Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Hazme a tu imagen

Índice

Sonetos:
Carencia Entrada Virtudes teologales Palimpsesto
Poemas:
Artista Los siete pecados capitales Temores
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Breverías

376
En las pálidas luces del ocaso, solamente arropada de la brisa me dirijo hacia tí, sereno el paso. En la noche en silencio perfumada, al trote voy, con el deseo intenso de verme una vez más en tu mirada. Y al despertar el sol, cuando amanece, en busca de tu amor voy al galope, en busca de tu amor...que no aparece.

377
Hay dos rosas brotando en tu rosal: La blanca y vertical que el mundo admira, y la roja y salvaje que delira en cálido arrebato horizontal.

378
Te besaré, mujer de ojos azules, bajo la fronda de los abedules. Mira, mujer de claros ojos verdes, que en tí náufrago soy, y en mí te pierdes. Mi huella dejaré donde tu pises, mujer cautivadora de ojos grises. Mas contigo, mujer de ojos castaños, vivir quisiera el resto de mis años.

379
No se oculta tu sonrisa tras el embozo del llanto; tus lágrimas son un canto que de tu gozo me avisa.

Sonetos

164 - Carencia
Mis besos eran pájaros heridos flotando entre los juncos del pantano, dedos glaciales de invisible mano, recuerdos en un pozo sumergidos... Mis labios pálidos y adormecidos, mudas teclas de onírico piano, nubes que trato de alcanzar en vano, explosiones carentes de estallidos. Tan sólo me quedó una vaga idea del contacto encendido, que desea la humedad, el gemido y el temblor. Pero cuando absorbí tu propio aliento despertó mi universo en un momento, y el alma se me abrió como una flor.
Los Angeles, 14 de marzo de 1999
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165 - Entrada
Anclada en firme abrazo a mi cintura, frágil mujer, de tímida mirada hacia mis ojos fugazmente alzada desde la brevedad de tu estatura. Frágil mujer, la noche se apresura desplegando la cúpula estrellada; tenderé mi caricia ilimitada sobre la desnudez de tu escultura. No desciendas los párpados, permite que en tu marisma azul me precipite, doble invasión de entraña y de retina. Quiero adentrarme en tí por ambas puertas, repoblar tus regiones más desiertas, ser el furor que tu interior domina.
Los Angeles, 16 de marzo de 1999
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166 - Virtudes teologales
Creo en tí porque creo en lo invisible, porque en el beso de la brisa creo, y en su caricia, que aunque no la veo, mi piel envuelve, haciéndose tangible. Espero conseguir lo inaccesible porque lo entregarás sin titubeo, mezclando mi esperanza a tu deseo de lo prohibido y de lo permisible. Y amo con atención y con mesura, y con insensatez, y con locura, y a la vez sumisión y libertad. Ya no habrá fe cuando a mi lado vengas, la esperanza se irá cuando me tengas, pero el amor subsistirá en verdad.
Los Angeles, 20 de marzo de 1999
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167 - Palimpsesto
(Manuscrito antiguo, generalmente de pergamino, que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente).
Te he recibido como un pergamino que desenrollaré con mano lenta; tu propia vida en él se representa, pero yo escribiré en él tu destino. Es el ayer paisaje vespertino cuya forma y color la sombra ahuyenta, y tu escritura pálida se ausenta, aunque en sus tenues rasgos te adivino. Sobre tu viejo escrito he de escribirte, y las cosas que tengo que decirte han de cubrir la letra del pasado. Y cuanto más intensa es mi escritura, tanto más invisible o más oscura será la letra que otros te han dejado.
Los Angeles, 22 de marzo de 1999

Poemas

Artista
Escúlpeme en el mármol de tu vida donde tus venas han de ser mis venas, y a golpes de cincel rompe la forma, esta forma sin tí dura y ajena. Extirpa lo sobrante, hazme a tu imagen, moldea el interior y la corteza. Por tí seré como a la mano el guante, al cristal el reflejo, al pie la huella. Píntame en el perfil de tu retrato, con la sonrisa en flor, mirada intensa, coincidiendo las líneas, y mezclando tu color con el mío en la paleta. Ambas fisonomías tan unidas que nadie entenderá a quién representa: “Es él”, dirán seguras las mujeres; y los hombres afirmarán: “Es ella”. Escríbeme en el libro de tus días acariciando cada nueva letra, infunde vivo aliento a la palabra, destila en cada línea tus ideas. Seca la tinta al aire del suspiro, mas sin interrupciones. No detengas el ritmo de la mente creadora, que soy lo que has escrito y lo que piensas. Ocúltame en la entraña del piano que yo tengo también mis propias teclas; hazme tu partitura, y mis sonidos responderán al toque de mis piezas. Seré la melodía en tu cerebro y tus dedos harán que me estremezca. Y la copla seré que entre tus labios en soledad de amor me tarareas. Quien esculpe y escribe y pinta y canta, con su propio universo vive y sueña. Tu creación seré, y has de vivirme, y tu sueño he de ser siempre a la espera.
Los Angeles, 16 de marzo de 1999
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Los siete pecados capitales
Soberbia ¿Quién como yo? Erguida la cabeza desde mi altar extiendo la mirada sobre la muchedumbre, y no hallo nada que pueda equipararse a mi belleza. Avaricia Qué poco tengo, aunque poseo tanto; y cuanto más obtengo, más requiero. Vivo en miseria, ahogándome en dinero, siempre he de querer más, mas no sé cuánto. Lujuria Ven hacia mí, desnuda y encendida, con la sonrisa abierta entre las piernas, préstame la humedad de tus cavernas, impúdica mujer desconocida. Ira Tu conducta me incita a la violencia, seas incompetente o ignorante; seré contigo cruel e intolerante, aplastando tu inútil resistencia. Gula Oh la delicia de la mesa llena, los excesos del gusto sibarita del comensal que una vez más vomita para unir el almuerzo con la cena. Envidia ¿Por qué has de tener tú, si yo no tengo? ¿Por qué tú has de triunfar, si yo fracaso? Siempre parece ser mayor tu vaso, mejor tu acción, más noble tu abolengo. Pereza Son las diez, entra el sol por la ventana, pero mi mente está aún adormecida. ¿Para qué apresurarnos en la vida? Todo puede esperar hasta mañana.
Los Angeles, 21 de marzo de 1999
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Temores
Vendrán como ladrones sigilosos en el silencio de la noche en calma, percibiéndose tras los antifaces el siniestro fulgor de sus miradas. Y flotarás envuelta en blancos sueños, nenúfares dormidos sobre el agua, ajena a la sorpresa amenazante y en quietud de caricia desmayada. Amor, despierta, que has dejado la entrada del alma abierta. Recelosos temores te circundan en estrechos anillos de serpiente, muerden tu piel, destilan su veneno, y tus sueños de pronto se oscurecen. Amordazado el grito, y en sudores ni puedes escapar ni defenderte. Sólo las lágrimas te quedan libres, y en incesante flujo se te pierden. Amor, despierta, que has dejado la entrada del alma abierta. Ciérrala, amor, con bloques de granito, las ventanas con láminas de acero, niega el paso a la negra incertidumbre cabalgando en el hálito del miedo. Que yo estaré adherido a tu costado, no mi cautiva, no tu prisionero, libres como el suspiro de la brisa, firmes como el ciprés mirando al cielo. Amor, despierta, que el alma me parece sin tí desierta.
Los Angeles, 25 de marzo de 1999
Diseño: Carmen Álvarez
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