1101 - Pronúnciame la daga
Tu palabra, ayer agua, se endurece,
y es hoy hielo en abrazo inesperado;
te ciñen la cadena y el candado
del aislamiento, el júbilo enmudece.
Hubo una rosa roja; languidece
prendida a un pecho en hierro acorazado;
no hay alfanje, ni látigo, ni enfado,
sólo un amor que lento desfallece.
Sólo un río cansado de ser río,
exhausto de pasar, perdido el brío,
falto de ardor, sobrado de costumbre.
Pronúnciame la daga que concluye,
no el guante ornamental que me recluye
en la certeza de esta incertidumbre.
Los Angeles, 11 de julio de 2004