Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Rastros

Índice

Sonetos:
Los momentos Por si acaso Nunca el amor De ella aprendí Rastro de ti Amor es movimiento Ciego sordomudo
Poemas:
Tal como soy
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Breverías

2306
Deja pasar los días; no regreses a lo que sucedió o pudo haber sido. El ayer está muerto, y los reveses deben dormir bajo edredón de olvido. Al extender los brazos, cuando beses a quien venga después, sea el rugido de la fiera en ti aún viva lo que advierta, y no la sombra de una sombra incierta.

2307
He visitado arúspices y brujas, cuyas prácticas siempre desprecié como aire, argucias, cháchara o burbujas indignas de un adarme de mi fe. Y a todos ellos les pedí un conjuro que antes de hoy conceptuara incoherencia: Que no tengas presente ni futuro que excluya nuestra mutua dependencia.

2308
No te obstines en el resentimiento, que no ha devolverte lo perdido. Quien vive en el rencor, ha guarecido huésped abjecto en el alojamiento de su mente, que no le paga renta, y sin cesar le amarga y atormenta.

2309
Ella fue la mujer que conocía la canción que mi propia alma gestara, que yo incesantemente repetía dentro de mí, tan juvenil, tan clara. Y luego, en la fatídica agonía de la memoria que me desampara, ella la entona para mí, al oído, mientras pretendo yo quedar dormido.

2310
Son blandos mis recuerdos. Los cubiertos de aristas, sangre, clavos o asperezas, permanecen dormidos, si no muertos, dentro de sus recónditas cortezas. En aquéllos me abismo o les afloro en horas solitarias, cuando crece la orfandad del espíritu, y el coro de amargas plañideras aparece.

Sonetos

2405 - Los momentos
He olvidado los años, los lugares, y ya sólo recuerdo los momentos; no todo el recital, mas los fragmentos, analógicos fueran o dispares; no todo el tren de rostros familiares, sino esas ventanillas a que atentos volvíamos la vista, tan hambrientos de belleza, de luz, de pleamares. Eternas o fugaces situaciones, instantes siempre, puros, ilusiones, aunque perecederas, permanentes. He desechado al fin cuanto interfiera con esta realidad, o esta quimera, que hace esas menudencias trascendentes.
Los Angeles, 3 de julio de 2010
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2406 - Por si acaso
Alquimista, expatriado, peregrino, en impremeditado movimiento, al impulso del ala del momento, impávido a criterio o desatino. Así es mi caminar. No determino hora o lugar, proyecto o reglamento; tengo alma desligada, como el viento, sin ruta a recorrer, y sin destino. A nadie dejo atrás, y a nadie llevo, aunque me apropio siempre de algo nuevo de cada cual, y a cada cual traspaso un tanto de mí mismo al alejarme. Es un modo informal de desterrarme sin renunciar al mundo, por si acaso.
Los Angeles, 4 de julio de 2010
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2407 - Nunca el amor
Nunca el amor se morirá de viejo; de viejo morirá el enamorado, mas no a causa de haberse desangrado, o haber desatendido tal consejo. Nos da el amor sus horas de festejo, momentos de aflicción, sol y nublado, y un día al fin desplómase el tinglado, huye su imagen, quiébrase el espejo; y en tantas piezas, con su rostro ausente, se reproduce el nuestro, deprimente, la vida fragmentada, en agonía. Mas sin morir, aunque el amor ha muerto; dejándonos, de su íntimo concierto, sólo ecos de lejana melodía.
Los Angeles, 5 de julio de 2010
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2408 - De ella aprendí
De ella aprendí el amor, y cuanto entraña de rendición, sensualidad, entrega; y el arte de obtener, que nunca ruega, pues el ruego no roza, sino araña. Y me enseñó a sentir, sin la cizaña del temor o la duda, con la ciega fe de los mártires, que no repliega pisada o provisión, y que no engaña. Me demostró la conexión que existe entre el amor y el sexo, que no insiste, porque nace de su espontaneidad. Pero no me indicó de qué manera resucitar un alma que se muera después de haber amado de verdad.
Los Angeles, 5 de julio de 2010
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2409 - Rastro de ti
Aún llevo en mí las huellas dactilares de tus dedos, resueltos viajeros, indagando barrancas y senderos en zonas desde entonces familiares. Jueguen otros a rutas estelares, quehacer mental; a ardid de caballeros en gestas imposibles; a tinteros donde traman sus coplas los juglares. Mi mundo es más auténtico y tangible, cruza de lo sensual a lo sensible, entre provocativo y soñador. Hay una zona en mí que ha preservado ese rastro de ti, ya derivado en parte mía propia, por amor.
Los Angeles, 5 de julio de 2010
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2410 - Amor es movimiento
Ah, los amores a primera vista, qué efímeros o inciertos, si atractivos. Irrumpen en ciclón, pero elusivos en tenue brisa agotan su conquista. Sé más bien como el agua, que persista tu corriente de avances progresivos, penetrantes; sé puntos suspensivos, que logren sugerir, sin que se insista. La suavidad es arma que supera la metralla del ímpetu; es hoguera nacida en lentitud, no en explosión. Más que por instantáneo nacimiento, el amor se elabora en movimiento, y a él abocamos por adaptación.
Los Angeles, 8 de julio de 2010
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2411 - Ciego sordomudo
Mi condición de ciego sordomudo acentúa la ráfaga lejana que viene de tu imagen y engalana en volutas sensuales mi desnudo. Y aunque hablarte no puedo, te saludo desde el fondo del alma, y aunque es vana mi avidez de escucharte, la mañana me trae palabras que tu voz no pudo. Y aun sin poderte contemplar, te veo dentro de mí, y en manso galanteo me adjudico tus formas complacientes. No estás, mas te percibo y eres mía. Tan real…, aunque sin anatomía. Asintiendo los dos, ambos yacentes.
Los Angeles, 8 de julio de 2010

Poemas

Tal como soy
Cuando te amé, (y te amo todavía), alcé una torre que envidiaran reyes. No la fundé en cimientos de promesas, mampostería poco consistente; ni la erigí en palabras, que se tornan arenas movedizas, o juguetes movidos a capricho, ejercicio banal de vida breve. La edifiqué sobre la firme base de lo que soy, en corazón y mente, a la luz, sin ardides, sin asenso de expertos, sin papeles. Desde ella te miraba. No sólo eso, en ella me veías. No se puede desvariar sobre un bloque de granito; es lo que es, terso, estable, sin repliegue. No sé si hubieras preferido adornos, fachadas repujadas, ajimeces, puertas claveteadas, artesonados, fuentes. Eso fuera venderte una apariencia, muy bella, sí, pero que no mantiene la personalidad del fabricante, la brasa de su espíritu, su temple. ‘Los árboles no dejan ver el bosque’, y el orden de las cosas se subvierte. Torre soy, levantada a mi medida, índice al cielo, como los cipreses.
Los Angeles, 6 de julio de 2010
Diseño: Carmen Álvarez
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