Breverías
840
Dame tu superficie, laguna de mujer,
pues la luz duerme en ella, y el tacto, y el color;
niégame el fondo oscuro, no me dejes beber
del fango de tus dudas, ni hundirme en tu temor.
841
Muévese el bosque en inmovilidad,
en plétora de vida y de belleza;
y hay quien sólo percibe utilidad,
y ante el murmullo y el color bosteza;
otro descubre peligrosidad,
lobo, tropiezo, légamo, aspereza.
¿Qué oteas tú en mi realidad oculta?
¿Suavizante palabra o voz que insulta?
842
Hacia ti, contra toda congruencia,
contra toda opinión, firme, insistente;
soy pez que surca el agua en ascendencia,
sólo los muertos van con la corriente.
843
Te amo con el amor que otro condena,
fuera de lo legal, de lo aceptado,
como quien rompe argollas y candado,
como se quiere a la mujer ajena.
844
Cuando me dirijo a ti
me niegan sombra los pinos,
surgen ríos frente a mí,
se detienen los caminos,
y debo quedarme aquí.
845
Te quiero porque no eres como soy,
porque no está mi imagen en tu espejo;
si al mirarte surgiera mi reflejo,
dejarías de ser lo que eres hoy.
846
Indagan mis palabras tu presencia,
trepándote en camino hacia el oído,
que se resiste hermético. ¿En qué ausencia
te refugias? ¿Qué absurda indiferencia
tu espíritu mantiene adormecido?
847
¿Por qué mar desconocido
pilotas la blanca vela?
Si mi soplo no la ha henchido,
¿qué otro viento la ha impelido?
Ay, mi vieja carabela.
848
Te veo en el agua clara
de la límpida laguna
donde en las noches de luna
apenas tiembla tu cara;
te percibo en la algazara
persistente de las olas;
te respiro en las corolas
de las rosas, y se anuda
mi piel a tu piel desnuda
entre espigas y amapolas.
849
Ciegos los ojos al dormirse el día,
de noche urden dinámicos enredos
aflorando en las yemas de los dedos,
en mirada táctil osadía.
850
Qué tristeza, mujer;
anhelante, desnuda y a la espera,
incapaz de atrapar la primavera
que entre las manos sientes florecer.
851
La curva de tu espalda, al sol naciente,
me llama una vez más en voz callada;
y mi respuesta, sobre ti yacente,
trepa desde los pies hacia la almohada.
852
En languidez total deseo verte,
y al punto sacudir tu languidez,
y despertar la euforia, y retenerte,
poseyéndonos una y otra vez.
853
Cerré los párpados, quedé dormido,
y un medio sueño concibió mi mente;
el otro medio tú lo has concebido;
dos a soñar, y un solo sueño ardiente.
Sonetos
572 - Al amanecer
La noche es fin, separación, fatiga,
en que el amor se duerme inacabado;
un paisaje sin luz, desarbolado,
leyenda recitada sin intriga.
Y la esperamos con fervor de amiga
que ha de romper el bárbaro candado
de nuestra esclavitud, como exaltado
circo anticipa la última cuadriga.
En la noche tal vez esté despierta
la mente, mas quizá el cuerpo no acierta
a mantener idéntica atención.
Hazme el amor en las mañanas frías,
al renacer de tantas energías
en un mundo pletórico de acción.
Los Angeles, 2 de febrero de 2002
573 - Hambre de ti
Tengo un hambre de siglos, de amplitudes,
hambre de ti que no se satisface,
hambre que las entrañas me deshace
con garfio de recelos e inquietudes.
Tal vez perdí tus huellas, o me eludes,
o eres quizá una idea que en mi nace;
idea que tendrá su desenlace
sólo cuando a mi lado te desnudes.
Hoy te pienso, mañana he de tenerte;
aún no sé cómo; tal vez me despierte
una mañana hallándote a mi lado.
O tal vez me sorprendas en la calle,
y con mi brazo alrededor del talle,
te lleve a un mundo para ti creado.
Los Angeles, 3 de febrero de 2002
574 - Siempre dos
No veremos el fin, en el amor,
ni de tu soledad ni de la mía;
paralelas irán, como una vía,
compartiendo tan sólo su temblor.
