Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Llévame contigo

Índice

Sonetos:
Acéptame Bodas de plata Ven a mi sueño Mi dulce invierno Nube sobre el mar
Poemas:
La carta Te llevaré Carta inacabada Mi amuleto Triste noticia Ven Sólo tú
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Breverías

211
El beso suave y la caricia leve al borde de mi sueño recibidos, han quedado a mi piel tan adheridos que si otra mano a acariciar se atreve, no será percibida en mis sentidos.

212
Esa joven mujer adormecida tan largo tiempo en tu castillo interno, que olvidó los impulsos de la vida, ha de verse de nuevo renacida: Su primavera seguirá a su invierno.

213
Cierro los ojos y a mi lado llegas, quebrando la distancia. Y cuando te me entregas nuestras memorias permanecen ciegas, y lo demás carece de importancia.

214
Deslízate en la sombra de mi lecho, y abraza mi dormir sin despertarme; sabré que estás que allí, sobre mi pecho, y esperaré que empieces a besarme.

215
Convoca la trompeta a los amores al valle verdiazul de la esperanza, para contrapesar en la balanza el arsenal de entrega y de valores que dan la floración a una alianza. Y entre todos, sagrados y profanos, de furia intensa, o tenues ilusiones, uno surgió en altura y dimensiones: el amor recibido de tus manos, sin ataduras y sin condiciones.

216
Cuando el instinto me desate el hambre, no abrazaré en los lirios la pureza; si me han de rodear como un enjambre, dejaré que me invada con firmeza la rigidez vibrátil del estambre.

217
Abriré mis más íntimos recintos para que tu pasión me los posea; dejaré en libertad a tus instintos, y seré como tú quieras que sea.  

218
No atavíes tu voz con el adorno de palabras prestadas; derrámalas en saltos virginales, sinceras y espontáneas. La melodía es bella, pero es eso, un canto en la alborada. Lo importante es la esencia del mensaje, que se entierra en el alma. Susúrrame al oído que me quieres, pero usa tus palabras.

Sonetos

93 - Acéptame
Invasora de ideas y emociones, absórbeme las noches y los días, duerme el temblor de mis mañanas frías, y despójame el alma de razones. No lograré escapar de mis prisiones, pero han de ser por tí menos sombrías al roce de tus manos en las mías y al eco de tus íntimas canciones. Ayúdame a remar contra corriente, que me está dominando la costumbre, y puedo naufragar en un instante. No me dejes perderme indiferente como uno más entre la muchedumbre: Sé mi amiga, mujer, y sé mi amante.
Los Angeles, 26 de mayo de 1998
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94 - Bodas de plata
Cuántos años, amor, se te durmieron en las páginas grises del contrato, con la mente clavada en lo inmediato de paisajes que desaparecieron. En comunión dos seres se ofrecieron sin ver sus pies en diferente estrato; dió el tiempo sus campanas a rebato, y en mutua soledad amanecieron. Y al mirarse al espejo una mañana, "¿Quién soy?", se dijo, sin reconocerse; "¿Y quién es éste, que a mi lado duerme?" Dos extraños, en vida cotidiana, que hoy solamente pueden ofrecerse alma vacía y voluntad inerme.
Los Angeles, 26 de mayo de 1998
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95 - Ven a mi sueño
No me arranques el sueño que me diste desde el fondo lejano de la ausencia; porque, de tí privada en permanencia, la vida de vacío se reviste. Deslízate en mi oscura noche triste derramándote en mí en gentil violencia, apuñalando olvido, indiferencia, y cuanto entre nosotros se resiste. Ven a mi sueño. Yo estaré despierto, que no quiero perderte, si dormido, y te sueño mejor en mi velar. Bajo tu cuerpo yo estaré cubierto, me hallaré en tus entrañas sumergido, y no querré dormir ni despertar.
Los Angeles, 27 de mayo de 1998
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96 - Mi dulce invierno
Cae sobre mí en los copos de la nieve con blancos besos de temblor ligero; satúrame de tí, vivo aguacero de mano innumerable que en mí llueve. Arrópame en tus vientos, y remueve la fronda del amor perecedero; y hazme en la oscuridad tu prisionero, cárcel de noche larga y día breve. Deja libre correr tus elementos en suave flujo o rápida avalancha, en manso arroyo, o en feroz torrente. Irrumpe en mis sentidos turbulentos, y sotérrame el alma, que se ensancha para albergar un solo residente.
Los Angeles, 11 de junio de 1998
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97 - Nube sobre el mar
Si eres la nube resbalando lenta sobre mi superficie azul verdosa, lluéveme oscuramente silenciosa, caricia triste en alma que lamenta. Marea ya indecisa, ya violenta, en búsqueda insistente y ambiciosa de la playa febril, voluptuosa, donde el furor de mi ímpetu revienta. Ancla tu libertad en mi ribera, inúndame con tu repiqueteo, y flota y baila en mis ondulaciones. Lluéveme sin cesar la noche entera, sobre mí te contemplo y te deseo, y por tí he de tener mis convulsiones.
Los Angeles, 18 de junio de 1998

