Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Isla soy

Índice

Sonetos:
Ya no soy mies Condenado a vivir Puerta giratoria Isla soy En el recuerdo vivo Ovillada en mi cerebro
Poemas:
Salamanca Hombre nuevo
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Breverías

1361
Me dueles tú, tanto de ti me aflige que sólo desgajándote podría curarme este dolor. Pero, ¿qué haría, si es hacia ti que mi alma se dirige? Tal vez tú no me dueles, me extravío oscilando entre gozo y sufrimiento, tan cerca, respirándote el aliento, tan lejos, en mis manos el vacío.

1362
Dos amores he puesto en la balanza, el anterior y el tuyo. Te confieso que el segundo se ha hundido sin tardanza, porque el primero ya no tiene peso.

1363
Vencido estoy, como la golondrina que ha perdido sus alas, flecha inepta. Y ¿para qué volar, si se termina el mundo junto a ti, si mi retina sólo tu idea y tu perfil acepta?

1364
Si los años cerraran su promesa de germinar la rosa del deseo sobre el sudor fecundo de ambas pieles, quedaría aún la imagen que regresa del pasado, que tanto yo recreo, cuando ambos fuimos lienzos y pinceles.

1365
Si pudiera volver a mi extinguido vivero de hondas, fértiles ideas, mar de afectos que alzara sus mareas contra mi litoral desprevenido; si pudiera volver…no volvería; agonicé una vez, sufrí una muerte, no dejaré al pasado que despierte robándome esta nueva vida mía.

Sonetos

1303 - Ya no soy mies
Vienes a mí como la mano amiga que el recuerdo extendió; tiembla en la mente, (revoloteo de hojas), la emergente percepción de propósito o de intriga. Ya no soy mies, soy retirada espiga de escasos granos, pálida, indigente, sin vocación de próxima simiente, entre la soledad y la fatiga. Recogiste prolífica cosecha en otro panorama y otra fecha, mi surco, improductivo, queda yermo. Si el intento es labrar mi rastrojera, ¿qué pretende tu verde primavera de un corazón, como mi campo, enfermo?
Los Angeles, 30 de junio de 2005
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1304 - Condenado a vivir
Desde los pies me asciende hasta la boca alborotado río de temblores; no quiero repetir viejos errores, mas tropieza mi pie en la misma roca. La añoranza es la mano que convoca la orquesta de la mente, y los rumores generados son mezcla de dolores, gozo y placer en confusión barroca. Condenado a vivir lo ya vivido una vez más, no sé si estoy dormido negándome tozudo a despertar, o si cierro los ojos, esperando recuperar mi tibio sueño blando, para no desangrarme, y olvidar.
Los Angeles, 30 de junio de 2005
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1305 - Puerta giratoria
Del alma derrotada, de su llanto, se me ha alzado el clarín de la victoria; consentí que durmiera la memoria, y ahora, sobre sus ruinas, me agiganto. Gozo, lamento, exultación, quebranto, itinerario sin escapatoria en retorno de puerta giratoria, con su comodidad, su desencanto. Tanto tiempo de absurdo servilismo a los otros, pensando que uno mismo no es más que desdeñable mensajero. Hoy he dejado de virar; de un salto he plantado mis pies sobre el asfalto, y he respirado el aire mañanero.
Los Angeles, 30 de junio de 2005
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1306 - Isla soy
De cemento y granito revestido, reforzadas en hierro las ventanas, blindado de la luz por las persianas, solo, sólo conmigo y mi gemido. Qué orfandad tan oscura me ha mordido que no distingue noches de mañanas; aun el tañido azul de las campanas deviene canto fúnebre en mi oído. Isla soy, y este mar que me bordea no es enlace, es ruptura, y martillea su monótona estrofa de aislamiento. No sé si el sol se ha puesto o amanece, sólo sé que en mi entraña se adormece el ángel defensor del sentimiento.
Los Angeles, 1 de julio de 2005
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1307 - En el recuerdo vivo
Voy a tu encuentro, mi lejana amante, buscándote entre sábanas, al juego de los sueños despiertos, y me entrego a la idea de ti, hueca y radiante. Tan alucinador, desafiante, tu perfil se me adosa en mudo ruego, y al extenderme en avidez, no llego a tu imprecisa imagen suplicante. Tenerte sin tenerte es la condena que a la vez me libera y encadena, nunca mujer más intangible y mía. Amante, cuerpo ayer, hoy sueño y humo, en el recuerdo vivo, y me consumo entre la espera y la melancolía.
Los Angeles, 7 de julio de 2005
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1308 - Ovillada en mi cerebro
Oh, mujer, ovillada en el oscuro rincón de mi cerebro, cantinela reiterativa que se anuncia y vuela por un silencio de cristal, tan puro. Nadie te ve, nadie te escucha, un muro de soledad plomiza te acuartela. ¿Por qué tu voluntad no se rebela, rompe el cristal y arranca hacia el futuro? En blanda oscuridad semidormida, con el recelo de quien se intimida al ver mi propia senda bifurcarse. Oh, mujer, ovillada en mi cerebro, sigo otros pasos, pero te celebro como luz que no acepta amortiguarse.
Los Angeles, 8 de julio de 2005

