Breverías
942
Eres mi idea fija sobre el alma, tallada
como si fuera en mármol, a martillo y cincel;
eras una esperanza lejana, hoy realizada,
eres un sentimiento revestido de piel.
943
Dame un tórrido amor, aunque concluya
mañana en frío, prolongado invierno;
prefiero que en mis venas se diluya
intenso y breve, más que gris y eterno.
944
Aunque parezca en calma y azul a los demás
al rasguear las nubes grisáceas en tu vuelo,
aunque la luz del día reverbere en el suelo,
más lóbrego está el cielo cuanto más sola estás.
945
A la ventana, un mundo tan distante
que a veces pienso que tal vez no exista;
tan fuera de mi tacto y de mi vista,
quién me diera volar hacia mi amante.
946
En mí sumido estoy; surgen mis manos
de mi fondo más íntimo; repiten
la forma que te adorna, y no permiten
que otras esbocen tus primeros planos,
ni en tu elegante exquisitez transiten.
947
Eres el cuento de hadas que, aunque tan repetido,
siempre deleita al niño, oyente embelesado;
eres el sueño absorto de quien no se ha dormido,
y la esperanza firme de quien ya ha despertado.
Eres tanto que nunca fuiste convencimiento
de que tanto podría concederse a mi vida;
pero en el alma siempre tuve el presentimiento
de tener a tu suerte la mía entretejida.
Sonetos
672 - Lágrima
Con los dedos te hable, te vi, te pienso,
y entre sus yemas, lastimero, brilla,
como una cicatriz en tu mejilla,
el rastro de una lágrima en descenso.
Mansa voz muda en desaliento denso
que dos almas inermes acuchilla,
trueca el sueño en amarga pesadilla,
torna al robusto en débil indefenso.
Quedó tu lágrima en mi carne anclada,
por esa lágrima tú estás marcada,
tu firma en mí, mi rúbrica en tu piel.
Ya en la distancia que al dolor convida,
o muriendo entre encuentro y despedida,
somos más que contratos de papel.
Los Angeles, 10 de septiembre de 2002
673 - Poema neutral
Quise escribir, los ojos hacia afuera,
prescindiendo de ti por un momento,
un poema neutral, sin sentimiento,
a la rosa, la luna o la palmera.
Y te vi de la rosa compañera,
la noche clara evidenció tu aliento,
y en el palmar me susurraba el viento
tu nombre, con rumor de primavera.
Mi potencial de percibir belleza
en el mundo exterior, mengua o tropieza
al aflorar furtivo tu recuerdo.
De mí se adueña, ciega la mirada,
y me impide mirar o sentir nada,
y una vez más dentro de ti me pierdo.
Los Angeles, 11 de septiembre de 2002
674 - Espejo lésbico
Eres mi igual, mi cuerpo se refleja
en la sinuosidad de tu figura;
eres el eco de mi voz, la oscura
gana carnal que a solas te festeja.
Sombra que en la penumbra no me deja
ceñir el círculo de su cintura,
sombra que, al perseguirla, se apresura,
sorda al clamor de mi incesante queja.
Ante el espejo, utópica ventana
a tu mundo en ausencia, qué cercana
y qué lejos estás, amada mía.
Cristal que nos acerca y nos separa
que esconde la tibieza de tu cara,
dejando triste el alma y la piel fría.
Los Angeles, 13 de septiembre de 2002
675 - Luz secular
No es nuestra enteramente nuestra vida,
alguien, sin duda, la vivió primero:
Una princesa egipcia, un ballestero,
un don juan, una dama presumida.
O tal vez la vivimos repetida:
Distinto el mar, idéntico el velero,
marcado, sin saberlo, el derrotero,
y una luz secular dentro encendida.
Antes de conocerte yo sabía
que por alguna oscura galería
del tiempo llegarías a mi lado.
Antes de conocerte ya invocaba
tu nombre y, esperándote, te amaba,
y hoy te adhieres al fin a mi costado.
Los Angeles, 14 de septiembre de 2002
Poemas
Por las grietas del alma
Amaneció por ti, tú la primera
en recibir la luz de la mañana;
en los demás era de noche, todos
ciegos, dormidos, sólo tú velabas.
Blandos estaban aún besos y mimos,
sobre mi piel tu piel, blanda, tan blanda,
tan ligera tú toda, que era como
si en vez de brazos me ciñeran alas.
Fuiste noche vacía de zozobras,
pródiga noche, noche iluminada,
fuiste marea, levantando el pecho
en reincidencia de olas en mi playa;
brisa adormecedora en los pinares,
caricia tibia, cíclica, en mi espalda.
Amaneció por ti y me amaneciste
con reflejos de auroras en la cara;
abrí los ojos y encontré en los tuyos
mágicos sueños, inefable calma.
Tanto en mi espíritu has fructificado,
de tal forma en mí mismo te dilatas,
que este amor integral, gas expansivo,
por las grietas del alma se me escapa.
