Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Ciclos

Índice

Sonetos:
Fin de ciclo Ni gozo ni dolor Muda palabra Rostro de carnaval (I) Rostro de carnaval (II) Estatua de mujer Blanco abrazo
Poemas:
Este tren
seperador

Breverías

2466
¿Cómo amarte, mujer, sin poseernos? Sin rosas, sin abril, sin golondrinas, ¿será la primavera primavera? Los dominios del alma son internos, pero sucumben, catedral en ruinas, si la estructura externa se excluyera.

2467
Esta noche no arrulla, ni musita, y en nostalgia glacial me desarbolo; el rumor del pinar se debilita, se ha dormido la luna, y estoy solo. .

2468
Empapado de luz hasta los huesos, se me estremecen todas las ideas, me exigen libertad todos los besos, y se apresta la carne a la pelea. Tú, sustancia de fuego, ángel de arcilla, albergador del soplo creativo, la caricia de tu ala en mi mejilla me hará ser libre, y a la vez cautivo.

2469
Ya no paseas junto a mí; caminas en la sangrienta noche de mis venas; nadie nos ve arrullando en las esquinas, o en el baile informal de las verbenas. No te tengo; te añoro y me fascinas, mas no sé si me endulzas o envenenas. Tal vez, tal vez estoy imaginando que habrá otra vez. Mas ¿cómo, dónde, cuándo?

2470
Al borde estás de mi palabra. ¿Adviertes su tono, sus temblores, sus mensajes? Pienso que no; me la devuelve el eco. Pero yo sigo hablando. Hay muchas muertes que no nos estremecen, y paisajes que miramos sin ver, y un mundo hueco. Debe correr la voz, cálida, intensa, por páramo, bancal y recoveco, no importa quien escucha, mas quien piensa.

Sonetos

2621 - Fin de ciclo
No me quedan silencio ni algazara, sólo rumor de súplicas me queda, urdimbre semihostil que se me enreda obstruyéndome el paso. Si lograra acallar tales quejas, si escuchara voces más neutras, música que rueda con son de hoja otoñal por la alameda, tal vez mi desnivel se equilibrara. Porque alguien me dejó desnivelado; ni amargo ni anhelante ni frustrado, mas con la sensación de haber herido. Hay ciclos que se cumplen, andamiajes que deben desmontarse, y hay viajes que tocan a su fin. Y hay un vencido.
Los Angeles, 14 de abril de 2011
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2622 - Ni gozo ni dolor
Se alarga por la calle la añoranza de ventanas y puertas y balcones. Si los de ayer, las viejas vibraciones ya no palpitan cuando el paso avanza. Cada año debilita ritmo y danza que iluminar supieron los rincones de tanta fe, de tantas intenciones, que ya la mano, ni la mente, alcanza. Efímero vivir, extenuado por costumbre gradual, cuyo pecado consiste en la derrota del amor. Y no sé si detrás de los visillos se repiten los mismos estribillos. Ni gozo ya me causan, ni dolor.
Los Angeles, 14 de abril de 2011
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2623 - Muda palabra
Logras amordazarme, beso a beso, y te converso sin hablar, vibrante, palabra mía, muda, palpitante, con que lo inconfesable te confieso. Voy por tu piel de pétalo, regreso, vuelvo a callejear, soy caminante consciente de que lo único importante no es la consecución, sino el proceso. No sé de arte mayor, mejor lenguaje, que escribir con los dedos un mensaje capaz de estremecer, de subyugar. Callen el ruiseñor y el estornino, cálmese el viento, duérmase el molino; tú y yo solos, amor, en el pinar.
Los Angeles, 15 de abril de 2011
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2624 - Rostro de carnaval (I)
Detrás de la pantalla está el latido. Ensayará a ocultar su silueta, rostro de carnaval tras la careta, mas su pulso no queda inadvertido. Escúdese en la sombra, en el vestido, o en el silencio, sonará a trompeta cada palpitación, bardo o profeta que no sabe quedar enmudecido. Podrá alzarse un blindaje, una fachada, mas tras cada defensa enmascarada, siempre habrá un corazón delatador. Esta mujer que hoy vino haciendo alarde de indiferencia, de que ya es tan tarde, exuda por sus poros el amor.
Los Angeles, 16 de abril de 2011
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2625 - Rostro de carnaval (II)
Y sin embargo no me dijo nada que no hubiera otras veces reiterado, como si al insistir en lo alegado quedara su opinión evidenciada. Al escucharla, fijo en su mirada, comprendía ambas partes. Por un lado, el sonoro discurso, disfrazado, y por el otro la verdad callada. Esta mujer, clamor en el desierto, me deja ver su corazón abierto tras el claro cristal de sus retinas. La contemplo en silencio, y al momento se levanta, y en grácil movimiento, cierra, conspiradora, las cortinas.
Los Angeles, 17 de abril de 2011
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2626 - Estatua de mujer
Atrapada en el bronce: Golondrina de alas truncadas, incapaz de vuelo; muda canción, solemne violoncelo sin cuerdas, y sin vida, en la vitrina. Todo lo fuiste un día. Bailarina de corte frívola, flotante el pelo, en el taller del escultor, modelo, y tal vez aquiescente concubina. Al ser fundida al fuego, cuanto fuiste quedó inmovilizado, te dormiste, sueño de siglos del que no despiertas. Mas el dolor de aquel preciso instante no ha logrado escapar de tu semblante, mujer sin nombre, que a turbarme aciertas.
Los Angeles, 19 de abril de 2011
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2627 - Blanco abrazo
En fuego están mis sábanas; me abraso en su vivo paréntesis de llama. Dentro de mí una voz, gimiendo, clama por volver a colmar de vino el vaso. Del vino tan añejo, tan escaso, que pocos reconocen, pues no se ama de verdad si quien bebe lo derrama, o si quien brinda sólo va de paso. Ni despilfarrador ni peregrino, vine con el espíritu genuino de quien busca a tu sombra residencia. Pero tu sombra se evadió, y yo quedo en este blanco abrazo en que me enredo, entre el fuego y la escarcha de tu ausencia.
Los Angeles, 20 de abril de 2011

Poemas

Este tren
Este tren que me lleva, que no tiene estaciones, sólo atraviesa túneles, desconoce paisajes, y voy solo en su extraño compartimento oscuro, donde orfandad y tedio no cesan de agolparse. Yo no compré billete, ¿quién me empujó a subirme, y en qué punto, si llega, devendrá el desembarque? Si es la barca de hierro de moderno Caronte, ¿no hay más almas que crucen a las puertas del Hades? No recuerdo haber muerto; tal vez nadie revive sus últimos momentos desde un futuro instante. O tal vez no he vivido, siendo sólo una sombra, un reflejo en el agua, o un rumor en el aire. Es glacial el entorno, como cuando se cierran definitivamente los ojos de la madre, o interviene el invierno, con su garra de hielo, rasgando alma y sentidos que abandonó la amante. No entiendo este viaje, ni si tiene destino. Quizá me espera el tajo siniestro del arcángel que aparece en mis noches sin pronunciar palabra, de actitud ominosa, y esgrimiendo un alfanje. Cierro los ojos. Oigo tedioso el traqueteo de las ruedas, narrando, monótono, incesante, su poema de hierro. Pero no sé dormirme. ¿Seré el sueño en un cuento que nunca ha de contarse?
Los Angeles, 15 de abril de 2011
Diseño: Carmen Álvarez
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