Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
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Índice

Sonetos:
Regreso Tu piel... Al interior Misántropo Mi lámpara Ramo de rosas
Poemas:
Nuestros hermanos Sólo intento
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Breverías

1224
Dondequiera que estés habrá una luna reflejando tu rostro, al contemplarla; y yo, lejos de ti, podré mirarla, y verte como no he visto a ninguna.

1225
La melena en la espalda, no en la tuya, en la mía, no hay rugido, hay susurro, y en la nuca el aliento, ocho débiles garras trazan orfebrería, dos pinceles rosados pintan ofrecimiento. Tu melena en mi vientre, desaguándose entera como lluvias de marzo, Nïágaras de rosas, y ambos péndulos marcan, de cadera a cadera, sincronizados círculos, elipses silenciosas.

1226
Soy en tu lámpara, que el roce alienta, tibio temblor de llama amarillenta, luz que casi agoniza, fuego medio dormido en la ceniza. Si acaso en ti muriera, entiérrame en ti misma, compañera.

1227
Estar contigo es como estar de paso por ciudad extranjera, peregrino que a nada llama suyo, y hasta el vino que bebe, bebe en forastero vaso.

1228
Alzó la mano al pecho para tocarse el alma. Un aire frío entrelazó sus dedos. Sobre el lecho, se perdían sus ojos en el techo; su corazón, inmóvil y vacío. Se levantó con gesto rutinario, sin casi ver a la mujer dormida; otra noche trivial, otra partida, y en el mismo camino, solitario.

Sonetos

1128 - Regreso
Tantas noches sin sueños has dormido, tantas indiferente has despertado que el cuerpo yuxtapuesto a tu costado pudiera ser la sombra del olvido. Cuando el grito de amor ha enmudecido, y el beso es un clavel pisoteado, prófugo el corazón abandonado se desborda del cauce establecido. Invadirá el verdor de otros terrenos, más esperanzadores por ajenos, realizando los sueños que no tuvo. Y un día volverá a su propio cauce, las viejas aguas bajo el mismo sauce, al mismo atajo gris que antes anduvo.
Los Angeles, 3 de agosto de 2004
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1129 - Tu piel...
¿Se halla tu piel de tránsito desierta? Mano procaz, morbosidad mendiga: Una ansiedad de tacto sin fatiga, una perenne súplica encubierta. ¿Se halla tu piel al vínculo despierta? Enredadera, vibración, auriga: Un brazo en cada vástago, una intriga, un timonel de rutas a la puerta. ¿Se halla tu piel en vértigo y temblores? Dorada mies para los segadores: Pan candeal que llenará la boca. ¿Se halla tu piel al rojo, en borboteo? Guitarra, cuyo trémulo rasgueo tu redención voluptuosa toca.
Los Angeles, 6 de agosto de 2004
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1130 - Al interior
A tus profundidades hoy desciendo, tras haber explorado la corteza; mi pie, en la oscuridad, duda y tropieza, y hacia tu espíritu mi mano extiendo. Ruedo en la superficie, oigo el estruendo del exterior, me afirmo en la certeza de lo que toco y veo, y mi cabeza sabe pensar; de lo demás, no entiendo. O entiendo poco. Sé hacinar detalles que me hablan elocuentes, aunque calles, pero quiero explorarte al interior. No he forzado la puerta, te he invadido en alas de murmullos; el rugido sigue en la piel, haciéndote el amor.
Los Angeles, 12 de agosto de 2004
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1131 - Misántropo
Sus ojos rebosaban de miradas incapaces de ver, hombre andariego de alma oscura, pasando con despego por las vidas, anónimas posadas. Hablaba con palabras arrancadas a su desesperanza de hombre ciego; palabras aprendidas junto al fuego en las tardes de invierno prolongadas. Visitante no más, siempre en camino, remiso a compartir el pan y el vino, mísero en la caricia y el saludo. Y al fin dejó de hablar, nadie atendía. Bajo el gabán de cuero sólo había un espíritu amargo, sordomudo.
Los Angeles, 14 de agosto de 2004
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1134 - Mi lámpara
Por ti en la noche pertinaz mantengo encendida mi lámpara; vigilo la aguja del reloj, tejiendo el hilo de tu tiempo hacia mí, mas no te tengo. Sobre tus pasos voy, o quizá vengo, vivas huellas sobre las que perfilo el grácil ritmo de tu pie, tu estilo, y evocándolo a solas me entretengo. Mi temblorosa luz, desalentada, filtra por la persiana una llamada que acaricia la noche, y no respondes. Yo sigo en mi vigilia, vadeando por un sueño despierto, ponderando si hacia mí te diriges o te escondes.
Los Angeles, 18 de agosto de 2004
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1135 - Ramo de rosas
En algún sitio es hoy aniversario de un momento de amor, de aquel instante clavado en el recuerdo palpitante y adscrito a un número del calendario. Será un día trivial y rutinario, dormida la memoria del amante, si otro tiempo metódica y galante, hoy pieza marginal, sin inventario. Hoy para mí ni para ti es un día digno de recordar; nada nos guía a inmóvil, contractual celebración. Y es por eso y por tantas otras cosas que traigo para ti un ramo de rosas, porque te quiero, no hay otra razón.
Los Angeles, 18 de agosto de 2004

