Breverías
201
Me arrancaré los ojos para no contemplarte,
lavaré la memoria para olvidar tu nombre,
y he de lijar mis labios, porque anoche, al besarte,
me dejaron los tuyos el sabor de otro hombre.
202
He reclamado al viento
las hojas que arrancó del calendario,
para volver mi vida a aquel momento
malgastado sin el ofrecimiento
de unir mis pasos a tu itinerario.
203
Alma de hierro, resistente al ruego,
tan incierta como un puñado de agua;
yo he de ablandar ese metal al fuego,
y a martillazos en mi propia fragua.
204
Guardo mi piel para tu mano ausente,
y mi mano irá en busca de tu piel;
y con los veinte dedos, mansamente,
nos pintaremos detalladamente,
siendo a la vez el lienzo y el pincel.
205
Ella descuartizaba la esperanza
de sus amantes con feroz dureza,
sin conceder lugar a la venganza;
dejándoles vacía la cabeza,
y el corazón clavado en una lanza.
Pero un día se alzaron esos muertos,
con ojos de rencor a llamaradas,
pechos sangrantes, íntimos desiertos,
y sobre ella cayeron a lanzadas...,
y murió con los dos brazos abiertos.
206
Despierta mis estímulos de amante,
sal del letargo que ata tus sentidos;
te quiero frente a frente, cimbreante,
no espalda contra espalda, ambos dormidos.
207
Serán amantes, y estarán ungidos
de una locura azul sin titubeos;
no lucharán, tendrán juegos prohibidos,
sin ambiciones de obtener trofeos,
porque tan sólo habrá muertos y heridos
en desafíos, justas y torneos…
Si el amor es un campo de batalla
no vencerá quien habla, mas quien calla.
208
Adormecido estuve tantos años
que olvidé suavidades y temblores;
me deslicé sin motivar rencores,
sin producir ni padecer engaños,
pero también sin recoger las flores.
Mas la campana del vivir resuena,
y su tañido trota el campo muerto
estremeciendo el alma: Estoy despierto,
presto a apropiarme la mujer ajena,
y a recoger las rosas de su huerto.
209
Rojo de sangre llevo el pensamiento
por el dolor de verte incomprendida
de quien te debe apoyo y voz de aliento.
Ellos no han de vivir tu propia vida;
sigue tu impulso, la cabeza erguida,
amplia sonrisa, y el cabello al viento.
210
Rompe la lluvia en sollozo
de innumerable lamento,
despertando el sufrimiento,
y durmiendo el alborozo.
Pero al abrirse tu rosa
en mis manos aquel día,
tu llanto fue de alegría,
de alegría luminosa.
Sonetos
88 - Puzzle
Un caos de minúsculas bellezas,
rotos fragmentos de tus soledades,
arrastra el alma en sus perplejidades
transformándola en mi rompecabezas.
Una tras otra encajaré las piezas
en las curvas de tus concavidades,
armonizando las diversidades
que veo terminar donde tú empiezas.
Y mis manos irán reconstruyendo
tu paisaje interior, despedazado
por la garra cruel de la amargura.
Y el alma renovada, dependiendo
del artista que la ha remodelado,
suya será, no sólo su escultura.
Los Angeles, 25 de abril de 1998
89 - Siameses
Dos realidades físicas unidas,
y un sólo corazón, cuyos latidos
acompasan los íntimos sonidos
del alma que se niega a despedidas.
Se interconecta el flujo de ambas vidas,
cordón umbilical de los sentidos,
ambas cierran la puerta a los olvidos
y ambas lloran de la otra las heridas.
Será cualquiera intervención en vano,
pues ni piden ni aceptan nuestra ayuda,
y están entrelazadas de tal suerte,
que al tratar de operar el cirujano,
su bisturí producirá sin duda
dos fallecidos de una sola muerte.
Los Angeles, 27 de abril de 1998
90 - Madre
Si al extender la mano, no hay ninguna
que con amor pueda estrechar la mía,
retornaré al pasado en agonía,
y me dirá el recuerdo que aún hay una.
Cuando en mis noches de dolor, la luna
me abandone a la sombra densa y fría,
volveré la mirada al dulce día
en que escuché tu voz sobre mi cuna.
Lejos quizá estaré de tu persona,
pero a mi lado siento tu presencia
como ráfaga de aire refrescante.
Unico amor que nunca decepciona,
brazos abiertos a la confidencia,
alma plasmada en el gentil semblante.
