo fueron antes de derrumbarse sobre el campo, pero también celebraré su historia, y entonaré mi canto, aunque envuelto en gemidos, a artistas y artesanos que tallaron la piedra día a día, con sus mentes, sus almas y sus manos. Tú y yo fuimos artífices, tú y yo martilleamos labrando las estrías, las volutas, fue obra constante, creación de ambos. Pero la ruina es mía, porque tú me la hiciste y me la has dado.
Los Angeles, 11 de marzo de 2008
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Blanca pared
Nos vimos en Granada. ¿O fue Asturias, tal vez, donde nos vimos? ¿O en Zamora, en Jaén, en Zaragoza? No importa dónde, al fin siempre es lo mismo. Sólo recuerdo el sueño minúsculo, impreciso, que tiempo atrás fue espléndido y concreto, lentamente adquirió rasgos ambiguos, y fue desvaneciéndose, niebla, espuma, humo blanco sobre el cirio. Contemplo la pared, blanca, hierática. Sé que ha sido testigo de tantas fechas, tantos incidentes, dotada de ojos además de oídos, y no parece recordar ninguno, tan insensible a risas y gemidos, a promesas, dolor, deslealtades, y por eso la envidio. Quisiera empapelar la mente en blanco, transformarla en pared, tornarla en libro que ha perdido sus letras, sus imágenes, o cortar los recuerdos a cuchillo, uno por uno, aunque la savia sangre, y arrojarlos al río, que se los lleve lejos, al mar de los olvidos.
Los Angeles, 12 de marzo de 2008
Diseño: Carmen Álvarez
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