Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo

Índice

Sonetos:
No se va, se transforma Atardecer Sin historia Sangriento Conexión Indágate Pegado
Poemas:
seperador

Breverías

1376
Eras el olmo anclado en la ribera, y era yo el agua clara, el blando viento; eras frágil, polícroma vidriera, y yo rayo de luz, y atrevimiento; eras fantasmagórica escalera, que remonté para absorber tu aliento; eras mujer en actitud de amores, era hombre yo en suspiros y temblores.

1377
Mi sed de ti me arrastra por la arena buscando el manantial que me rehuye; se me incendia la boca, y en la escena sólo yo estoy, y sólo el tiempo fluye. Avanzo en avidez; se desmelena la noche en el crepúsculo; concluye un día más sin ti; la sed me oprime… ¿Cuándo podré encontrarte? Dime, dime…

1378
Cuando dices mi nombre en las esquinas de tu callada soledad, advierto como un rumor de brisa en las encinas, como un brotar de rosas en el huerto, como un reverdecer de las colinas, o la última cadencia de un concierto. No oigo tu voz como quien llama o reza, tu voz me llega en la naturaleza.

1379
Voy a apagar las voces que cuelgan de mis labios, tibias llamas; las que tú desconoces, sin frenos ni programas, arderán mientras tú te me derramas.

1380
En los ojos azules de este niño aún no hay libros ni espadas, cruz ni fuego; hoy son las mansas ruedas del cariño lo que mueve su mundo; pero luego…

Sonetos

1320 - No se va, se transforma
Me tapizan tus huellas dactilares, sobre mi piel tú toda te has escrito; ¿qué otra evidencia, amiga, necesito? La amistad hoy navega en otros mares. No se va, se transforma. Sus altares, si eran de catedral, son de otro rito; tal vez es nuevo dogma, nuevo mito, ninfas desnudas en los olivares. Lo que ayer fue amistad hoy enjaeza los corceles de la naturaleza, fogosos, dionisíacos, galantes. Ella cabalga yegua sosegada; que sólo incumbe fiera galopada a los potros salvajes, los amantes.
Los Angeles, 3 de agosto de 2005
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1321 - Atardecer
Me ciñe el aire azul, y se me enreda como brazo entrañable en la cintura, y una fragancia virgen se apresura como al mecer abril la rosaleda. Se gasta el día, pálida humareda retorciéndose gris en la llanura, lanzada en espirales a una altura que nunca ha de alcanzar. La noche rueda su procesión de sombras sigilosas; en las hondas entrañas soledosas de esta tarde fluctúo entre dos polos: El nostálgico marco del ocaso, y un sorbo arrebatado de tu vaso… Te he escogido, conmigo, los dos solos.
Los Angeles, 3 de agosto de 2005
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1322 - Sin historia
Se me acercó en audacia indagatoria… Era reencarnación de todo cuanto viví antes de ella, y no fue desencanto ver que me aniquilaba la memoria. Quedé como quien queda sin historia, desnudo, puro, en paz de camposanto, como recién nacido que sin llanto acomete su nueva trayectoria. Siendo de nuevo virgen para ella, la percibí como mitad doncella, y mitad adorable meretriz. No hubo comparaciones ni añoranzas. Olvidado de ayer, sólo esperanzas vi entre sus manos. Me sentí feliz.
Los Angeles, 4 de agosto de 2005
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1323 - Sangriento
Herida tengo el alma esta mañana, color de sangre el alba entristecida, y sangrienta mi alcoba de la herida, de crespones rojizos se engalana. Sangre que nadie ve, sangre que mana en perenne hontanar, sangre dormida en invisibles charcos, o absorbida por sábanas, paredes y persiana. Qué amanecer sangriento; ¿cómo pudo tanta sangre brotar, mientras desnudo aguardaba anhelante tu visita? Se desangraba el tiempo hora tras hora, y en los rojos matices de la aurora pude ver mi sentencia en sangre escrita.
Los Angeles, 4 de agosto de 2005
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1324 - Conexión
Has estallado en mí, remota estrella que en órbita invariable, complaciente, te juzgabas destello independiente, siendo no más que subalterna huella. Quebrando entre las fórmulas aquélla que fijó tu trayecto permanente, te has acercado a mí, te haces presente como haz de luz que invade y atropella. Qué conexión de rutas asignadas a rotaciones grises, separadas, espejos mutuos de monotonía. Este contacto casi improvisado, con su relampagueo ha iluminado nuestra galaxia tan trivial y fría.
Los Angeles, 6 de agosto de 2005
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1325 - Indágate
Indágate a ti misma; ¿por qué archivas tantas audacias en la zona oscura de lo que nunca nacerá? Fractura la arqueta de tus vanas tentativas, y déjalas volar. ¿Qué hacen cautivas? Alma que no se expresa, no madura; eres un libro, pero sin lectura, plantío que ni arriendas ni cultivas. ¿Temes la espina del dolor? ¿Acaso los laureles no se alzan del fracaso? ¿No es el riesgo el billete hacia la gloria? Cada arma racional, cada herramienta para labrar el mundo no está en venta; se encuentra en ti y te ofrece la victoria.
Los Angeles, 6 de agosto de 2005
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1326 - Pegado
Pegado estoy a tu silencio espeso, también a la tersura de tu grito, a tu palabra de hálito exquisito, y a la desenvoltura de tu beso. Pegado a ti como al papel impreso la tinta que susurra el verso escrito, como la flor labrada en el granito que casi otorga a su fragancia acceso. La distancia no es tal cuando me quieres, lo será en el momento en que no esperes, el día en que tu piel no me requiera. Ay, pero qué difícil es saberte tan dispuesta a la entrega, sin que acierte mi cuerpo a circundarte a su manera.
Los Angeles, 6 de agosto de 2005

Poemas

Eres una de tantas, con la misma necesidad de amar, el mismo miedo, idéntico reclamo, igual calvario a recorrer, análogos lamentos. Tus ojos ven el mundo de la forma que las otras lo observan, más o menos. Te ensordecen también las mismas voces, y te asfixias tal vez en el silencio que pende sobre todas cuando no hay otra réplica que el eco. Van todas por caminos semejantes, los mismos árboles, el mismo viento, saturadas las piernas de fatiga; ninguna escapa al devenir del tiempo, y sus mentes se adornan de semejantes sueños. ¿Qué te hace a ti distinta de las otras? ¿La belleza, la idea, los deseos? Tal vez, o tal vez no, pero eres mía, y cuando yo te quiero, sobresales de todas adquiriendo tu propio movimiento, cobrando nuevo impulso tu palabra, resucitando vida entre mis dedos, y los ojos se cierran y se me abren, dormido a las demás, a ti despierto. Estás sobre la mesa, rosa en el ánfora, que no trofeo, irradiando color, belleza, aroma, y sólo yo deshojaré tus pétalos, sin hacerte morir, porque has logrado un renacer eterno. ¿Qué importa que el rosal tenga otras rosas? Córtelas quien las quiera, yo no quiero.
Los Angeles, 7 de agosto de 2005
Diseño: Carmen Álvarez
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