Breverías
801
Un día casi te tuve,
y de nuevo hoy a ti vengo;
entonces, yo me detuve;
ven tú a mí, si me detengo.
802a
Sentado en el camino, la mirada
hacia el trayecto a recorrer, forjando
olvidos del ayer que fui gastando,
todo el afán clavado en la llegada.
Y de pronto hacia atrás volví la vista,
tu perfil resurgió en la lejanía,
y entendí que tu sola compañía
era mi única meta realista.
802b
Acógeme en el vientre oscurecido
de esta noche febril sin madrugada;
mira que cuanto he escrito y has leído
se queda, al roce de tu cuerpo, en nada.
803
Cada estofa, cada verso,
es parte de lo que soy;
con cuanto escribo, me doy;
si me lees, te converso,
sin verme, contigo estoy.
804
He estudiado tus ojos, y aprendido
las bases de tu propia asignatura;
lo más difícil tan sencillo ha sido
que al sentir su mirada he sorprendido
y aceptado tu fondo de locura.
805
Descorre el tren efímero paisaje
que nos llama y nos deja,
como dama de ayer, seda y encaje,
bordando besos de aire tras la reja.
806
Tus mejillas, paréntesis de besos,
y tus labios, vacía frase muda;
desvanece, mujer, temor y duda,
y oiga mi boca el ritmo de tus huesos.
807
En los músculos tensos de los hombros anidan
reptiles de fatiga, vientos agarrotados;
y los dedos expertos del cómplice convidan
a ver en fuga aquéllos, ver éstos desatados.
Sonetos
523 - Hostilidad
Ha dejado la paz caer sus brazos,
antes al cielo erguidos y desnudos;
rebotan a sus pies lanzas y escudos,
y se deshojan miembros a pedazos.
Niegan entrada a gritos de portazos
quienes ayer, enfáticos o mudos,
en su umbral eran tácitos saludos,
y hoy son confinamientos o zarpazos.
Un día, una política, un suceso,
y el hombre libre es de sí mismo preso,
y el hermano deviene su enemigo.
Y aunque las rosas negras de la guerra
mueran de la quietud sobre la tierra,
el hombre arrastrará el odio consigo.
Los Angeles, 2 de octubre de 2001
524 - En vuelo
De ti me alejo, mas conmigo vas;
suspendido entre América y Europa,
leo tu rostro al fondo de mi copa;
volando estoy, y en mí volando estás.
Cuanto de ti y de mí he dejado atrás
en ferviente recuerdo el tiempo arropa,
y hacia tu orilla el corazón galopa,
mientras mi piel se aleja más y más.
La noche te me ofrece, y no te entrega;
todos tus miembros sobre mí congrega,
y los míos a punto de estallar.
Casi te tengo, pero pronto advierto
que tan breve distancia es un desierto
que en mucho tiempo no podré cruzar.
Sobre el Atlántico, 14 de octubre de 2001
525 - Sin pudor
Me llego a ti con ansias de tenerte,
y retrocedes, de temor vestida;
déjame desnudarte, que la vida
es, sin amor, figura de la muerte.
Viva yo un sueño del que no despierte,
con mi virilidad recia y erguida
en ti perennemente introducida,
que mi extracto vital sin cesar vierte.
Quédate sin pudor, timidez, dudas,
y mientras lentamente me desnudas,
yo lentamente te desnudaré.
Mirándote a los ojos, insistente,
mirándome en silencio que consiente,
me abrazarás y te desfloraré.
Cantabria, 18 de octubre de 2001
526 - Cinco mil voltios
Mi mente aguarda en invasión remota
tu imagen viva a lomos de tu idea,
a través del recuerdo la espolea,
y con fusta de pétalos la azota.
Encarcelada en mí, se me alborota,
desciende al pecho, en él caracolea,
la mano la recibe, y forcejea
en la región del sexo, donde explota.
Galvánica corriente electrizante,
si así me agitas cuando estás distante,
¿qué fuerza y seducción tendrás presente?
Tu alta tensión dará tal sacudida
que el cuerpo, trémulo entre muerte y vida,
tras los espasmos quedará inconsciente.
Cantabria, 19 de octubre de 2001
527 - Puente
Tus ojos en los míos sumergidos,
qué trasvase de luz y sentimientos,
qué conmoción del alma en sus cimientos,
buscándote a través de los sentidos.
En inmovilidad enmudecidos,
sólo a mirar y ver ambos atentos,
sin pensar que tan íntimos momentos
mañana quedarán interrumpidos.
Entre los dos hemos tendido un puente
bajo cuyo arco fluye la corriente
del olvido y de la desolación.
Y ambos espíritus irán cruzando
del uno al otro lado, reanudando
nuestra recíproca transmigración.
