Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Gris es la tarde

Índice

Sonetos:
Vestida de seda El tren Avanza contra mí Estación Insólito viaje Soñando a la ventana Ruinas Bella durmiente Gestante A ti, mujer Vela conmigo Sin palabras Frente a la vida Las yemas de tus dedos Eres el fuego Función vital Como el día Gata Recibe y da Tanta táctica Y se alzará mi beso
Poemas:
Nochebuena Bloqueo Pecados capitales Mujer sola Mujer bajo la lluvia
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Breverías

818
Los surtidores de la fuente son una coral de vírgenes desnudas, cantando siempre idéntica canción.

819
Cada día ensanchamos las riberas del claro río en que la mente fluye; y el rojo campo del sentir rehuye la expansión más allá de sus fronteras.

820
Se adormece la noche en el sosiego de aves calladas, pasos detenidos, inmóvil viento, sofocado fuego… Tú y yo yacentes, pero no dormidos.

821
Al abrirse tus labios en sonrisas se me cierran las puertas del recuerdo; me lavas la memoria, me exorcisas los demonios de ayer, y en ti me pierdo.

822
En las alas del viento, en la marea de luz que nos devuelve la mañana, en el sollozo que la lluvia hilvana, donde nadie te ve, mi fe te crea.

823
Me hieren las palabras cuando no te las digo, y al decirlas resuenan como un eco lejano; mira qué triste suerte, que soy tan sólo amigo si te hablo; y al no hacerlo, tan sólo soy hermano.

824
Si me dieras la espalda, abrazaría tu talle por detrás, y en cada seno cada una de mis manos mantendría, y el sexo erecto contra ti de lleno.

825
Hay horizontes como golondrinas, que uno en las manos retener quisiera, mas sólo anidarán en las retinas; quién pudiera apresarlos, quién pudiera.

826
El tiempo nos destruye lentamente, y en frialdad de hielo nos sepulta; esa parte de ti que vibra y siente, ha de quedar entre la escoria oculta; ven hacia mí antes de cruzar el puente que hacia la oscuridad nos catapulta; brinda, duerme, solázate a mi lado, y déjale al mañana su cuidado.

827
Cierra los ojos, que me acerco a verte, recréame en tu mente; la melena sobre la curva de tu espalda vierte sedoso mar de ondulación morena. Y no sabré decir si mi caricia surcará esa agitada superficie, o impondrá su ofensiva subrepticia sobre colinas, grutas y planicie.

