Brevería 1154
Llámale, que vendrá; dile, insistente:
“Ven, amor, que mi campo desolado,
espera al sembrador tras el arado,
y el surco abierto anhela la simiente”.
Vendrá, vendrá por fin si se le invoca
una vez y otra vez; no se extravía
la voz por los oteros; llega un día
devuelta en otros labios a tu boca.
enero de 2004