Brevería 859
Fuiste presagio, más que profecía,
después, sin ser olvido, no hubo nada;
y como luz de primavera, un día,
cuajó tu vida, límpida alborada;
sentí dentro de mí que amanecía,
sin conocer tu voz ni tu mirada;
y hoy, al tibio fulgor de las estrellas,
oigo avanzar tus pies sobre mis huellas.
abril de 2002