Sonetos

542 - Vestida de seda
La seda que te cubre es un embozo, artificio que oculta, pero enseña; en sus pliegues el cuerpo se pergeña, obra pulida y a la vez esbozo. Deslizante, en espera del retozo, es cada curva invitación risueña, y el tacto adquiere lo que el hambre sueña cuando avanzo y extiendo, elevo y rozo. Quiero y no quiero descubrirte entera, pues sólo adivinarte, desespera, pero es mágica desesperación. Y las manos, que insisten, me describen cuanto encubren los pliegues, y perciben con doble intensidad la sensación.
Los Angeles, 16 de noviembre de 2001
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543 - El tren
Hacia ti por el páramo atravieso; penacho de humo al avanzar denota mi vapor a presión, que casi explota bajo el intenso fuego, tren expreso. Entre tus vías me detecto preso, voy sobre ti, y te siento tan remota que en tu pesquisa mi vigor se agota, y agonizo en los límites del beso. Mi rodar incesante no te alcanza, e incapaz de forjar firme alianza entre rueda y rail, sigo rodando. Rodando sigo con mis pretensiones, y entre tantas desiertas estaciones, la tuya llegará, quién sabe cuándo.
Los Angeles, 17 de noviembre de 2001
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544 - Avanza contra mí
No impidas el revuelo descarado de los dedos, que en firme recorrido, indagan intersticios del vestido, quedando yo, como él, alborotado. Viento soy encrespando tu arbolado, eres agua en que vivo sumergido, y en trueno he de romper, cuyo estallido fusione mi costado a tu costado. Avanza contra mí tu orografía, tórrida como el sol de mediodía, y en amplitud de mares sin riberas. Mezan mis manos tu ondulada forma, tu mente olvídese de riesgo y norma, y demos libertad a nuestras fieras.
Los Angeles, 18 de noviembre de 2001
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545 - Estación
Ah, tu estación, qué triste y desolada, sin llegada de trenes, ni viajeros, somnolienta en sus tonos más austeros, mudo el ruido, la luz semiapagada. Tiene aliento de invierno, está cansada de vacíos, inútiles senderos por donde ya no vagan ni extranjeros con sonrisa de mueca desmayada. Tu último tren cruzó hace largos años, dejándote el andén lleno de extraños y agrios aromas, huellas y sabores. Y ahora cerrada estás, en el desierto de un mundo silencioso, casi muerto, donde no saben germinar las flores.
Los Angeles, 18 de noviembre de 2001
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546 - Insólito viaje
Veo pasar el tren, que no se aleja, y no sé si soy parte del paisaje, o parte de un insólito viaje que ni ansiedad ni indecisión refleja. Con desdén que ni gime ni festeja, me siento vagabundo. Ni equipaje llevo para el trayecto, ni mensaje, y no presentaré excusa ni queja. Ahora es el panorama el que desliza su pantalla gigante, que matiza de luz y de color el recorrido. Ya no recuerdo el punto de partida, pero sé que la meta está escondida en la estación desierta del olvido.
Los Angeles, 19 de noviembre de 2001
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547 - Soñando a la ventana
Los ecos de tus pasos son nudillos golpeando en la puerta del deseo; oigo tus pies, tus pensamientos leo, y espero estremecida entre visillos. Tus invisibles manos son rodillos laminando mi vientre, y me recreo en frívolo, ficticio forcejeo, trepidando en mi pecho cien martillos. Me circunda y me atrapa densa niebla surgida de tu aliento, que me puebla la mente de confusas percepciones. Y me abandono en ti, con la inocencia que anhela naufragar, sin resistencia, desmantelando arcaicas prohibiciones.
Los Angeles, 20 de noviembre de 2001
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548 - Ruinas
Todas las ruinas humeantes tienen su fantasma infeliz y macilento, cuyo ancestral y lúgubre lamento ni la tiniebla ni la luz detienen. Pero en todas las ruinas se mantienen, bajo el escombro inmóvil, polvoriento, gérmenes de energía en movimiento, que de la muerte hacia la vida vienen. Yo excavaré el paisaje de tus ruinas, nivelando en planicie las colinas, y erradicando tu desolación. Se irá el fantasma, sanará la herida, y resucitará una nueva vida, que cada pena engendra otra ilusión.
Los Angeles, 23 de noviembre de 2001