Los Angeles, 28 de abril de 1998
91 - La espera
Lágrimas por mi culpa derramadas,
rasgándome la piel del sentimiento;
ni vi la pena ni escuché el lamento,
mas corren con mi sangre entremezcladas.
Qué soledades nunca anticipadas
descargaron en ella el desaliento,
pero no retiró el ofrecimiento
de sus pasiones íntimas, calladas.
Esperó mi regreso inevitable
protegiendo la luz de la esperanza
bajo las alas negras del dolor.
Tan firme como fuera vulnerable,
nunca dudó a pesar de mi tardanza,
y al llegar se me abrió como una flor.
Los Angeles, 30 de abril de 1998
92 - Oportunidad perdida
Si el joven que yo fuí hubiera encontrado
la ardiente mujercita que tú fuiste,
no habría en tu mirada el tono triste
nacido del amor acostumbrado.
Si está mi corazón amordazado
y el tuyo de rutina se reviste,
es porque un día azul tú no viniste
y ambos nos fuimos por distinto lado.
Si tus brazos se encuentran inactivos,
si en tus labios los besos no florecen,
si el sexo duerme en soledad vacía,
es porque un día fuimos fugitivos,
y aquellas cosas que te pertenecen
han de ser tuyas cuando seas mía.
Los Angeles, 30 de abril de 1998
Poemas
Vicky
Vino hacia mí una tarde casi con titubeos
hablando de tristezas y de simples deseos.
Flotaban soledades en sus ojos rasgados,
y dolores lejanos aún no cicatrizados.
Al temblor en sus labios de dulzura callada
con tímidos rubores descendió la mirada.
La tomé de la mano, fría y estremecida,
y percibí al momento ligera sacudida.
Y al punto esbozó leve sonrisa acogedora,
mostrando una apariencia más esperanzadora.
En las últimas luces del día, caminando
bajo los verdes pinos, la ví casi llorando.
Y me contó su vida, y sus aspiraciones,
las breves alegrías, las grandes decepciones.
Isla sola y perdida en la distancia inmensa,
como una rosa, frágil; como un niño, indefensa.
Me habló de las canciones que vibran en su alma,
de los ruidos extraños que perturban su calma.
De su afán y su anhelo de tener un amante
que la encierre en sus brazos vehemente y constante.
Alguien que la susurre dulzuras al oído,
que la arrulle despierto, que la sueñe dormido.
Y ella se entregaría como una flor abierta,
con el cuerpo vibrante y el alma descubierta.
Hubo un silencio triste rondando los pinares,
inmerso en la nostalgia de sus mudos cantares.
Se detuvo un momento junto a la verde orilla,
y ocultando un sollozo, me besó en la mejilla.
Y sin hablar seguimos el resto del camino,
esperando optimistas un cambio del destino.
Los Angeles, 26 de abril de 1998
Anuario de la madre
Año 0
Siento emociones íntimas y extrañas
cual si fuera invadida por un río;
nueva vida se agita en mis entrañas,
y el pequeño invasor es todo mío.
Año 1
Oh, qué rosa ha nacido en mis rosales,
reflejo de mi rostro y de mi vida,
ángel depositado en mis umbrales
por la mano de Dios, hija querida.
Año 6
Por vez primera la llevé a la escuela,
filtrándose en un grupo bullanguero,
sin mirar hacia atrás, ave que vuela
por nuevo espacio, mientras yo la espero.
Año 16
Hoy trajo a casa un brillo en la mirada
con el misterio de la luna llena;
canta en su risa el alma enamorada,
abriendo un ciclo de alegría y pena.
Año 17
Anida la tristeza en su semblante
y el llanto fluye silenciosamente
por el amor herido e inconstante...
¡Cómo me sangra el corazón doliente...!
Año 18
El hombre que la amó me la arrebata,
y ella feliz inicia otro camino.
Yo siento sobre mí una catarata
de gozo y de inquietud por su destino.
Año 19
Vino a verme. De nuevo una aureola
circundaba su rostro enardecido;
y al verla entrar, fue su sonrisa sola
quien me habló de su cuerpo florecido.
Año 20
Un ángel más desciende desde el cielo
y aparece en su puerta una mañana;
Y un día ha de llegar en que alce el vuelo...
pero esa coyuntura está aún lejana.
Año 23
¡Cómo te ví nacer, desarrollarte,
llorar, reir, jugar y enternecerte...
