1736 - Desnudez
Sigue hablando, te escucho, amada mía;
cada palabra tuya te desnuda
un poco más; al fin quedarás muda
en tu sensual, radiante mediodía,
sólo de luz vestida y de alegría,
y de este abrazo audaz que se te anuda,
huérfano de disfraz, temor y duda,
como el agua del mar te ceñiría.
Como el agua del mar, libre, desnudo,
suave unas veces, otras veces rudo,
sabré mecerte, lograré agitarte.
Desnudez absoluta, silenciosa,
sobre la mía tu esplendor reposa,
y no me canso, sin hablar, de hablarte.
Los Angeles, 6 de agosto de 2007