Es el amante colonizador
en busca de amalgama; desconfía
de heterogeneidad y autonomía;
hay en su fibra un toque destructor.
Vano el intento de imponer tu estilo
a campo abierto o con sutil sigilo:
Nunca seremos uno, siempre dos.
Dos que se buscan y tal vez convergen,
que luchan entre sí, y al fin emergen
libres y unidos como un breve adios.
Los Angeles, 3 de febrero de 2002
575 - Yo izaré el asta
Se ha resignado el día, desgastado
de tanta luz creada y emitida;
yace su intensidad adormecida,
mas se alzará al amanecer dorado.
En esta extenuación que ha limitado
mi facultad de acción, se halla escondida
la raíz de una nueva amanecida,
que árbol será en tu júbilo arraigado.
Deja que el sol una vez más levante
su disco de oro envuelto en el turbante
de la luz nuevamente generada.
Yo izaré el asta donde tu bandera
vibrátil flotará, grácil, ligera,
serenándose al borde de la almohada.
Miami, 6 de febrero de 2002
575a - Una familia
Carlos Ignacio, espíritu curioso,
en vatios y en amperios traficante;
entre medallas de oro hay un diamante
colgando de su cuello, y más valioso.
Julia, dulce coloquio melodioso,
de noche tal que por el día-amante;
mujer profesional, fina, elegante,
nada en listas de luz tan luminoso.
Miguel, muchacho en vías de ser hombre,
y capaz de esculpir su propio nombre
al lado de pasados campeones.
Y Sofía, tan linda muchachita,
que lleva en su interior, aunque hoy dormita,
un sin fin de esperanzas e ilusiones.
Medellín (Colombia), 9 de febrero de 2002
576 - Tan mío propio
Noche tras noche en solitario estado,
y en igual condición día tras día;
el alma en fuego y a la vez vacía,
sin el amor yacente a mi costado.
Vino al fin, y tan pronto fue llegado
que se resquebrajó mi fantasía;
pero de entre las ruinas resurgía
un embrión dentro de mí arraigado.
Un hombrecito en paso vacilante,
tan mío propio, a mí tan semejante,
que es otro yo cruzando ante mi vista.
Un hombrecito en marcha permanente,
que hace de esta mujer indiferente
una madre orgullosa y optimista.
Manizales (Colombia), 12 de febrero de 2002
577 - Manizales
Obra de loco fue, o de visionario,
levantando en la cumbre su cabaña,
como en los viejos tiempos, en España,
el castillo se alzó, o el campanario.
Atalaya de cerros, dromedario
de inmóvil roca, espléndida montaña
que tanto el sol como la lluvia baña,
Niágara de calles, faldeario.
Sólo el audaz sobre su asfalto alcanza
supremacía; y sobre el mismo danza
babel de itinerantes vendedores.
Ceñida por fajín de verde intenso,
es la ciudad una espiral de incienso
exudando fragancias y rumores.
Manizales (Colombia), 14 de febrero de 2002
578 - Ojos y sonrisa
Tan paralelos ojos y sonrisa
que podría decirse que ésta mira
y sonríen aquéllos, mientras gira
interpretando su perfil la brisa.
Tal vez no sabe que donde ella pisa
brota una rosa; que a su paso inspira
anónimos anhelos, y suspira
el tiempo en los relojes, ya sin prisa.
Deja flotar en raudo parpadeo
dulce zalamería de un deseo,
que de infantil resulta irresistible.
Y tal habilidad hay en sus dedos
que desenreda todos los enredos,
siendo para otros dedos intangible.
De Miami a Los Angeles, 19 de febrero de 2002
579 - En todo está tu voz
En el rumor del mar, cuya marea
se adormece en la playa, en el quejido
del viento en el sauzal, en el crujido
de la hojarasca que el otoño crea.
En la copla que el río tararea
madurando de fuente, en el tañido
del ángelus, solemne, repetido
desde los campanarios de la aldea.
En todo está tu voz, íntima, suave,
flotando en el azul, alada nave
que hacia mi embarcadero se dirige.
Por todos los oídos percibida,
mas sólo por mi espíritu entendida,
que por el tuyo sin cesar se rige.
