107 - La partida
La ví escalar las cumbres de la euforia
y rodar al barranco del gemido,
y al murmurar palabras en su oído
volvió a cantar un himno de victoria.
Mas era una alegría transitoria
ocultando el acento dolorido,
sobrenadando el corazón herido,
abrumada del peso en la memoria.
Vino, permaneció y se me hizo ausente,
pero aún la llevo sin cesar conmigo,
bajo las lágrimas que el alma vierte.
¡Quién me pudiera hacer indiferente
y olvidar este sueño que persigo,
sueño amargo, antesala de la muerte!
Los Angeles, 14 de agosto de 1998