Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Monólogos

Índice

Sonetos:
Mis monólogos Tres de la mañana
Poemas:
Depuración La Creación: Seis días Por la calle La música callada Experto Puntos suspensivos
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Breverías

1831
Cuánto se ha devaluado la moneda que me compraba amor, qué poco vale… Hijo ayer de la luz, y hoy de la greda, sin molde propio o fe que me apuntale. Si antes fui galeón, hoy no me queda dársena ni espigón donde recale. Llevo una alforja al hombro, tan vacía, que ni a mi sombra puedo llamar mía.

1832
Rómpete en mil pedazos, búcaro ya sin flores, ¿de qué te sirve estar sobre la mesa? Sobre ti, mesa, caigan los hachazos, y te devore el fuego. ¿Qué colores ostentas ya, qué aroma te embelesa?

1833
Se musitan palabras que otro oído bloquea, se escriben versos tristes que no se han de leer, se fraguan intenciones que no pasan de idea, y al fin nunca se sabe qué pensar ni qué hacer. Dos van por el camino, cogidos de la mano, uno la suelta y huye, y el otro permanece como estatua, pensando que todo ha sido en vano; y el colorido intenso de antaño palidece.

1834
¿Cómo no haberte dicho cuanto te dije un día? ¿Cómo haber aceptado cuanto escuché de ti? La luz de hoy se proyecta sobre ayer, y es tan fría la sombra que me queda que se abrazaba a mí… Tal vez nada ha cambiado sino mis percepciones; cuanto leí en tus ojos quizá fue mi deseo de ver lo que no había, quiméricas visiones, en lugar de haber visto lo que al final hoy veo.

1835
Nunca he estado tan cerca de la nada. Un gigantesco puño me ha exprimido el alma enamorada. Ni una gota me queda, ni un crujido, ni aliento que exhalar. Y ya no quiero recobrar la expansión. Quede aplastado todo bajo la piel, y el cuerpo entero se desligue del alma al ser tocado.

Sonetos

1856 - Mis monólogos
Ya no me escuchas a nivel de amante, mas dialogo contigo, con cautela, pues la conversación se desnivela, tú silenciosa, yo monologante. Pregunto tantas cosas…, y al instante fabrico tus respuestas; las que anhela mi mente conturbada, sin secuela de farsa y beso en péndulo oscilante. Te digo tanto de lo que has pensado, y no me has admitido, del tinglado de verdades a medias, o de engaños. Y tú callas, y no encuentro razones para exculparte, y quedo sin opciones de validar nuestros mejores años.
Los Angeles, 24 de marzo de 2008
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1857 - Tres de la mañana
Las tres de la mañana. Estás dormida tan inmóvil como una adolescente en estatua de mármol que, yacente, flota en tumba de ermita derruída. Ni el tiempo te ha rozado. Si la vida pudo tocarte, fue tan gentilmente como si un ángel, al besar tu frente, te dejara de luz sólo vestida. Nada se mueve en ti, tan sosegada como si la postrera llamarada de un fuego se acostara sobre el leño. Oh, qué calma absoluta; aun siendo mía, no he de besarte, porque quebraría, como una copa de cristal, tu sueño.
Los Angeles, 25 de marzo de 2008

