852 - Campanas (III)
En adusto silencio las prefiero,
que su tañido a multitud instiga;
¿quién me distinguirá, dorada espiga,
en pradera de mies o en el granero?
Enmudece, que el bronce es pregonero
de la trivialidad y de la intriga;
su repique monótono mendiga,
su volteo reclama por entero.
Dame a escuchar el silencioso canto
dormido en su quietud, sonrisa o llanto,
sin permitir a nadie percibirlo.
Pretenderé que lo hayan olvidado
quienes antes lo hubieran escuchado,
y que soy el primero en descubrirlo.
Los Angeles, 9 de agosto de 2003