878 - Atropello
Se me acercaba con el arrebato
de la mujer infiel que ya no duda;
boca tan elocuente como muda,
mirada inamovible, sin recato.
Con el gesto incisivo de un retrato
de Antonio Moro, en pose casi ruda,
y resuelta intención que se desnuda
como quien algo exige de inmediato.
Se detuvo ante mí, sonrisa ausente,
por un breve momento; de repente
sus manos enredaron mi cabello.
Y me besó en los labios. Y otras cosas.
Y yo me dejé hacer; horas gozosas
de irreprimible, lúbrico atropello.
Los Angeles, 26 de agosto de 2003