3687 - Anacoreta
Silencio y soledad en el desierto,
lejos del mundo y sus fascinaciones.
Dios, que protege alondras y gorriones,
te ha de guardar, ya en sueños o despierto.
Nunca ha de abandonar a quien ha muerto
a pompa y fama, enredos y pasiones,
nacido a la oración, y a las visiones
del mundo inmaterial, único cierto.
Sopla el simún abrasador. Las dunas
modifican sus formas. Y en ayunas,
ora el monje en su rústica cabaña.
No existe el tiempo si en el foro interno
suenan las arpas del concierto eterno,
sólo audibles al ánima ermitaña.
Los Angeles, 9 de enero de 2014