3699 - Aquelarre
La noche abre sus fauces absorbentes,
es la hora de los brujos; la campana,
que sólo ellos escuchan, los hermana
sobre el campo desierto, procedentes
de poblados y aldeas, cuyas gentes
bisbisean en su habla cotidiana,
si algo ven, al cerrar cada ventana
y atrancar cada puerta, displicentes.
Preside la reunión macho cabrío,
bajo cuyo disfraz el poderío
del príncipe del mal se corrobora.
Y cada cual, en prueba de fe ciega,
besa sus genitales, y se entrega
a frenética orgía hasta la aurora.
Los Angeles, 17 de enero de 2014