3100 - Soledad
La soledad, si impuesta, desmorona
cada obelisco o símbolo erigido
a los dioses internos, que han huído
cada vez que el dolor nos conmociona.
Hay otra soledad que no aprisiona,
sino más bien libera, al elegido,
por ser él quien la llama; ni hay olvido,
ni espíritu, ni cuerpo, que abandona.
En esta soledad enriquecemos
nuestro íntimo arsenal, que enflaquecemos
en aquélla de origen turbador;
y que podrá vencer, iridiscente,
la llama incombustible de la mente,
rompiendo sobre ti en luz y calor.
Los Angeles, 22 de noviembre de 2012