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549 - Bella durmiente
Duerme la luz, la noche se desvela, al apresar tus párpados el vuelo del sueño, oscuridad de terciopelo que axfisia el fuego en la última candela. La luna, silencioso centinela patrullando la cúpula del cielo, se emboza absorta tras el tenue velo de nubes pardas, en sagaz cautela. Nada te inquieta, nadie te previene, y el universo en su eje se detiene, adaptándose a tu inmovilidad. Absoluta quietud, tan inconsciente que ni puedes soñar, bella durmiente, yaciendo aislada en doble soledad.
Los Angeles, 25 de noviembre de 2001
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550 - Gestante
Vino en impulsos reiterados, vino en avance frontal irreprimible, sumergiéndose en mí; fuera imposible repeler o eludir tal torbellino. Siendo mortal, su germen fue divino, en mi entraña arraigando imperceptible, y una transmutación lenta, apacible, se obra en mis nueve meses de camino. Huérfano aún de matiz y de vocablo, diálogo insólito contigo entablo, silencioso, dinámico embrión. Y nos sentimos, aunque no nos vemos, y sin conversación nos entendemos, tú y yo en constante comunicación.
Los Angeles, 2 de diciembre de 2001
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551 - A ti, mujer
¿Cómo salir del beso repetido, beso textual, de puerta giratoria, beso facsímil, huella en la memoria, tan monocorde, tan envejido? Fue un tiempo torrentera, fue alarido, fue efervescencia y grito de victoria, pero hoy es cangilón en esta noria girando sin cesar, medio dormido. Quiero regenerarle en sus cenizas, sentir su luz, calor, lenguas rojizas encrespadas de nuevo en torno mío. Náufrago en playa inhóspita y remota, sobre las olas mi mensaje flota, que a ti, mujer, con esperanza envío.
Los Angeles, 7 de diciembre de 2001
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552 - Vela conmigo
No duermas aún, vela conmigo, amiga, que es el sueño ladrón de confidencias; donde hay afinidad fabrica ausencias, bajo fácil pretexto de fatiga. Si tu sueño al silencio me castiga, mudas han de quedar voz y cadencias de mi salmo de amor, que sus dolencias canta a la vez que tu atención mendiga. Dormir es despedirse, aunque sepamos que de nuevo al albor nos encontramos; es deshacer el vínculo fundido. Mantén los párpados abiertos, mira que el dormido es un muerto que respira, y es la muerte la puerta del olvido.
Los Angeles, 9 de diciembre de 2001
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553 - Sin palabras
Si no logras dormir, vente conmigo, que una mujer de noche y desvelada está clamando a gritos ser amada, y a amarla yo sin límites me obligo. Las palabras que dices, las que digo, carecen de interés, no valen nada; las cumbres de tus senos, tu mirada, tu piel desnuda es lo que yo persigo. Si en sequedad se quedan tus palabras, en humedad te quiero, cuando te abras y tus muslos abracen mis caderas. Inspirada estarás, aún sin hablarme, forjando tal poema al desbordarme que como Orfeo, amansarás las fieras.
Los Angeles, 10 de diciembre de 2001
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554 - Frente a la vida
Con tesón, con sudor, con persistencia, has escalado una montaña, ahora va a amanecer en ti una nueva aurora, que exigirá más brío y diligencia. La cumbre no es el fin, no es permanencia, es un alto en la marcha escaladora para observar la sierra, que incorpora nuevas cumbres de retos y excelencia. Tal vez caerás rodando al valle oscuro, y te dirá la duda que el futuro que en tus sueños surgió es inasequible. Escucha entonces tu íntima armonía, y álzate y grita en fiera rebeldía que para ti no existe lo imposible.
Los Angeles, 12 de diciembre de 2001
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555 - Las yemas de tus dedos
Me lloraste en ausencia, y no advertiste que aún sin estar, dentro de ti he vivido; ¿no has llegado a escuchar el estallido de este deseo que hacia ti persiste? Innumerables veces te desviste, sin que tu mente lo haya percibido; soy yo el temblor de ese placer prohibido que surge intenso y finaliza triste. Me llevas en las yemas de tus dedos, tímidos dibujantes, o torpedos irrumpiendo en tu proa en explosiones. Habré partido, pero estoy contigo, soy de tus actos único testigo, causa y efecto de tus sensaciones.