Poemas

Salamanca
Contigo de la mano cada día visito la dorada ciudad por donde nunca de la mano hemos ido. Y sin embargo, cada callejuela, cada rincón dormido, cada plaza en jolgorio de estudiantes, cada abierto balcón, cada postigo, recuerdan nuestros pasos, nuestros gestos, nuestras palabras, nuestros apellidos. Nunca estuvimos, nunca, y tantas, tantas veces estuvimos. ¿Recuerdas la mañana dominguera, a la vera del río, retrazando los pasos del viejo ciego y joven lazarillo? Compartimos la historia picaresca desgranando entre risas un racimo, de dos en dos, de tres en tres, o cuatro, y entre besos, después, de cinco en cinco. La Casa de las Conchas, al avanzar la tarde, cien cuchillos de sombras alargándose sobre la rubia piel del edificio. Y extendías la mano, cinco rayos de luz sobre mí mismo. En la Plaza Mayor, mar de terrazas en flujo torrencial de aperitivos a la serena sombra de los arcos, o bajo el sol de la mañana tibio, frente a frente en la mesa, como mejor se escuchan los latidos. Patio de las Escuelas, filigrana de plateresca arquitectura, archivo del saber de Fray Luis y de Unamuno, y en el aula, silencio reflexivo; sobre las mesas rústicas, los nombres de mujer que el amor dejara escritos. Tu mano acariciante resbalaba sobre Olalla, Leonor, Teresa…Siglos separando y uniendo dedos enamorados y suspiros. Las catedrales, de ámbito solemne, cumbres de piedra, puente levadizo hacia un mundo de arcángeles desde un mundo de místicos, de columnas alzándose hacia el techo con el múltiple impulso irreprimido de palmeras abriéndose en arqueados brazos de granito. Callaba el órgano y el sol cantaba rasgando las vidrieras a cuchillo. En este oasis de silencio y sombra, toma el jarro de vino, siéntate al pie de la palmera y bebe, bebe y ama conmigo; tal vez mañana tenderás la mano y el tiempo será un cántaro vacío por cuyas grietas se hayan derramado los cantos del amor envejecido. Esta ciudad de pícaros y amantes, de monjes y de sabios, cruz y libro, nos ha visto pasar, y nos espera; las piedras guardan el sabor antiguo de espaldas reclinadas en la tarde, en gestación del beso subrepticio. Esta ciudad, por la que tanto vamos, en la que tan a fondo nos hundimos, ambos entre sus calles, y uno en otro, que fuera de ella estamos en exilio, esta ciudad en la que somos libres, con piel de adultos y candor de niños, que tantas veces hemos visitado, donde nunca estuvimos, por donde voy, mi brazo en tu cintura, por donde vas, tus ojos en los míos, donde el futuro se ha hecho ya pasado, donde el presente es un futuro vivo… Te espero en Salamanca, para vivir cuanto hemos ya vivido.
Los Angeles, 2 de julio de 2005
seperador
Hombre nuevo
Al nacer la mañana que te ha pertenecido purifiqué mi cuerpo de besos anteriores, de los crudos deseos en que vagué perdido, de la extraña saliva, los cálidos sudores. En el fondo del alma, se me hacinaron secas las rosas del recuerdo que ayer fueran lozanas, las antiguas salmodias del amor, hoy tan huecas, las sólidas alforjas del fervor, tan livianas. Quise invadir tu espacio con la fresca tersura de los ojos de un niño, con su misma inocencia, como quien se despoja de la recia armadura que proyectó el cinismo, forjó la indiferencia. Acercarme a ti virgen, como si nunca hubiera rozado la piel blanda, lúbrica, de otra amante, y al abrazarme, tu alma dentro de mí se hundiera como si fuera dueña, no sólo visitante. Ya no tengo otra historia que la que tú edifiques, que la que yo troquele sobre tu molde mismo; ni tengo nombre, sólo respondo a los repiques de tu campana de oro, llamando a mi bautismo. Mi nuevo nombre acuna la cadencia del tuyo, banda de ruiseñores colgados en la fronda, seré casi tú misma, pues en ti me diluyo, y si alguien te llamara, tal vez yo le responda,
Los Angeles, 4 de julio de 2005
Diseño: Carmen Álvarez
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