843 - Adiós
Cuando el adiós sea una nube lenta
que no descargue el vientre en aguacero,
o mano de indeciso ballestero
que a punto de disparo se arrepienta,
sabrás que el corazón de la tormenta
ha perdido vigor, y que el acero
de la flecha es inmóvil prisionero
que en mano y cuerda su volar asienta.
El adiós morirá, como se muere
el puño del rencor, que ya no hiere,
porque se ha abierto en mano de ternura.
Y un temblor, desatado entre los dedos,
ahuyentado polémicas y miedos,
a la suave caricia se apresura.
Los Angeles, 28 de julio de 2003