Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Remembranzas

Índice

Sonetos:
Edad
Poemas:
Hombre de camino Tu voz Resurrección (IV) Voy hacia un cuerpo Cuando te escucho Todo fluye Por esta calle
seperador

Breverías

2516
Flotan, entre la niebla de mis sueños, tus palabras de ayer. Tal vez podría abatirlas al fin, una por una. Pero aún son mis placeres, si pequeños. De eliminarlas, ¿qué me quedaría, si mi amor derrochó en ti su fortuna?

2517
Tal vez amor es humo, que no existe sino en nuestro pueril convencimiento de que hay otra persona que nos ama. ¿Quién nos avala que cuanto se insiste es algo más que ráfaga de viento, o juego de palabras, o un programa? ¿No concluímos, tras cada ruptura, que todo fue ficción, músculo o trama, o simplemente efímera aventura?

2518
La mañana es sonrisa, y esperanza; la tarde, reflexión, recogimiento; ¿y la noche? La noche es añoranza si ella no está; si está, desbordamiento.

2519
Cierro la mano. Es aire lo que aprieto. No queda más. Un aire perfumado, mas aire solamente. Sostuvo todo un mundo y fui completo. Pero se evaporó. Yo, mutilado, sin más que un leve aroma en el ambiente.

2520
Cada lecho en que yago no es el suyo, ni es el mío tampoco, peregrino por mundos de placer tan incompletos. Cómo me disminuyo, siempre en aspiración, siempre en camino, fiel objetivo, frívolos objetos.

Sonetos

2688 - Edad
Tiemblan tus ojos al mirar de frente, sin ser amenazante mi mirada. ¿No ves al fondo luces de alborada? ¿No es mi retina espejo transparente? Porque te ves en ella, y de repente ves lo que soy, invitación callada a desbordar tu júbilo en mi almohada, acoplamiento, junto a mí yacente. Acércate. Revélame los sueños de tus noches despiertas, los diseños que traza tu fervor para el futuro. La edad no es el umbral infranqueable que frena el paso o lo hace inaceptable. Mírame adolescente…, aunque maduro.
Los Angeles, 26 de julio de 2011