Cantabria, 23 de octubre de 2001
528 - Dos otoños
De mediodía a medianoche, activa;
de medianoche a mediodia, ausente;
qué lentitud arrastra el sol naciente,
qué rapidez la luna fugitiva.
Soy mar cuando eres barco a la deriva,
dársena soy si estás a mí adyacente,
soy, para tu placer, adolescente,
y para tu horizonte, perspectiva.
Somos quizá un destello en un momento,
una rosa fugaz, nunca un lamento,
somos lo que pudimos y quisimos:
Primaveras de júbilos eternos,
ignorantes de sombras y de inviernos,
dos otoños que exprimen sus racimos.
Cantabria, 24 de octubre de 2001
Poemas
Firme fugacidad
“Oh Roma, en tu grandeza, en tu hermosura,
huyó lo que era firme, y solamente
lo fugitivo permanece y dura”. (Quevedo)
Tengo el alma surcada de estelas permanentes
de naves que zarparon a claros horizontes;
de columnas de humo de fuegos hoy ausentes,
de nubes que subsisten, fugándose los montes.
Lo firme vino un día, muriendo en el proceso,
arraigóse lo efímero, resistiendo a morir;
por eso llevo dentro del corazón impreso
un sello que el olvido no logrará extinguir.
El amor anunciado sólido, inquebrantable,
quebróse en mil fragmentos, y la fugacidad
del perfume que impregna su recuerdo impalpable
es lo que permanece de aquella realidad.
Los Angeles, 30 de septiembre de 2001
Libérese el amor
Amor que ha residido emparedado
en el angosto espacio del espíritu,
pugna por un desbordamiento externo,
hacia la superficie de lo físico.
Espiral dilatándose incesante
en prodigioso estímulo centrífugo,
que las defensas íntimas del alma
no logran detener en su perímetro.
La vida y el amor se axfisiarían
confinados a límites idílicos,
como la piel sucumbiría ajada
sin el contacto seductor recíproco.
Tanto tiempo encubierto entre los pliegues
del pensamiento, tan vital, tan íntegro,
que el tacto clama por su advenimiento,
allende las ideas, inequívoco.
Pensar, sentir, quedarse en añoranza,
preámbulo inconcluso de un capítulo
que nos priva del júbilo que enlaza
carne y mente vibrantes al unísono.
Libérese el amor, y abrace al tacto,
aunque su triunfo nos resulte efímero.
Los Angeles, 1 de octubre de 2001
En soledad lejana
Vivo contigo en soledad lejana,
poblado de tus huellas en mi carne;
el galeón del tiempo, ya zarpado,
vino pronto, o tal vez, llegamos tarde.
El mar, que nos unía, hoy nos separa,
y el tenue lazo que nos une es aire,
por donde vuela, en alas desplegadas,
ida y vuelta, el recuerdo, como un ángel.
Al mecanismo del amor, inmóvil,
le falta alguna pieza en su engranaje,
un émbolo, quizá, en una ranura,
pero no hay escasez de lubricante.
Manivelas estáticas esperan
la mano firme y el preciso instante,
y las fuerzas motrices del deseo
en sombra y en silencio se deshacen.
Lejos de ti abatida cuelga el alma,
como las ramas flácidas del sauce.
Los Angeles, 2 de octubre de 2001
Anónimo beso
¿Cuándo hallaré el revuelo de tu beso?
Amasados con pétalos de rosas,
temblor de brisa y luz de luna llena,
los besos despertaron a la aurora,
residiendo en regiones enigmáticas
de nubes de algodón, tibias, remotas,
a la espera de nuevo nacimiento
en fundida humedad de doble boca.
Legiones de hadas cuidan sus rebaños
en campo ausente de rumor y sombra.
Cuando un hombre, sonrisa y galanteo,
y una mujer, temblores y zozobra,
se aproximan, intentos y deseos,
y él requiere contacto, y ella otorga,
en la región lejana un beso anónimo
deja de serlo y por los dos se nombra.
¿Qué beso llevará mi nombre un día,
y a qué otro nombre incógnito se acopla?
Los Angeles, 8 de octubre de 2001
Tal vez no lo recuerdas
No sé si iluminado o en penumbra,
si en silencio, o en charla verbenera,
ni sé si en multitud, o en soledades
se hallaba el restaurante en tu presencia;
no pude ver el mundo en torno mío,
sólo a ti al otro lado de la mesa.
La tarde fugitiva y yo arrobado…
¿Recuerdas? No, tal vez no lo recuerdas.
Hubo palabras íntimas, miradas,
afinidad, y en la esperanza, espera.
En ondas invisibles se cruzaban
mi propio sentimiento y tus ideas.
El vapor del café (¿sólo o con leche?)
lanzaba al aire su espiral inquieta.