Los Angeles, 20 de diciembre de 2001
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556 - Eres el fuego
No he visto sombras en tu piel desnuda, pues la luz no la hiere, de ella brota con la energía y brillo de remota galaxia que su núcleo desanuda. Ni en tu mente la sombra de la duda restalla el látigo que el alma azota, la luminosidad que en ella flota de incertidumbre y de temor la escuda. Vives de claridad, cándida rosa de pétalos de luz, en que reposa fiel corazón en integral sosiego. A tiniebla glacial desconocida, serena, ardiente, junto a mí tendida, no eres sólo la luz, eres el fuego.
Los Angeles, 21 de diciembre de 2001
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557 - Función vital
Sobre mí pende extraña paradoja de prodigalidad y de mesura; de timidez, pudor, desenvoltura, de cuanto seduciéndome te enoja. Me ves espina de tu rosa roja, cilicio más que abrazo en tu cintura, y yo mismo me veo en desventura tambaleándome en la cuerda floja. Qué actitud infantil, contradictoria, que a ambos niega el placer de la victoria, y evita la victoria del placer. No he venido a afligirte o desangrarme, vine para absorberte y otorgarme, en la función vital de hombre y mujer.
Los Angeles, 21 de diciembre de 2001
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558 - Como el día
Puede ser gris la tarde si distante el eco de tu voz duerme apagado; la noche que te acerca a mi costado, nunca oscura será, sino radiante. Ya seas residente o visitante, tu nombre en mi alma quedará tatuado, ciprés en mis entrañas arraigado, y en mis ríos de sangre, navegante. Vana es la longitud del recorrido si merma intensidad a lo vivido, dame más calidad, menos cuantía. Deslígate del tiempo y sus barreras, olvida inviernos, gesta primaveras, y brillen nuestras noches como el día.
Los Angeles, 22 de diciembre de 2001
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559 - Gata
Tu maullido he escuchado a mi ventana, celosa, esquiva, gata zalamera, siempre abstraída en tu ángulo, a la espera del mimo, el roce, la caricia humana. Blanda existencia que jamás se afana, acompañada más que compañera, y un mundo fabricado a tu manera, que sólo se merece, no se gana. Tengo un amor que igualmente carece de iniciativa, exige más que ofrece, no sabes cuánto se asemeja a ti. Tal vez un día a mi ventana llame, rogándome que le abra y que le ame… No sé si entonces le diré que sí.
Los Angeles, 22 de diciembre de 2001
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560 - Recibe y da
Disfraz de absurda sensatez vestimos, oculto el rostro en máscara de miedo, y tornamos la vida en un remedo de la vida real que no vivimos. Inevitablemente sucumbimos en la orfandad de nuestro propio enredo, repitiendo ‘quisiera, mas no puedo’, y lentamente, a solas, nos morimos. Tiempo es de reclamar las libertades, de marginar responsabilidades, de ejecutar cuanto queremos ser. Con las manos abiertas y tendidas, recibe y da, sin miedo a las caídas, que gana más quien no teme perder.
Los Angeles, 23 de diciembre de 2001
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561 - Tanta táctica
Por ti navego contra lluvia y viento, en turbulencia, niebla y oleaje, intentando tomarte al abordaje y naufragando casi en el intento. Es tu navío, no tu cargamento la razón de mi riesgo y mi viaje; ignoro la palabra, es tu mensaje el incentivo de mi movimiento. Cuántos obstáculos improvisamos, de qué absurdos tabúes nos cercamos, cómo aspiramos y nos restringimos. ¿Para qué tanta táctica y programa, si al fin se fundirán sobre la cama, sin redimir el tiempo que perdimos?
Los Angeles, 25 de diciembre de 2001
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562 - Y se alzará mi beso
Casi olvidé besar, y en ese olvido yace enterrado este hombre y su deseo, y yace una mujer, en quien aún creo, y su beso también, aunque dormido. Un día escucharé el manso silbido del viento en el pinar, el borboteo del manantial, el suave balbuceo de los nuevos gorriones en el nido. Y sabré que es la hora señalada, y no me detendrá nadie ni nada, y se alzará mi beso junto al suyo. Y al exhumar las viejas añoranzas, se clavarán los besos como lanzas, mientras entre sus brazos me diluyo.
Los Angeles, 26 de diciembre de 2001