Cómo te ví después enamorarte;
Cómo en mí estás, amor, hasta la muerte.
Respuesta:
Llevo en el alma la divina huella
de tu recuerdo, madre inolvidable;
otras pisadas hay, pero tan bella
ninguna habrá, ni tan imperdurable.
En tu interior un día me tuviste,
y en tu interior me llevas todavía.
Nunca al pensar en tí puedo estar triste,
pues soy tan tuya como tu eres mía.
Los Angeles, 27 de abril de 1998
Su partida
Abrázame en el pórtico del llanto,
donde flotan de luto las banderas;
mis lágrimas murieron agotadas,
y quiero una vez más llorar por ella.
Pasó el viento de largo sin ser visto,
vino la lluvia y se perdió en la tierra,
se consumió la lámpara en la noche,
y se durmió la luz en las tinieblas.
Y ella en su lecho se agostó despacio
como el rosal sobre la tierra seca;
y absorbió oscuridades en los ojos,
y la palabra fue perdiendo fuerza.
Con invisible mano fría el tiempo
borró el color y la vistió de niebla;
mas ni el dolor ni la desesperanza
menguaron su enigmática belleza.
Oh soledad, que te juzgué dormida,
y penetraste en mí sin resistencia,
uniendo su partida y tu llegada
en la noche del alma triste y negra.
Cómo vino a ser parte de mi vida,
y cómo su dolor se hizo mi pena,
y al llegar el momento inevitable
de cruzar la fatídica frontera,
me arrebató la flor del sentimiento
dejando mi alma inánime y desierta.
Soledad que viniste con su muerte,
ayúdame a llorar por mí y por ella.
Los Angeles, 5 de mayo de 1998
Septiembre
En el otoño te veré, mi amada,
en el otoño de añoranzas verdes.
Larga la espera, intensa la esperanza,
firme la fé, el espíritu rebelde,
dos ríos en vertientes paralelas,
combinando al final ambas corrientes.
Saltaremos a bordo, entrelazados,
al arribar la nave de Septiembre,
sin calendario, ni reloj, ni agenda,
deseo intenso y equipaje leve.
Septiembre nos traerá en ofrecimiento
suaves caricias y pasiones fuertes,
que, hundidas en olvido tantos años,
una vez más con ímpetu florecen.
Qué corazón tan nuevo te he guardado,
qué cuerpo casi virgen aún retienes;
cómo vendrá la noche anticipada
envuelta en rendiciones impacientes,
y cómo el nudo del desnudo abrazo
perdurará cuando la aurora llegue.
Años dormidos prensarán sus días
en breves horas, nunca suficientes,
pero derribaremos la clepsidra,
e inerte el tiempo habrá de mantenerse.
Hambre de siglos en el cuerpo llevo,
y sed inextinguible de tenerte;
la misma sed que seca tu garganta,
y el hambre mismo que tu entraña muerde.
En el otoño dormirán las dudas,
despertarán nostálgicos ambientes,
e irrumpirán los cantos de las aves
en la magia de los atardeceres,
y ambos iremos, brazo en la cintura,
mientras el aire ondea los cipreses.
Encierra entre mis manos tus mejillas,
y entiérrame en tí misma firmemente,
que he de explorar, no ya la superficie,
mas las concavidades y relieves.
Sueña, mi amor, un sueño de imposibles
a despertar en realidad alegre,
fantasías ferozmente atrevidas,
tabúes rotos que la mente encienden.
Y al llegar melancólico el otoño
arrastrando su paso indiferente,
me traerás una entrega inexhaustible
de placeres y amores en Septiembre.
En el otoño te veré, mi amada,
en el otoño de añoranzas verdes.
Los Angeles, 10 de mayo de 1998
Cita en la Alhambra
Bajemos el telón de nuestras vidas,
cerremos las ventanas,
y esta mágica noche sacudamos
el fardo encaramado a nuestra espalda.
No ha de ser una fuga sin retorno,
que fuertes ligaduras nos amarran,
y ambos llevamos lastre
demasiado pesado a nuestras alas.
Pero será un paréntesis de ideas,
un tropel repentino de palabras
brotando a borbotones
al haber arrancado la mordaza.
Qué libertad espléndida albergamos
en el fondo del alma,
pero qué riguroso cautiverio
nuestra existencia arrastra.
Hoy abandonaremos
ese mundo dormido en la desgana,
sofocador de espíritus despiertos,
desierto estéril de la mente esclava.
