LM22 - Laocoonte
Ví con angustia a la élite guerrera
Dejar caer las armas de sus manos,
Y precavió mi voz a mis hermanos
De aceptar el caballo de madera.
En su entraña yacían a la espera
Los griegos que juzgábamos lejanos;
Mas fueron todos mis esfuerzos vanos,
Y Troya se lanzó a su propia hoguera.
Tres veces escuché la sacudida
De las armas, y alcé mi voz al viento;
Y se perdió mi grito en el clamor.
Un dios airado me arrancó la vida,
Uniendo mis dos hijos al tormento:
Este, sin duda, fue el mayor dolor.
Los Angeles, 27 de agosto de 1997