2646 - Tacita de café
La taza era una súplica de arcilla
que no alcanzó a ser ánfora. Sedoso
hila el humo y retuerce, silencioso,
su línea de calor. De orilla a orilla
el amargo sabor del café brilla
sobre el oscuro espejo tembloroso.
Yace al fondo el estímulo, en reposo,
que se alzará en vigor de banderilla.
Esa fuerza motriz vibra, acelera,
y potencia la acción de la galera
que navega los mares de la mente.
Despierta a cada inmóvil galeote
cautivo en el cerebro, y saca a flote
los temas sin pudor del subconsciente.
Cantabria, 21 de mayo de 2011