Y vendrás a mi lado,
dejando el cuerpo inmóvil en la cama,
ataviada de tus ilusiones
tras arrancar los sueños de la almohada.
Dormido, el otro cuerpo
no advertirá la ausencia de tu alma.
Tocarás con la mano mi mejilla
bajo la luna clara,
y al deslizar mi brazo en tu cintura
dejarás la cabeza reclinada
junto a la mía, mientras aspiramos
la noche en los jardines de la Alhambra.
El alfanje creciente de la luna
se balancea sobre las murallas,
salta de prisma en prisma las almenas,
y en los estanques le refleja el agua.
Refléjame en tus ojos, lunas llenas,
dame el temblor que vibra en tu mirada,
y deslízame un beso entre los labios
teñido de ternura y de nostalgia.
Sombras inquietas vagan imprecisas
con el hálito frío de fantasmas,
cruzando el Patio de los Arrayanes,
en sigilosa y fugitiva marcha.
Vienen sangrientos los Abencerrajes
con rosas de dolor en las espaldas,
cortadas por el filo
de los puñales y las cimitarras.
Oculto el rostro tras la celosía,
llora amores soñados Lindaraja,
cautiva en el serrallo,
y el corazón perdido en la distancia,
al compás de los versos
de Ben Zamrak que la odalisca canta.
Canta en suave murmullo, amada mía,
una historia de amor sin esperanza,
triste como la brisa en los cipreses,
que entra en las ramas, pero no la abrazan.
Es triste nuestro amor de lejanías,
casi imposible, delicada llama,
desconocido entre miradas grises
y caras familiares, pero extrañas.
Cíñete a mí esta noche en los jardines,
que furtiva pasión nos arrebata.
Duerman la indiferencia y el cansancio
en tu casa y mi casa.
Hemos abandonado nuestros cuerpos,
y hemos entrelazado nuestras almas.
Dame un beso total que nos circunde,
y un abrazo que sirva de coraza
contra las cuchilladas de los años,
desgarrando miserias rutinarias.
He de absorber tu espíritu en el mío,
mi copa en tí se colma y se derrama.
Y en el amanecer de nuestra cita,
con la aurora apuntando en la atalaya,
regresaremos desapercibidos
a seguir nuestras vidas solitarias.
Los Angeles, 16 de mayo de 1998
La jaula
Un día yo fui libre,
hermano de la nube y la gaviota,
descolgando en el aire voluntades
y recogiendo en el jardín las rosas,
sin órdenes rompiéndome la espalda,
ni programas rigiéndome las horas.
Un día yo fui libre
de arrancar del Pentélico una roca,
cincelar una idea en los salientes,
y revestirla de palabra y forma.
Y fue escuchada, y hasta fue creída,
por mentes que razonan.
Un día yo fui libre
de desgranar las notas
de canciones de amor y de deseo,
y de avanzar con esperanzas locas
y una ilusión brillante
alumbrándome el paso con su antorcha.
Pero mi libertad se ha replegado
con ecos de derrota,
y la noche ha tendido
sobre mi frente su tapiz de sombra.
Mi palabra está muda,
y en mi canción hay ritmos de congoja.
Hoy el mundo es estrecho,
mezcla de confusión y paradoja,
y encerrada en su jaula,
el alma gime desolada y sola,
viendo esfumarse el tiempo
al par que su castillo se desploma.
Pero ella vino inesperadamente,
arropada en la luz de su aureola,
desnudando el cansancio de su vida,
desnudándose toda.
Prisionera en la letra del contrato
sin atreverse a desgarrar las hojas,
confinada a la jaula
cuyo solo guardián es ella propia.
Intacta mi prisión, me ha liberado,
y ella, cautiva y libre, ve las horas
en incesante ruedo, limitada,
y a la vez decidida y belicosa.
Entre las barras de la jaula emergen,
como bandada alegre de palomas,
sentimientos e ideas
que suavemente flotan
en aire azul, con libertad de impulsos
irrefrenables cuando se remontan.
Encerrada, mas libre,
abandonada, pero soñadora;
bloque inmóvil y enérgico resorte,
inmediatez y sensación remota;
indiferente a un cuerpo en la presencia,
mientras el alma por otra alma llora.
Ambos estamos en distinta jaula,
en estrechez angosta,
pero nuestros espíritus son libres,
como lo son la nube y la gaviota.
Los Angeles, 21 de mayo de 1998