Poemas

Hombre de camino
Ni castillo, ni hogar, ni residencia; soy hombre de camino. No solitario, aun cuando en ocasiones nadie venga conmigo. Amo la compañía, si apropiada; por convicción, jamás por compromiso. Aborrezco la táctica, el proyecto, por todo lo que tienen de ficticio, y sólo a lo informal, lo inesperado, tiendo la mano, me encomiendo y vibro. Rechazo el sí que encubre sus intentos bajo disfraz de no, recurso indigno. Mis juegos son de cartas descubiertas, palabra franca, sin enfoque ambiguo. A flor de piel se me desborda el alma, y la desnudo frente al juego limpio. Los años me han lavado de acosos y prejuicios. Mi compañera debe ser directa, flecha en la diana, intento rectilíneo. Mas no todas lo entienden, perdiéndose en grotescos laberintos. Por eso en mi sendero, que no va a parte alguna, yo, encendido, quemo lo que me resta de la vida; podré ir solo, mas nunca fugitivo de sombras, de temores, de desfallecimientos, o de olvidos. No miro atrás, que no es recuperable; ni adelante tampoco, vaticinios. Donde mi pie descalzo deja huella, ese es el mundo que me abraza y vivo. No tengo tiempo que perder, soy dueño de un instante no más. ¿Vienes conmigo?
Los Angeles, 24 de julio de 2011
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Tu voz
El teléfono, tenue latigazo con toque de caricia, me despierta. Tu voz, lejana, lleva el deje ausente de prófugas colmenas, runrún, divagación, revoloteo, sin la miel que fraguaran. No me llega. Es voz que ya no toca, como si no estuvieras. Y en realidad no estás. Entre las manos llevo un fragmento de aire, una tristeza, un ligero aletazo del ave que voló, mas ya no vuela. Qué sonido tan neutro, ni de interpelación, ni de respuestas; simple conversación irrelevante, palabras tibias sobre causas muertas. No puede haber coloquio si dos habitan en dispar esfera. Un idioma común, la misma ruta, utopías idénticas. Nos pareció tenerlo, y tal vez lo tuvimos, mas la rueda de la fortuna dio su vuelco un día extraviándonos ambos en la niebla. Tu voz ya no es tu voz, no la respiro, no se adentra en mi oído, ni me quema. Voy a dormir de nuevo, que el silencio está oscuro, y no alborea. Dormido no te siento, ni te escucho, ni te sueño tampoco. Están las puertas de la mente cerradas; como el alma, en tinieblas.
Los Angeles, 24 de julio de 2011
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Resurrección (IV)
Tal vez ya me haya muerto, y en tus manos sostengas el jarrón de porcelana que encierra mis cenizas. Una vez más he estado envuelto en llamas, fuego aniquilador, como el de siempre, mas hoy definitivo. ¿Dónde el alma? ¿A qué desconcertante paraíso van los enamorados con sus ansias? ¿O nunca llegan, y en la oscura margen de la laguna Estigia, inciertos, vagan? ¿O beben de las aguas del Leteo, desvaneciendo imágenes, palabras, afectos e intenciones, estrenando una mente nueva y blanca? Tú estarás distraída, sin saber qué pensar. Por la baranda se asomarán las rosas a la calle, y el revuelo de alondras sobre el agua del estanque vecino, no obtendrá tu atención, ensimismada. Inmóvil, pensativa, se te diría estatua. Y de repente se desliza al suelo, inadvertida, el ánfora, quebrándose en pedazos. La brisa de la tarde, en leve ráfaga, recoge, eleva, agita mis cenizas, me va reconstruyendo; y en la espalda siento un doble temblor, intermitente, cual si de pronto me nacieran alas. Apenas te sorprendes del impacto, un poco más de polvo en la distancia. Pero voy ascendiendo, sobre el tejado de tu propia casa, sobre los álamos de la ribera, de cara al cielo azul. Ah, qué alborada despierta en mí, la luz, y los murmullos, colores y fragancias, no los que percibí cuando, contigo, era el mundo un proyecto a tu ventana. Aquéllos eran copias, o bocetos, originales éstos, como el alma. Ahora sí me has perdido; ésta es la libertad con que soñaba.
Los Angeles, 25 de julio de 2011
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Voy hacia un cuerpo
En desesperación voy hacia un cuerpo cuya apariencia ignoro. Me ha hablado de otras cosas, tan sutiles, más allá de la piel, de los adornos. Al descubrir etéreos arabescos, calladas armonías, y rescoldos de pasiones dormidas, se torna el exterior fantasmagórico. Amo la carne, sí; y amo a la alondra, y a la brisa, al crepúsculo, y al olmo. Todos son mis hermanos, y son bellos, y hay tanto más allá de sus contornos… He amado formas sin amor genuino, pero con cierta dignidad al fondo, porque mi forma espera, y da, y recibe, haya contrato o no, mas sin soborno. En desesperación voy hacia un talle cuyas galas más íntimas conozco, que me habla desde dentro, en línea recta, sin oblicuo tono; que no esconde propósitos ni impulsos, y se le escapa el alma por los poros. Voy a hacerle el amor hasta los huesos, y más allá, hasta el centro luminoso que engendra sus temblores, y abre de par en par su territorio.
Los Angeles, 26 de julio de 2011
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Cuando te escucho
Me apodero de ti cuando te escucho. Cada palabra me abre posiciones que son, en tu silencio, inexpugnables. Pero al hablarme, hay voces que sueles mantener amordazadas, en íntima prisión, tras los barrotes, y filtran sus secretos a quien sabe entender tus omisiones. Te abres a mí como un escaparate, sin advertir que, más que tantos hombres, puedo ver más allá de lo evidente, esa trastienda, a veces en desorden, que tanto encubres, semiavergonzada de posibles ajenas opiniones. Si tus mudos secretos no son tales; si en todos hay idéntico desorden, el mismo ajuar juzgado vergonzoso, parejo barro digno de reproche. Quien te vea cual eres, cual te veo, verá su propia imagen, más deforme. Cada cual es señor de doble imagen, la que lleva en el rostro y la que esconde. A quien ven los demás no es uno mismo, y a quien no pueden ver no es tan mediocre, ni tan perjudicial como pensamos. Son cosas que llevamos a remolque. Si te descubres al hablar, no temas, todos fundidos con el mismo cobre. Me apodero de ti cuando te escucho, porque descubro tu íntimo horizonte.
Los Angeles, 27 de julio de 2011
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Todo fluye
Tal vez sea verdad que todo fluye. O quizá no, que hay cosas que se quedan. Y otras que si se van, vuelven un día. No hay absolutos, sólo contingencias. Yo me vertí en tu vida, y acoplados, fluimos juntos entre dos riberas, sin infausta injerencia de afluentes, bajo los olmos, entre las adelfas. No pensábamos mares ni lagunas, eso era el fin para las aguas muertas. Ni tampoco ignorábamos que es gentil la corriente, mas no eterna. Supimos enredar almas y cuerpos, y apagar los relojes, que se llevan fragancias y sabores, fricciones y cadencias. Río que pasa, mas sin alejarse, perenne instante, mágica odisea. Eran todas las noches noches de luna llena. Pero un amanecer, no por previsto menos desconcertante, las violetas perdieron su color, en el ramaje se durmieron los trinos, la ribera del mar se hizo inmediata, y el sol de mayo no cortó la niebla. Se encendieron de nuevo los relojes, poblando de tictacs mi primavera. Tal vez sea verdad que todo fluye. Tal vez un día vuelvas.
Los Angeles, 27 de julio de 2011
seperador
Por esta calle
Por esta calle, otrora casi mía, voy pisando recuerdos desangrados. Calle confidencial, hacia el secreto; si alguien me ve, dirá que voy de paso. Pisando la hojarasca del otoño, al sofoco opresivo del verano, robándome una rosa en primavera, y en el invierno, sorteando charcos. En clandestinidad viví contigo, si parcas horas, mis mejores años. Esta calle era mía, no era tuya; tuya la casa, y el balcón, y el patio, (la alcoba no era tuya, sino nuestra), también tuyo el hilillo de humo blanco dibujando en el aire formas lúbricas, tu cerebro en acción sobre el tejado. Por esta calle caminaba solo, nunca tú me llevaste de la mano. Me mirabas llegar, discretamente, tras el cristal de la ventana, el tacto, por la anticipación, hecho temblores, y la libido a punto con su látigo. Me mirabas partir, tan soledosa, con ansias de otras horas, casi en llanto. La calle se hizo a mí, como si fuera una farola más, u otro naranjo, pero en circulación, y yo aceptaba cada grieta o relieve en el asfalto como un ‘hola’, un ‘adiós’, un ‘buenas tardes’, y la naturaleza era un abrazo. Eso era entonces. Hoy, enmudecida, me ve pasar, sin fe, desalmenado.
Los Angeles, 27 de julio de 2011
Diseño: Carmen Álvarez
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