Poemas

Depuración
– Retiraré de la pared las hojas de nuestro calendario, no por cumplido, huele a pan reciente, y aún es joven el año; pero tal vez denotan sus imágenes, al ojo ajeno que lo esté mirando, vínculos precedentes. No, no, mejor quitarlo. Y el león de peluche, cada noche tendido sobre el lecho, a mi costado… Tanto me acompañó cuando no estabas, y tantas veces te abracé en su abrazo… Deberé recluirlo al trastero, o al fondo del armario; no debe presenciar nuevas escenas reminiscentes de pasados actos. Y el llavero, ¿recuerdas?, nuestro anagrama en el metal grabado, cuatro iniciales de hechos e intenciones, que aunque nadie lograra descifrarlo, me comprometerían con preguntas que explicaría en falso. Para el advenedizo que se adjudica lo que fue tu espacio, debo purgar mi casa de tus intimidades, de tu rastro… – ¿Y cómo filtrarás el aire, denso de mis palabras, mi sudor, mi tacto, a su vista, en verdad, imperceptibles, mas como espadas sobre ti colgando?
Los Angeles, 23 de marzo de 2008
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La Creación: Seis días
1- Y crearás la luz el primer día, desmoronando el caos que ha precedido este momento intenso, este momento claro, en que ya ves las cosas con la calma que otorga la certeza de tu hallazgo. Era antes confusión, ahora es tersura, tan segura de ti, todo a la mano, radiante en el paisaje recién inaugurado. 2- En tu segundo día arquearás la espalda sobre el cuerpo yacente de tu amante, formando el firmamento, cúpula viva, lúbrica, bulbosa, sobre la línea horizontal del lecho. Habrá mañana y tarde, y jadeos, taladros del silencio. 3- Un tercer día seguirá. Las aguas se retraerán a las profundidades, y habrá lagos serenos, y habrá agitados mares. Y elevará las tierra sus colinas, oscilarán los árboles, estallarán semillas en el suelo, y en ese mismo instante al cielo apuntarán tus promontorios, movilizándose tus humedades en torno a la fecunda simiente que te invade. Habrá mareas sobre ti, y rumores, día tercero, sí, mañana y tarde. 4- Día cuarto. La luna, las estrellas, te separan del sol, te hacen la noche. ¿Y qué más da la luz que la tiniebla? Aunque ha nacido el tiempo, y no dispones de todo el que ambicionas, continúas creando sobre el hombre que a ti ha llegado, que ahora es tu universo, al que tú llamas, el que te responde, a la luz, a la sombra. Cuarto día, mañana, tarde y noche. 5- Día quinto, los peces y las aves. Sobre su pecho mueves en trémulas elipses los pezones, y hay un revuelo de alas en tu vientre, y un pez de fuego inquieto entre los muslos voraz te los enciende. Te multiplicarás hora tras hora, como quien nunca tiene suficiente. Quinto día. Fue bueno. Sigue la creación. Aún no se duerme. 6- El sexto día fue tu obra maestra. Creaste un hombre justo a la medida, pero al revés: Fue carne de tu carne, no hubo, esta vez, costilla, ni manzana tampoco, ni serpiente. Pero vendrá más tarde una llovizna que permee el espíritu con un rancio resabio de rutina. Y volverás al inicial desorden, toda tu creación desvanecida. 7- Descansa al fin de esta semana. El tiempo que devora a sus hijos, se lanzará contra ti misma un día con garras y colmillos. Perderás el Edén de que hoy disfrutas, como tantos, yo mismo, hemos perdido. Creadora de mundos, caminarás desnuda hacia el exilio.
Los Angeles, 23 de marzo de 2008
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Por la calle
Te veo cuando avanzo por la calle, la mía, no la tuya tan lejana, eres el árbol, el bazar, la nube, eres cada mujer, cada fachada. Te he visto así, de frente, tantas veces, y hoy te veo también, pero de espaldas, no como quien se acerca hacia el abrazo, mas como quien estrena retirada. La tarde se oscurece, se despierta la lluvia, y una ráfaga cortante de aire frío, repentina, aliento de fantasma, se aferra a los balcones, estremeciendo todas las ventanas. Todavía te veo, ay, pero cómo cambia este paisaje urbano que era acogida, y ahora es amenaza. No quiero caminar por esta calle, me agobia, me maltrata, su atmósfera me quema; es hora ya de regresar a casa. A casa, sí, a mi cubo de cemento. Apagaré la luz, caeré en la cama, y soñaré que me amas todavía, aunque sabemos ambos que no me amas.