Poemas

Nochebuena
Serranas y pastores en la vaguada; ellas hablan de amores, con la mirada. Ellos la noche admiran… ¡tantas estrellas…! mientras ellas suspiran, bellas, tan bellas… De repente en los cielos hay espirales de mágicos revuelos angelicales. Campanillas de plata, voces en coro, brillante catarata de luces de oro. Y la canción más pura se oye en la sierra: “Gloria a Dios en la altura, paz en la tierra.”
Los Angeles, 4 de diciembre de 2001
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Bloqueo
No es la ley de la selva, de agresión controlada, coronando al más fuerte de todos como rey; lo que al alma seduce, libre y galvanizada, y eligen los sentidos, es la selva sin ley. Al paso de los años, la nostalgia subsiste presa entre las cadenas que tiempo atrás forjamos, y aunque la mente vuela, la intención se resiste al cambio, y en la inercia vivos nos enterramos. Y contamos los días como quien cuenta estrellas, en actitud pasiva, sin racionalidad, dejando por la misma senda las mismas huellas, con profundos deseos, pero sin voluntad. Sabemos que hay un mundo detrás de las fronteras que nuestra ansia limitan y frenan nuestros actos, que hay otros compañeros, que hay otras compañeras, que, aún teniendo, no exigen compromisos ni pactos. Y aunque a veces saltemos la verja que nos guarda, y corramos el campo con ímpetu salvaje, volvemos al encierro, porque nos acobarda la libertad soñada, la amplitud del paisaje. Y así, desde el reducto donde languidecemos fabricando incesantes, lúbricas fantasías, bajo el peso de leyes aceptadas, nos vemos contando las estrellas, viendo pasar los días.
Los Angeles, 6 de diciembre de 2001
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Pecados capitales
Soberbia: Ah de los miserables, a mis pies sometidos, sin dignidad, derechos, ni aptitud de elevarse; es el polvo su espacio; yo, entre los elegidos, soy esa luz que nunca conseguirá apagarse. Avaricia: Mi granero está lleno, y es pingüe la cosecha; erigiré otros silos, y coparé las mieses; si la filantropía se siente satisfecha, yo me siento insaciable, como hombre de intereses. Lujuria: Vino a mí la lujuria, con la bata entreabierta, rígidos los pezones en los senos desnudos; y olvidé mis temores bajo su mano experta, y entendí la elocuencia de sus discursos mudos. Ira: Ira de Dios, sembrando terremotos y fuego, sequías y ciclones, en la tierra indefensa; ira absurda del hombre, que aprende el mismo juego, y destruye y aplasta por lavar una ofensa. Gula: Mueran de hambre los pobres, yo no esquilmé sus lares; si en la miseria yacen, padezcan su indigencia; yo colmaré mi mesa de vinos y manjares, y en su placer diario derrocharé mi herencia. Envidia: No importa cuánto tengo, si no tengo lo tuyo, tu renombre, tu casa, tu mujer, tu riqueza; en ansias de tenerlo yo mismo me destruyo, cáncer irreversible dentro de mi cabeza. Pereza: Hoy es una palabra difícil, extenuante, qué eufonía y sosiego residen en mañana; voy a cerrar los ojos, tal vez por un instante, y dormiré en la inmóvil quietud de mi desgana.
Los Angeles, 15 de diciembre de 2001
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Mujer sola
En esta soledad que me acrecienta la sed de ti, impidiéndome absorberte; en esta desnudez, húmeda y lenta, que te inventa a mi lado, sin tenerte; en este ofrecimiento que consume mis horas de ansiedad, inaceptado; en esta noche que verá el perfume de mi piel en el aire evaporado; en este lecho, que de ti vacío, se transforma en inhóspita meseta; en este abrazo en que te estrecho mío, y que tu abrazo, ausente, no completa… La breve llama de la vela erguida sobre la palmatoria, en el estante, se desborda en la cera derretida, símbolo fálico desafiante. De mis labios se va un soplo ligero, y al momento la sombra me circunda; el roce firme de tu mano espero, y el fiero impulso que mi entraña inunda. Y he de suplir la ausencia de tu tacto con los dictados de mi fantasía, a solas consumando el mismo acto que contigo, mi amor, consumaría.
Los Angeles, 26 de diciembre de 2001
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Mujer bajo la lluvia
Invisible llovizna acariciante desciende sobre mí, mis senos riega, y dos gotas del más puro diamante cuelgan de los pezones; la luz juega su escala de silencios y colores; bajo mis párpados cerrados vuelan asteroides en fuego, y hay temblores sobre la piel que mi ansiedad revelan. Deslízame los dedos, delineando los surcos de esta lluvia sinuosos, en suavidad de tacto, descifrando cada mensaje anclado en mi reposo. Cada mensaje, que por ti fue escrito, que el agua subrayó, que tú analizas, que te dirán que todo lo permito, dueño tú de mi fuego y mis cenizas.
Los Angeles, 26 de diciembre de 2001
Diseño: Carmen Álvarez
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