Poemas

La carta
Daga mortal me llega por correo, envainada en el sobre, clavándose en mis ojos mientras leo tu mensaje, que cuanto más lo veo, más impide que el alma se recobre. Y no puedo apartarle la mirada; persisto en su lectura, sin entender por qué tu llamarada se ha transformado en una lluvia helada dejándome empapado de amargura. Del rosal que contigo cultivara te has llevado las rosas esta mañana clara; ya sólo tengo espinas que en mi cara rasgan sangrientas huellas dolorosas. Sé que no volverás, y yo algún día sabré recuperarme, silenciando tu vieja melodía, y he de colmar el alma, ahora vacía, cuando vuelva de nuevo a enamorarme. Porque otra ha de llegar con una oferta que arrojará la tuya en el olvido, y resucitará la ilusión muerta; tomará posesión del alma abierta, y he de ser suyo más que tuyo he sido.
Los Angeles, 1 de junio de 1998
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Te llevaré
El círculo vacío de mis brazos se extiende hacia tus formas imprecisas, mas ni sienten la piel cuando te tocan, ni los ojos te ven cuando te miran. Sé que estás a mi lado, y no te encuentro, te escucho, sin poder oir tus risas, y estremecida se me duerme el alma sin percibirte cuando me acaricias. Qué plenitud de anhelos implacables en tu respiración se arremolina, salvaje y a la vez plácido impulso, diafanidades y a la vez enigmas. Voy en tu busca con tenaz intento, Pasaré junto a tí como la brisa, arrancando la rosa que en tí crece, y haciendo libre a la que fue cautiva. Y conmigo vendrás, y en mi camino, sin multitudes, ni temor, ni prisas, andarás sin llegar a ningún sitio, porque en mí encontrarás tu meta misma. Te llevaré conmigo al fin del mundo, donde están las estrellas sumergidas, y las verás surgir de entre las aguas, trepando el horizonte cuesta arriba. Pero estarás en mí, sin ir más lejos; en mí toda tu vida se perfila; en mí hallarás la forma imponderable de empezar y acabar tu fantasía. Y al dormir en mi abrazo rebosante, reposando en mi pecho la mejilla, comprenderemos que el futuro es nuestro, que nuestras vidas aún no están escritas.
Los Angeles, 8 de junio de 1998
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Carta inacabada
Al pie del almendro en flor hay una sonrisa, madre, la sonrisa de mi amor. Una sonrisa morena de pensamientos lejanos deslizándose en las manos con mezcla de gozo y pena, que la palabra encadena en reja azul de escritura; y con la mirada oscura clavada sobre el papel, habla en silencio con él de pasión y de ternura. Al pie del almendro en flor hay una sonrisa, madre, la sonrisa de mi amor. Sobre la hierba sentada y el cuaderno en las rodillas, siembran los dedos semillas de voz íntima y callada. Qué cosecha anticipada sobre los surcos escritos; Qué afán de decir a gritos cuanto se le agita dentro; qué esperanza en un encuentro de horizontes infinitos. Al pie del almendro en flor hay una sonrisa, madre, la sonrisa de mi amor. Y en dulce melancolía se sumerge en un instante mientras su mirada errante se pierde en la lejanía. Vuela con la fantasía sobre la tierra y el mar con la idea de llegar en búsqueda del amado, para, una vez encontrado, amar y dejarse amar. Al pie del almendro en flor hay una sonrisa, madre, la sonrisa de mi amor.
Los Angeles, 9 de junio de 1998
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Mi amuleto
Apenas te comprendo, porque vienes como un enigma envuelto en un misterio; ¿A qué se debe ese temor que tienes? ¿Por qué tu rostro permanece serio? Déjame penetrar el fondo oscuro donde está tu sonrisa sepultada, derribando a mi paso el viejo muro que tu vida dejó incomunicada. Cataratas de luz y de sonidos se van a derramar en tu semblante, con palabras de amor en los oídos, y en la mirada brillo rutilante. Y entonces podré verte en transparencia, sin sombra, ni tristeza,  ni secreto; llevándote en constante pertenencia colgada de mi cuello, mi amuleto.
