2268 - Tus manos
Tan gráciles tus manos, y atrevidas,
como lo fuera, a no dudar, la rosa
si no luciera espinas, tan juiciosa
tras defensas en punta inadvertidas.
Precipitadas, por desprotegidas,
toman la iniciativa; oh, deliciosa
acometividad, ni pudorosa
ni desenvuelta, manos consentidas.
Serpea en mis parcelas y progresa
hacia el atrevimiento, que se expresa
más deliciosamente que el pudor.
Dirígelas, incítalas, provócalas,
y en firme y larga suavidad, colócalas
en torno a mi… ¿Dónde estarán mejor?
Los Angeles, 22 de noviembre de 2009