2900 - Balcones (III)
Detesto el arquetípico estribillo
de las primeras frases, la torpeza
de fracturar el hielo o la corteza.
¿Precisamos acaso lazarillo?
Fue perdiendo distancias el pasillo,
y adquirió afinidad, y gentileza.
Se inició la sonrisa, que tropieza
sobre los ojos, despertando el brillo.
Tal vez nunca logramos el efecto
de enfocar las ideas en directo,
cabrioleando en círculos triviales.
Mas no en esta ocasión. Si bien exiguas,
fueron palabras claras, nada ambiguas,
como sin detenerse en los umbrales.
Los Angeles, 14 de febrero de 2012