Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Noches

Índice

Sonetos:
Huidizo Mi bosque Conjugando la vida
Poemas:
De noche Momentos Seguidillas ¿Dónde vas, joven? Ven a este pueblo
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Breverías

1946
Lleno estuve de nombres somnolientos desbordándome el alma adormecida, como el agua del ánfora en la fuente. Y un día el alma me saltó en fragmentos al escuchar el tuyo. Y enseguida cada nombre acopiado se hizo ausente.

1947
Se contradicen todas mis ideas, las de colores grises, las de rojo, las de pálido azul, y verde oscuro; las que se exhiben por las azoteas, surgen del labio, brillan en el ojo, miran hacia el pasado o al futuro. Cada una tiene vida independiente, absurdo engendro de la misma mente.

1948
La vida me amenaza cada día con la daga del sueño envenenada; me detiene el caudal de la energía, me deja la memoria inhabitada, y entroniza en la mente la anarquía de una visión confusa, enmascarada. Cada noche al dormir me muero un poco, y luego, al despertar, sigo tan loco.

1949
Aún no he llegado a verte y ya has partido. Eres la golondrina que se ausenta en la noche callada. Te he perdido antes de poseerte. Qué harapienta se me arrastra la suerte, o qué fingido fue el tono de tu voz. No me atormenta tu desaparición tan prematura. Sobre tu nombre hay una tachadura.

1950
El sabor de tu ausencia es tan amargo como una almendra verde. Cómo te disminuyes, y se pierde mi cántico en tu oído. Sin embargo, yo aún escucho tu voz, que me cantara, tiempo atrás, compromisos y alborozos, y también descalabros y sollozos. Ay, esta soledad, quién la quebrara.

Sonetos

1967 - Huidizo
Todo es perecedero; la belleza, que se va, como el humo, deshaciendo; el silencio, las voces, el estruendo, y cada idea que a fraguarse empieza. Y el amor, ya energía o gentileza, tan efímero siempre, que si extiendo hacia su ardor las manos, me sorprendo con la rígida escarcha, o la tibieza. Todo lleva su curso, como el río, que aunque fluye y se queda, nunca es mío, me tienta, se me ofrece, y me abandona. Castillo temporal de agua y arena que la marea en ascensión condena, y en tal adversidad se desmorona.
Los Angeles, 1 de octubre de 2008
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1968 - Mi bosque
Por cada amor un árbol he plantado. Qué pequeño es mi bosque y qué diverso. Escucho sus rumores, les converso como si al fin no hubieran fracasado. Ninguno en realidad fue malogrado, todos parte de mi íntimo universo, uno etéreo tal vez, otro perverso, como mi espíritu indisciplinado. Los hubo de pincel, sólo barnices, y sin profundidad en sus raíces, doblegados a embate de los vientos. Y resistentes otros como encinas, subsistiendo al olvido entre las ruinas. Y a todos hablo sin resentimientos.
Los Angeles, 2 de octubre de 2008
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1969 - Conjugando la vida
La encontré, me sedujo, la perdí, me lastimó, me atormenté, me aislé, me recobré, me erguí, recomencé, me ilusioné, la quise, me ofrecí, me aceptó, se me dió, me estremecí, se mantuvo, me amaba, fluctué, lo captó, se afligía, renuncié, me suplicó, no pude, me evadí. Caminé, rastreaba, descubría, ensayaba, otorgaba, desistía, flirteando, triunfando, sucumbiendo. Y seguía, perdiendo, comenzando, capitulando, pretendiendo, amando, olvidando, arrastrándome, muriendo.
Los Angeles, 4 de octubre de 2008