Los Angeles, 24 de marzo de 2008
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La música callada
“La música callada, la soledad sonora”. (Juan de la Cruz)
Me da miedo este cuerpo que lograba resonar como címbalo de bronce, no sólo cuando tú le estremecías, como el viento a las flores, en tiempos de oro y vino, siendo mi mundo una mujer y un hombre. Vibraba a tu contacto, dedos de plumas, muslos de leones, senos redondos, firmes, cabellos en desorden, vibraba a tu contacto del mediodía hasta la medianoche. Me sembrabas la piel de melodías, como si todo el bosque se transformara en flautas y violines, tubas y saxofones. Y allí quedaban, sobre mí dormidos, partitura de todos mis rincones, al partir de tu lado. Y sólo yo escuchaba sus acordes lejos de ti, en mi soledad risueña. A veces un redoble de tambores, a veces una orquesta, o un coro a cuatro voces, algo así como el ‘Canto a la alegría’, reproduciendo cada gesto y roce. Eran días nostálgicos y blandos, aunque la lentitud de los relojes amordazara un tanto la armonía, y a veces fuera doloroso estoque. Fue un tiempo azul y de ansiedades blancas. Fue, ciertamente, entonces. Hoy mi piel se ha cubierto de silencio. La música está ahí, mas no responde. Le has arrancado el ritmo y el sonido, y las trémulas, tensas, vibraciones. Dormida está, quizás agonizante, pero sin un reproche.
Los Angeles, 24 de marzo de 2008
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Experto
Se me repiten viejos pensamientos, tan repartidos a granel antaño desde mi torre de marfil teórica. Era tan fácil vaciar el cántaro de palabras urdidas para cada momento, cada caso: Psicólogo, analista, confidente, como quien ha vivido largo, largo, acumulando archivos de experiencias, técnico del amor, confesonario de almas heridas, ojo de futuro, astrólogo sin astros. Era tan fácil sondear las mentes, de par en par abiertas, paso a paso; tan fácil presagiar lo venidero, todo en esquemas simples encuadrado; tan fácil era cada crucigrama sentimental, y cada enigma infausto. Y al fin llegó mi turno, la torre de marfil se vino abajo con el estruendo de ánforas vacías; todo seguía inmensamente claro, ideas, diagnosis, planes de acción, superación de obstáculos, pero qué duras de aplicarse reglas que uno mismo ofreció, como un rosario de ‘harás’, ‘tendrás’, ‘verás’ y ‘todo pasa’; y todo pasa, pero tan despacio… Cúrate, médico, a ti mismo, esgrime tu bisturí, cercena angustia y llanto, y hazte hombre nuevo, experto en el olvido de lo arcaico.
Los Angeles, 25 de marzo de 2008
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Puntos suspensivos
Qué belleza la tuya cuando te acosa el sueño, pesándote los párpados como bloques de piedra; y quisieras mi llama circundando tu leño, o ser olmo ceñido por mi abrazo de hiedra… Ese cansancio tuyo, cíclico y agobiante, de estar sobre la marcha de la aurora al ocaso, si fuera sólo físico, si no fuera asfixiante de hondas intimidades, con olor a fracaso… Ese dormir tan sola, como a mí me sucede, sin que tu espalda encuentre la pared de mi pecho, sin que mi blanda mano tus cabellos enrede como un ángel oscuro descendiendo del techo… Y esa ansiedad del sexo, que grita y te acorrala como cerco de muslos cuajando en tu recinto, y ese fálico dedo que te invade y resbala encrespando las altas mareas del instinto… El sueño se repliega, tus ojos aún cerrados, sombras lúbricas danzan en torno a ti en la cama, estallan los relámpagos bajo tu piel gestados, y toda tú eres ánfora de miel que se derrama… Y al fin duermes, tan triste, doblemente cansada, sin haber compartido tu voluptuosidad, y otro silencio triste duerme sobre mi almohada, dilatándose el hueco de nuestra soledad…
Los Angeles, 25 de marzo de 2008
Diseño: Carmen Álvarez
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