Los Angeles, 21 de febrero de 2002
580 - Silencioso amor
Tiemble el amor, sobresaltado, inquieto,
al borde de la duda y del temor,
en clandestinidad; nunca es mejor
que al exhalar suspiros en secreto.
En represión de júbilo indiscreto
multiplica el amante su dolor,
silenciando el amago de clamor
que surge del susurro como un reto.
Cómo quisieran definirse a gritos
sentires que otros ven como delitos,
vástagos todos legitimizados.
Amor reglamentado, amor prohibido,
¿por qué uno al descubierto, otro escondido,
si los dos son igualmente engendrados?
Los Angeles, 26 de febrero de 2002
581 - Mujer junto al mar
De soledad la tarde se reviste,
y en silencio la noche se avecina;
se hunde en azul, rozando la colina,
rojizo sol. Gime la brisa, triste.
Leve oleaje en su murmullo insiste,
tenuemente la luna se ilumina,
y nadie ve, mujer, la aguda espina
en el alma que vanamente diste.
Cierras los ojos, resistiendo el llanto,
pero se impone el duro desencanto,
y hay dentro lágrimas de sangre amarga.
Ajena a la belleza de la escena,
lloras, y nadie ve cómo envenena
tu corazón tan insufrible carga.
Los Angeles, 27 de febrero de 2002
Poemas
Secuestro y muerte
A la memoria de Cristina Echeverri,
de 24 años, asesinada meses después
de su secuestro.
El terror indiscriminado, sea de FARC,
o de ETA, o de cualquier otro origen,
debe ser simplemente aplastado, por cualquier
medio posible.
La sangre del inocente
clama por venganza al cielo,
no por justicia, que duerme,
o tal vez se nos ha muerto.
Hierve el corazón en ira,
y en confusión el cerebro,
inquieta la mano busca
la culata o el veneno
para enmudecer las voces
que nos imponen silencio.
Y entre violetas y lirios,
el pie se afirma resuelto
sobre la víbora esquiva
deslizándose en el huerto.
No hay camino de palabras
para el sordo; ni hay conceptos
conductores de la calma
al ignorante altanero.
Tan sólo la fuerza bruta
es aviso y mensajero
para quien la vida ajena
maneja con tal desprecio.
Medios hombres, perfumados
en hedor de estercolero,
se la llevaron cautiva,
amordazándola en miedo.
Disfrazados de doctrinas
políticas, prisioneros
de dirigentes bastardos,
turbios y semialfabetos,
pisotearon la rosa,
violando pétalo a pétalo
su belleza fresca y joven
bajo sus botas de cuero.
Ni lágrimas ni temblores
fueron obstrucción o freno,
que el esbirro sólo es fuerte
si está el mártir indefenso.
Y bajo la húmeda hierba
se desnudaron sus huesos.
La sangre del inocente
clama por venganza al cielo,
y si el cielo no responde,
¿quién debe blandir el hierro?
La estatua de la Justicia,
con ojos de mármol ciegos,
debe arrancarse la venda,
desenvainar el acero,
degollando a los esbirros
y a quienes les protegieron.
Si permanece impasible
en su hornacina, su gesto
de imparcialidad sucumbe,
y no es más que un monumento.
Alcese la mano finme,
suene el clarín a degüello,
y quien rechaza la vida
mañana amanezca muerto.
Miami, 19 de febrero de 2002
Recuerdos
¿Por qué anhelas un hueco en mi memoria
si es sólo un cementerio
en cuyas tumbas el ayer se pudre,
y adonde el porvenir marcha en silencio?
Cedió la vida, y quedan
pálidas luces sólo en mi cerebro,
agigantando sombras vacilantes
con frialdad de inviernos.
Si en tu empeño persistes,
¿qué harás en mis recuerdos?
Si hijos fueron, ya no los reconozco,
la niebla los ha envuelto,
y no son más que tenues siluetas
perdiéndose a lo lejos.
Perdidos queden; no saldré en su busca;
sólo quiero el proceso
de gestación constante,
creador de la magia del momento.
Son los recuerdos realidades muertas,
fueron espacio y tiempo;
y ya no son sino entidades idas,
sin pulso, sin calor, sin movimiento.
No busques su refugio,
ven conmigo a crearlos y a perderlos.
Los Angeles, 24 de febrero de 2002