Poemas

De noche
Quien camina de noche recupera su propia identidad, la que se pierde bajo la luz del sol, y en el barullo de oficinas, terrazas, almacenes, donde uno se desprende de sí mismo para adaptarse a los demás. Se enciende la mente en soledad, y en el tumulto se va apagando al tiempo que se vierte. De noche soy yo mismo, sin la desatención de quien requiere multiplicarse en otros, soy una dirección; en ambas sienes me palpita al unísono el impacto de cada voz gestándose en la mente. Por mí y para mí pienso, no para otros oídos, o papeles. De noche voy por calles despobladas, me acompaña mi perro, que me entiende sin explicarle lo que mi cerebro, en su arbitrariedad, teje y desteje. Su paso es rítmico, al compás del mío, aunque de vez en cuando se detiene a imprimir su mensaje en la palmera, o en el roble de siempre. Percibe lo que pienso, sin hablarlo, mi diálogo interior es transparente. De las diez a las once de la noche, hora de confesión, de insensateces, hablo con ella de los buenos tiempos, cuando me amó y la amé, cuando la nieve coronaba los cerros, a la blanda eclosión de los claveles, al fuego de la tarde, junto al río, o al desnudarse el olmo de sus verdes. Fueron los tiempos de oro, ambos secuestradores y rehenes. Y también hablo de las horas bajas, nunca violentas, sólo sorprendentes; horas en que el amor, ya oscurecido en su perfil, perdiendo iba relieve; del tibio declinar, de la voz baja, como temiendo herir, pero que hiere; de su transformación, su lejanía, de mi desolación, de su repliegue. Mi perro va escuchando este silencio que dice tantas cosas. No se atreve a interrumpir conversación tan íntima dentro de mí, pero me mira a veces con la dulzura inmensa de sus ojos que no saben de amor, mas lo presienten. Yo soy más yo cuando camino a solas, al lado de mi perro, que me entiende.
Los Angeles, 1 de octubre de 2008
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Momentos
La espera hizo de instantes interminables horas, y el lecho hizo las horas inmóviles instantes que hablaban de la vida como hablan los amantes, con avidez de noches y recelo de auroras. Destrocé la clepsidra para cortar el flujo de la arena del tiempo, perpetuando el momento; pero ¿cómo se extiende tal estremecimiento, sin la varita mágica, o el conjuro del brujo? Ni se detiene el ciclo de climas o incidentes, ni se prolonga el lapso que el azar nos depara; el abrazo que llega, pronto nos desampara, las finezas más blandas tórnanse indiferentes. Y así fluye la vida, como todos corremos, de un instante a otro instante, y de uno a otro lugar, sin detener el tiempo, sin desenmarañar la complicada urdimbre que al amar retejemos. Tan frágiles momentos, tan breves, tan repletos de intensidad, de sangre, de piel, de turbulencia, inyectando en el alma rasgos de pertenencia, tan narcotizadores, y al fin tan incompletos.
Los Angeles, 1 de octubre de 2008
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Seguidillas
Se oscurece la tarde por el ejido, y un olor a jazmines puebla el camino. Bajo el naranjo me desnudan tus ojos, también tus manos. Ay, cómo tiemblan tus dedos vacilantes entre mis piernas. Esta noche no es noche para indecisos, es noche de arriesgarse por los sentidos. Mira la luna, qué curiosa ilumina nuestra aventura. Sigue el tecleo, y escríbime tus letras de muslo a seno. ¿Por qué suspira el aire, tiembla la estrella? ¿Por qué tiemblo y suspiro sobre la hierba? Ay, que me tienes, y te tengo, y me dejas, y al punto vuelves. Quédate, amado, penetrándome al fondo de tus abrazos.
Los Angeles, 2 de octubre de 2008
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¿Dónde vas, joven?
¿Dónde vas, joven, con el alma a cuestas, alumbrando de urgencias el camino? No llegarás, no hay meta; ni hay posada; sólo hay un laberinto por donde avanzas sin hallar salida, donde tantos que entraron se han perdido. Verás los blancos huesos asomando en el barro, hablando a gritos, pero no les oirás, porque eres sordo a voces que disienten de ti mismo. Proseguirás andando, serás un tren sobrado de humo y ruido, sin estaciones, norte o pasajeros, por un paisaje oscuro, desprovisto de montañas, llanuras, arboledas; cuanto esperas del mundo va contigo, lo has creado a tu imagen, no en momento consciente, mas dormido. Por eso es paradójico, le falta sensatez, duda, equilibrio. Te sobra corazón, y te delata la marcha irracional de sus latidos. Si te parece bello cuanto miras, será por ser testigo de tus propias ideas, solamente, y un día negro encontrarás cuchillos que te rasguen la carne, te envenenen el alma, y tus suspiros, hoy con ritmo de música, se te transformarán en alaridos. Hoy vas silbando, con el alma a cuestas, y la fe de quien nada encuentra ambiguo, camino de la tierra prometida; mañana el golpe súbito, inequívoco, te hará arrastrar el alma por el suelo, y tu boca tendrá sabor de exilio, de agravio, de derrota inevitable. Si la vieras venir, sin en lontanaza su polvareda te anunciara el giro de las cosas que rompen el programa que tú les has escrito… Porque nunca serán como queremos, sino como otros hayan decidido. Joven ingenuo, con el alma a cuestas, alumbrando de urgencias el camino. Te espera una vendimia de lúgubres racimos, que al exprimirlos, romperán en sangre, y colmará tu copa. Ese es tu vino.
Los Angeles, 5 de octubre de 2008
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Ven a este pueblo
Los relojes del pueblo van tan lentos como si el día fuera de cien horas, y se acuestan las gentes tan temprano, tan cansadas tal vez, o tan dichosas. En los atardeceres de este octubre, la lluvia salpicando en las baldosas, agoniza la vida con premura, y el silencio, del brazo de la sombra, cierra puertas, apaga chimeneas, adormece rumores, abre alcobas. Hay a veces ventanas que se encienden, y se apagan de nuevo, que incorporan una breve silueta femenina, bajando la persiana. Gota a gota se duerme el pueblo, aunque tal vez no duerme. Se suponen, se ignoran tantas cosas… La noche se perfila dilatada, como un siglo de paz, sueños y rosas. Ven a este pueblo de las noches largas, tú, que tan poco tiempo me deshojas, tú, que me acunas entre ausencia y prisas, tú, cuyos días prófugos galopan, y alárgate sin prisas, que aquí no llama, al parecer, la aurora.
Los Angeles, 5 de octubre de 2008
Diseño: Carmen Álvarez
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