La luz del sol posaba en la ventana
caricia horizontal, dedos de seda.
Se alargaban las sombras de las gentes,
se borraban los picos de la sierra.
Qué escasa relevancia a veces tienen
ciertos detalles, y otros qué firmeza.
Una explosión de fuegos de artificio
rompía en largas, luminosas trenzas,
dentro de mi callada, oscura noche,
sin que en mis ojos tú lo percibieras.
Te bebí en cada sorbo de mi taza,
te respiré en tu aroma toda entera,
absorbí cada rasgo de tu rostro,
y roja en sangre surcas hoy mis venas.
Y al despedirte en un abrazo tibio,
no te supe besar como quisiera.
Te vi partir como quien pierde un brazo…
¿Recuerdas? No, tal vez no lo recuerdas.
Los Angeles, 12 de octubre de 2001
Cuerpo a cuerpo
Cuando estás a mi lado,
¿no es tu cuerpo el que está, más que tu alma?
Me miras con los ojos, me acarician
tus breves manos blancas,
y el eco de tu voz en mis oídos
me ofrece tus palabras.
No eres tú junto a mí, sólo es tu cuerpo,
un haz de piel y sensaciones cálidas,
que transmite estallidos intangibles
de esa entidad distante que es el alma;
entidad que no puede percibirse,
que sólo empieza donde el tacto acaba.
El beso subrepticio, la sonrisa,
el temblor deslizante de la lágrima,
la música hechicera del lenguaje,
el brillo tentador de la mirada,
¿qué son sino mensajes de banderas,
señales de humo, notas telegráficas?
Junto a tu cuerpo estoy, a él sólo estrecho,
tu espíritu, elusivo, no me abraza;
ni ve, ni toca, ni se enlaza al mío,
ambos cautivos en su propio alcázar;
tan sólo emiten trémulos impulsos,
que la carne traduce en llamaradas.
Cuerpo a cuerpo, batalla del sentido,
con estrategia espiritual lejana.
Los Angeles, 12 de octubre de 2001
Promesas
Con la misma tristeza y análoga agonía
con que se debilitan las luces del ocaso,
como el clavel sediendo se marchita en el vaso,
se mueren las promesas formuladas un día.
Lo que tú aseguraste, lo que yo prometí,
todo llega a morirse, sin existir culpables;
palabras de aire o hierro, constantes o inestables,
aunque no lo queramos, se mueren porque sí.
La muerte nos visita, carente de razón,
a vece en angustia funesta y en sollozo,
y a veces, como el trigo, con el íntimo gozo
y la esperanza firme de la resurrección.
Para el hoy y el mañana prometimos ayer
con intención sincera, con diáfano objetivo;
sólo una opción nos queda frente a lo negativo:
si la promesa muere, volver a prometer.
Sobre el Atlántico, 15 de octubre de 2001
Torres
Torres de Nueva York, de aire insolente,
chato perfil que al cielo ya no avanza;
en llanto de humo y fuego, amargamente,
perdidas forma y luz, claman venganza.
Torres sin alma, ni pasion ni brazos,
en globalización emborrachadas,
por maléfico genio, a martillazos,
sobre la piel del suelo remachadas.
Torres de Burgos, lanzas inmutables,
erguidas en la estepa castellana;
agujas de bordar cúmulos; sables
de recia gentileza cortesana.
Torres de inspiración, mística idea,
en piedra secular a escoplo escrita;
donde el plebeyo como el noble lea
y oiga el mensaje que en silencio grita.
Códice iluminado en miniaturas
opuesto al crédito-cargo electrónico;
el dogma y las Sagradas Escrituras
frente al pragmático pacto económico.
Las fuerzas de este mundo sucumbieron,
endeblez camuflada de firmeza;
la fe y el alma medievales fueron,
son y serán perenne fortaleza.
Torres de Nueva York, cifras, materia,
de escasa vida, de valor incierto;
Torres de Burgos, que hasta la miseria
del hombre vuelve en gloria cuando ha muerto.
Burgos, 17 de octubre de 2001
Marea alta
Soñador de ojos verdes, blanca barba,
capote azul rompiéndose en pedazos,
el mar levanta el pecho y lo revienta
en los salientes del acantilado;
crestas de blanca espuma inofensiva
alzan frágiles dedos enguantados.
En soledad descarga su energía
ajeno a playas de arenosas manos;
y el firme puño de la roca opone
rígida resistencia a sus asaltos.
Qué rumoroso verdiazul ascenso,
qué repetido impulso fracasado.
Al borde horizontal del abanico
de aguas blancas, heridas de rechazo,
anclado está el intento, reincidente,
sin lograr objetivo ni descanso.
Suances, 21 de octubre de 2001