Es el destino fácil panacea para justificar nuestros errores, olvidando que somos creadores, no consecuencias, de tan ciega idea. Ni forja nuestras vidas ni moldea su futuro; no tiene constructores para llevar a cabo las labores que sólo nuestra mente se plantea. Al invocar su nombre, el perezoso exculpa su apatía, y el medroso se detiene al umbral de su impotencia Impotente también es el destino. Cada cual se programa su camino, y a razón, mano y pie lo diligencia.

Duda de tu certeza, que la duda te compele a pensar, mas la certeza cubre bajo su capa la pereza, que es, además de estéril, sordomuda. Quien duda, escucha, aprende y se desnuda de conceptos arcaicos. Si tropieza sobre ideas confusas, las despieza, y tras analizarlas, se autoayuda. La fe ciega en la propia certidumbre no engendra persuasión, mas servidumbre a principios de músculo inseguro. La verdad es audaz, no intolerante, y a ella nos lleva cada interrogante que sabe equilibrar claro y oscuro.

Los sueños, que no el sueño, son ventana por donde el alma al exterior aflora en búsqueda febril de nueva aurora que logre reanimarla, aunque lejana. Y allá los sueños van, hacia la arcana región de azul donde el futuro implora transformarse en presente, sin demora, que siempre es tarde para el hoy mañana. Mas sueños, y futuro, y de inmediato, son, si galante, extraño triunvirato que no muy a menudo están de acuerdo. Y los sueños regresan malheridos al alma incubadora, y en sus nidos se extinguen, transformándose en recuerdo.

Al transitar, escucharás ladridos de perros que humedecen las esquinas. No hagas caso, es señal de que caminas; tus críticos son barcos sumergidos, llamas extintas, álamos caídos, incapaces de técnicas genuinas. Exprésate en las formas cristalinas dictadas por el alma o los sentidos. Tú conoces los puntos apagados de tu propio quehacer, y los nublados que otro te asigne, de su mente son. Que no se te amordace, o menoscabe, pues nadie como tú confiere o sabe los rasgos de tu mágica visión.

Somos hijos de Dios, y en nuestra mente brilla una chispa de su luz que añora la recia voz que en la primera aurora improvisó este mundo, de repente. Casi pequeños dioses, la simiente visionaria, a la vez que creadora, reside aún en nosotros, y atesora capacidad de gestación ingente. A cada cual incumbe replantarla, cuidar su progresión, multiplicarla, y parir ese mundo concebido. No será con palabra milagrosa, mas con visión y agenda laboriosa, que para esa aventura hemos nacido.

No me desvelo en dar explicaciones de cuanto realizo, induzco o digo; no las requerirás si eres amigo, y si hostil, no creerías mis razones. Expreso mis ideas y emociones como nacen de mí. Si no consigo tu aceptación o acuerdo, no prosigo; sabiendo respetar tus convicciones. Pero, asimismo, exijo tu respeto a mis propias ideas, que someto a cuantos se permiten dialogar. Si única es la verdad, se manifiesta de mil formas distintas, y en honesta, cordial conversación suele brillar.

¿De qué igualdad hablamos? Defendemos que tú y yo, y los demás, somos iguales, y ni en disposición, rasgos faciales, o habilidad mental nos parecemos. Cada cual es un mundo. Si tenemos en común ciertos trazos generales, no son sino elementos tangenciales; en lo demás, apenas convergemos. Diferimos en reto, acción, idea, en lo que se propone o se desea, en lo que se celebra o se deplora. ¿De qué igualdad hablamos, si la vida empobrece a los más, y a otros convida a absurda bacanal ostentadora?

Si no alcanzas tu meta, da otro paso, que un traspiés no es desplome ni agonía. Mira la luz, triunfante a mediodía, y hundida en la derrota del ocaso. No ve el anochecer como fracaso, y vuelve al despertar del nuevo día. Siempre habrá un accidente, una avería, mas nunca será el fin, sólo un retraso. Obstáculos habrá, y adversidades, que si han de provocar tus ansiedades, no deberán cargarte de grilletes. No se vive sin riesgo; quien quisiera vivir con tal cautela, que se muera. La vida exige lanzas, no juguetes.