Poemas

Nuestros hermanos
Ycuá Bolaños, Asunción, Paraguay Cerca de 500 muertos en el incendio de un supermercado. En el bosque distante recibe el viejo roble el manotazo, en zigzag luminoso, de la imprevista cólera del rayo, y cae al suelo en llamas; desde nuestra distancia, es sólo un árbol anónimo, no el roble concreto, acariciado, erguido en nuestro huerto, a cuya sombra en la niñez jugamos. En el campo distante, de esqueléticas mieses y de andrajos, las lluvias han venido a destiempo, con furias de naufragio; habrá niños hambrientos, padres desesperados, pero nunca sabremos sus nombres, sus miserias, ni su llanto, ni el dolor que perfora sus entrañas con el puñal del hambre, paso a paso, porque se nos desbordan de abundancia las palmas de las manos. En la ciudad distante, Dios restalla su látigo, y arranca vidas, jóvenes y niños, y adultos, cuyo plazo pareciera remoto, que se hunden hoy bajo implacable tajo. Tienen padres y esposos, tienen hijos, tuvieron la sonrisa y el abrazo, la vida era un clavel en la solapa, era una niña, o novio, de la mano; y hoy el muro de fuego alza fronteras, abre cenotafios. Tantas noticias martillea el día, tantas muertes sin nombre, que el impacto nos resbala en la piel del sentimiento, y sin embargo, son nuestros hermanos. Sólo el guarismo a veces nos sacude, quinientas víctimas, quinientos clavos en tantos corazones que hoy palpitan, más que con sangre, con sangriento llanto. Para el hombre distante, quinientos es anónimo naufragio, cifra glacial, sin nombre ni apellidos, y sin embargo, son nuestros hermanos. Quinientos es un número sin rostro, sin ojos que nos miren, y sin manos alzadas al pasar en el saludo que reconoce en júbilo, sin labios fabricantes de besos y palabras, quinientos es un exponente abstracto de tragedia intangible, sin semblante, y sin embargo, son nuestros hermanos. El mundo es como lo hace cada uno, plaza de pueblo o yermo desolado, bullicio eufórico o retiro mudo, copa de plata o ánfora de barro. No son tan sólo muertos nuestros muertos, todo el que vive o muere es nuestro hermano.
Los Angeles, 10 de agosto de 2004
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Sólo intento
Se dilata esta mente que te piensa, y ensaya en ti la mano su dibujo; se me ensanchan las venas por el flujo de la sangre, más rápida, más densa, Hoy eres tú la sombra cautelosa de cien almas girando en torno mío; o persistente tránsito de río que, ignorante de tregua, no reposa. No te remanses, que es la paz ajena al estremecimiento y a la euforia, ni perfores la piel de la memoria, que el recuerdo de ayer subyuga y frena. Desbórdate a los pies de este momento, sin punto de partida, sin destino; ya lo dijo el poeta, ‘no hay camino’, ni horario, ni programa, sólo intento. Quédate aquí, sin dudas ni exigencia, tú y yo, los únicos supervivientes de un mundo absurdo, iremos transparentes en desnudez vestida de inocencia.
Los Angeles, 18 de agosto de 2004
Diseño: Carmen Álvarez
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