Los Angeles, 8 de septiembre de 2002
Aglutinación
“Yo soy yo y mi circunstancia”.
(Ortega y Gasset)
Todos somos efímeros, pasamos,
nadie puede guardarnos para siempre;
pero quedan miradas y sonrisas,
y besos quedan, todos indelebles.
Lo que se dio una vez, no se recobra;
lo que se recibió, no se devuelve.
Se hace parte integral de nuestra vida,
rasgo de la persona hasta que muere.
Somos momentos más o menos largos,
rosa de mayo, nieve de diciembre,
noche de plenilunio, blanca nube,
mar indeciso entre el azul y el verde,
vagas tendencias hacia lo infinito
que ni se satisfacen ni trascienden,
ráfagas de aire, prístinas fragancias,
que en el silencio de la noche mueren.
Ni estamos solos ni permanecemos,
somos días, hebdómadas y meses,
somos nosotros y ellos, los que nacen,
los que nos rozan y desaparecen,
tenemos de los otros tanto cuanto
el lienzo del color y los pinceles.
Mínimas partes somos, y avanzamos
incorporando todo, lentamente.
Y quien renuncia a aquello que ha vivido,
se renuncia a sí mismo y se oscurece.
Los Angeles, 10 de septiembre de 2002
Talibanes
“Del fanatismo a la barbarie,
sólo media un paso”.
(Diderot)
Siempre han estado fuera de sus cuevas,
hez de turbantes, boinas o sombreros,
cabalgando corceles, o automóviles,
musulmanes, infieles o evangélicos,
circuncidados, bautizados, socios
de grupos con lavado de cerebro.
De las estepas de Asia y los bazares,
a lonjas, foros, ágoras, y ruedos,
resuena la campana del rebato,
corre la sangre, se propaga el fuego.
Tártaros y mongoles y cruzados,
vikingos y normandos, sarracenos,
constante tradición de talibanes,
quemando bibliotecas y conventos;
tal vez cambian los métodos, los nombres,
pero es el mismo fanatismo viejo,
la misma sed de usurpación y atraco,
la misma destrucción y el mismo celo.
Se mata el libro, el campanil, la estatua,
dedicándole a Dios un nuevo infierno.
Ay de las mentes de una sola idea,
de quien anclado queda en otro tiempo,
de quien habla en espadas, no en palabras,
de quien ensancha sólo cementerios.
Siempre han estado entre nosotros, siempre,
fanáticos, retrógrados, herméticos,
intentando imponer su ideología
por la violencia, la ignorancia, el miedo.
Hora es ya de encarar esta embestida,
hora de señalarles con el dedo,
de arrancarles la máscara, y gritarles:
“Estoy en contra, la razón primero”.
Hermanos somos, y si fratricidas
imponemos la muerte como medio
de persuasión, regresaremos todos
inexorables a la Edad de Hierro.
No es tan temible quien el cuerpo aplasta,
como quien decapita el pensamiento.
Al talibán que vive en torno tuyo,
que te tilda de hereje y de blasfemo
por independizar tus opiniones,
oponte con firmeza y menosprecio,
que a todos corresponde alzar el grito,
plantarse audaz y defender el suelo.
Los Angeles, 11 de septiembre de 2002
Tu diluvio
Las lágrimas que hoy ruedan por el mundo,
lluvia más inclemente que benigna,
fueron un día tuyas, todas tuyas,
encerradas detrás de tus pupilas,
y tú las fuiste liberando a solas,
entre la multitud, día tras día,
sin palmada en la espalda, sin amnesias,
huérfana de recíprocas caricias.
Has llorado hacia dentro tantas veces,
a soledad amarga circunscrita,
que has inundado el alma, y se desborda,
arrastrando el cadáver de la risa.
Cese el diluvio ya, reviente el cielo
en luz y en arco iris, y en la arcilla
pulule el gérmen de vigor prolífico
de racimos y pétalos y espigas.
Vuelva la sombra densa, refrescante,
bajo los álamos y las encinas,
murmure el río júbilos, no lutos,
y sonrían los labios de la brisa.
Tregua a la angustia, umbral a la esperanza,
que arranca de hoy el resto de tu vida.
Los Angeles, 13 de septiembre de 2002
A ti por lo difícil
Si a cruzar mi perímetro te niegas,
me haré viento que silba en la enramada,
y me oirán tus oídos,
y rozaré tu cara,
y extenderé un abrazo en torno tuyo
que estremezca la curva de tu espalda.
No quiero hacerme río,
arrastrando corrientes de nostalgia,
que roza, y besa, y huye,
y entre los olmos despedidas canta.
Si fueras río en devenir constante,
frívolo, fugitivo paso de agua,
nunca sería el puente que te pierde,
sino el dique macizo que te embalsa.
Si por lo fácil hacia ti no llego,
si encuentro obstáculos, reveses, trabas,
he de llegar a ti por lo difícil,
aunque me cueste la mitad del alma.
Los Angeles, 15 de septiembre de 2002