Breverías
2576
El Café es una cápsula de ruidos,
y un dinámico cruce de senderos.
Ni por ti ni por mí son percibidos,
los dos, uno en el otro, viajeros.
Soy casi tú, secuestro tus sentidos,
y tú haces a los míos prisioneros.
Tal vez el mundo existe y nos rodea,
pero algo en torno nuestro lo bloquea.
2577
Esta avenida es río que nos lleva.
Sin objetivo andamos, por andar.
Se agite el viento, brille el sol o llueva,
somos meta, sendero y caminar.
No voy hacia, voy con; y cada nueva
pisada en nuestro avance ha de marcar
cuatro huellas idénticas, doradas,
como por sólo un mismo pie estampadas.
2578
Se analiza el amor que fue truncado,
como la pérdida del joven hijo.
Qué altitudes hubiera conquistado,
qué orgullo, qué dolor, qué regocijo
hubieran prorrumpido en su carrera
a través de su tiempo y nuestra vida.
Se forja una utopía, se pondera,
se da mil vueltas, pero no se olvida.
2579
Aunque apagaras nuestra luz, y a oscuras,
y extendidos los brazos, aún intente
hallarte en esta noche que me has hecho;
todavía entreveo dos figuras
que eran, a plena luz, lo equivalente
de una sola, adosadas pecho a pecho.
2580
No has sabido de mí; mas yo recibo
en asidua corriente tus mensajes,
sin que tú los envíes. De mí brotan.
Has sabido de mí. Cuanto yo escribo,
aunque habla a todos, no es sino montajes
de ti, que al no leerlos, te rebotan.
Sonetos
2770 - Llegas
Llegas rompiendo el aire, apresurada,
sobre los hombros siglos de vacío,
cubriéndome la piel, lúbrico río
desaguando temblor sobre la almohada.
Mi noche, luz y miel, deshabitada
de esmeros grises, luce el atavío
de galán que, ignorando el graderío,
fija sólo en su dama la mirada.
Se han cerrado las puertas de la ausencia,
y no nos queda más que la evidencia
de este presente por el que has entrado.
Desnuda eres más bella y, si tendida
en paralelo a mí, desinhibida,
serás la apoteosis del pecado.
Los Angeles, 28 de octubre de 2011
2771 - Tu mano
Tu mano taumatúrgica reaviva
los estratos del alma entumecidos,
recupera crepúsculos perdidos,
despierta amaneceres; y motiva.
Me siento renacer. Tu iniciativa
de extenderles el tacto a mis sentidos
de repente enmudece los ladridos
del Cancerbero, que la muerte activa.
Esta explosión de brío que me aflora,
originada en ti, me corrobora
mi trayecto de vida disponible.
Voy a gastarlo en ti, pues de ti fluye.
De no hacerlo, se pierde, se diluye;
caudal, si no gastado, intransferible.
Los Angeles, 28 de octubre de 2011
2772 - Caracola (I)
Tiene el mar, entre rocas, caracolas
que un tiempo fueron ávidos deseos,
ya surgiendo del fondo en burbujeos
o cabalgando a lomo de las olas.
Sonaban a lo lejos barcarolas,
en los bares del puerto, entre rasgueos
de guitarras, fugaces aleteos
de gaviotas, flotar de banderolas.
Tú, descalza, y al aire la melena,
en caricia ambos pies de agua y arena,
y en no sé qué misterios abstraída,
caminabas la tarde, rastreando
tal vez ese deseo azul y blando
que no supo atrapar tu alma dormida.
Los Angeles, 29 de octubre de 2011
2773 - Caracola (II)
El mar, al fin, te reveló el secreto.
Al quedar su color de porcelana
herido por el sol de la mañana,
descubrieron tus ojos el objeto.
Forma cónica, espíritu indiscreto
morando al interior, e historia arcana
revelándose más y más cercana,
al hacerse tu examen más completo.
Aplicada al oído, un torbellino
de rumores y ráfagas provino
de remoto país, allende el mar.
No sé qué fue, pero reconociste,
al fondo de ellos una voz tan triste
que su autenticidad te hizo llorar.
Los Angeles, 29 de octubre de 2011
2774 - Caracola (III)
Eran tiempos de miel, de admiradores,
estrechando su cerco en torno al vuelo
sensual de tu vestido, blando anzuelo
cebado con indicios de favores.
Ninguna oferta redobló tambores
en tu interior, y cuando el terciopelo
de mansa voz logró agitar el suelo
bajo tus pies, tornaste a otros rumores.
Fue la voz que obstinada te ha seguido,
lugares y años, ya como gemido,
o susurro, o gentil revelación;
que juzgabas perdida, y que lo ha estado,
y aún hoy no sabes, cuando te ha llegado,
si un día aplacará tu desazón.
Los Angeles, 30 de octubre de 2011
2775 - Perder
Perder tal vez refuerza y enriquece,
mas no hay júbilo uncido a la derrota,
y su recuerdo sin cesar azota
mente que sueña, cuerpo que envejece.
Besos que no te di, voz que enmudece
al punto de la oferta, sed que acota
las ansias de beber, aun cuando brota
tal manantial de quien se nos ofrece.
Y esos trances de amor, la coyuntura
en que nos vimos, que la edad madura
con razón califica de fracaso,
no sé qué clase de enseñanza encierran,
pues tanto no aprendimos, y se aferran
más a uno mismo al borde del ocaso.
Los Angeles, 30 de octubre de 2011
2776 - Pedestales
Eran simples personas, mas hicimos
de su limitación divinidades,
fabricándonos míticas verdades
que tal vez en el fondo no creímos.
Y sin embargo, no las abolimos.
Ornaban nuestra vida, falsedades
de retablos luciendo variedades
de vástagos, sarmientos y racimos.
Obra de mentes de cartón o estaño,
la exaltación engendra el desengaño,
al traslucir por fin su deficiencia.
El tiempo derribó los pedestales
y, ya a nuestro nivel, vimos qué iguales
eran a nuestra propia menudencia.
Los Angeles, 30 de octubre de 2011
2777 - Fui galeón
No fue el calor besándome las manos
al rozarte los senos, el motivo
de mi celebración por estar vivo
en horas y lugares tan mundanos.
Ni el susurrar tus labios los tempranos
apremios a fervor más agresivo,
o el lenguaje frenético, lascivo,
o los actos tan puramente humanos.
Fue contemplar el ángulo creciente
de tus muslos abriéndose en urgente
clamor febril de súplica y entrega.
Y al reclinarme en tan profundo abrazo,
fui galeón lanzando un cañonazo,
reclamando este mar donde navega.
Los Angeles, 30 de octubre de 2011