Los Angeles, 11 de junio de 1998
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Triste noticia
Florecerá en el tallo de la rosa, mas sin pétalos, sólo con espinas, en una primavera nebulosa que cubrirá de llanto las colinas. Y no podrá vestirse de colores, flotar sonrisas ni emanar aroma, sólo rasgar la carne con dolores y enrojecer la mano que la toma. Nacida de la pena y la amargura, de la injusticia indiscriminatoria, esqueleto de flor de desventura en batalla sin triunfos y sin gloria. Y la certeza de la incertidumbre vendrá en lluvia de lágrimas amargas, de día ocultas a la muchedumbre, y abiertas en las frías noches largas. A un rincón del recuerdo relegada, quizá dormida, pero nunca muerta, con posibilidad de dentellada si al rumor de unos pasos se despierta. Dolor, nunca llamado y tan presente, ¿qué te propones, y por qué me hostigas? Mi intrepidez no ha sido suficiente para sobreponerme a tus intrigas. He querido ignorarte, y no he podido; Quise luchar, pero no he sido fuerte; traté de huir, pero me fue impedido; busqué la vida, y me llamó la muerte. Pero yo encontraré nueva energía que me reanime y firme me mantenga, y viviré la vida día a día, enfrentándome a todo cuanto venga. Ni aceptaré derrotas prematuras, ni adoptaré posturas pesimistas, he de olvidar mis propias desventuras, y no he de someterme a tus conquistas. Y al llegar la ocasión definitiva de abandonar la ruta en que camino, no lo haré como el barco a la deriva, sino como el que llega a su destino.
Los Angeles, 13 de junio de 1998
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Ven
De la luz y el color de tu mirada, aún sin verte, mis ojos están llenos; y entre mis manos tiembla alborozada la caricia lejana, derramada en las rosas abiertas de tus senos. Suéñame hoy como ayer, en la distancia; ven a mis sueños cada noche oscura, olvidando la rígida armadura que puede estrangular tu exhuberancia, y yace junto a mí, dulce y segura. Abandonada en mí, yo sabré darte firme pie en el temor en que resbalas, y he de elevarte, al desplegar mis alas a un mundo nuevo en que vivir aparte de tu peregrinaje en cien escalas. Uno será el viaje, al lado mío, sin parada final ni intermitente; marcha perenne y ritmo consistente, sin meta establecida ni desvío, como amor imposible y permanente. Sal de tu sombra, entierra la costumbre en tumba desmarcada y escondida para iniciar mejor y nueva vida cerrada al flujo de la incertidumbre, que revive el dolor de cada herida. Y en mí estarás, en caminar constante, viviendo sin la espina de la duda, en sonora canción, o pasión muda, amiga, amada, enamorada, amante, a mi lado felizmente desnuda.
Los Angeles, 18 de junio de 1998
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Sólo tú
¿Por qué me juzgas por tener espalda, si te miro de frente? Todos acarreamos un pasado proyectándose en parte en el presente. Pero avanzo hacia tí con firme paso rasgando el aire denso que te oprime, saltando la muralla que te esconde, y ofreciendo el amor que te redime. No es un plan de conquista programado hacia el débil por el fuerte, ni un ensayo de intentos inseguros, sino afán espontáneo de quererte. Tengo en el hoy anclada la memoria, y hacia el mañana el corazón se inclina; no eres de ayer, mujer, pero al tenerme sólo tu imagen llena mi retina. Estoy tratando de elevar un muro para aislar lo que fue de lo de ahora, y de excavar un foso que sepulte la duda que la calma te devora. No hay ya quizá, ni puede ser, ni creo, ni sobre mí pesada interrogante, sólo apareces tú, forjada en bronce, firme campana de tañer vibrante.
Los Angeles, 22 de junio de 1998
Diseño: Carmen Álvarez
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