584 - Señor y prisionero
Tendí la mano abierta como un puente,
que declinó cruzar. Quedé a la espera,
y la vi descender a la ribera,
para enfrentar a nado la corriente.
Llegó a mi lado, me miró de frente,
audaz, y al mismo tiempo zalamera;
eran sus ojos clara cristalera
sobre el fondo del alma transparente.
Y logré interpretar su tentativa:
“Vengo hacia ti por propia iniciativa,
sin ser llamada, sólo porque quiero.”
Enmudecí, pero acepté en el acto
que aún sin haber entre los dos un pacto,
triunfé y perdí, señor y prisionero.
Los Angeles, 2 de marzo de 2002