1763 - Maldición
A lluvia, a fuego, a nieve te condeno,
a ti, que tal sentencia me has dictado;
que cuanto lentamente me ha matado,
te mate a ti, catástrofe o veneno.
Que la mano acoplándose a tu seno
garfio sea de hierro agarrotado,
y al suelo se desprenda mutilado,
a la hora de aceptarlo, el sexo ajeno.
En tu cerebro instálese el olvido
de quien te amó o amaste, y extinguido
quede tu afán de redimir la vida.
Que un trasnochado sacerdote azteca
te extraiga el corazón; y el alma, hueca,
ni te deje vivir, ni te lo impida.
Los Angeles, 9 de noviembre de 2007