Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Brisas

Índice

Sonetos:
Toda humedades Mientras clamo por ti Voy a reir Brisa
Poemas:
Cuyo nombre es olvido Tarde te amé De luz y brisa Capítulo
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Breverías

2356
¿A dónde, mariposa, tu trayecto diriges? Titubeante, débil o medrosa, vas en zigzag, tu dirección corriges sin cesar, tan incierta como hermosa. ¿Y a dónde apunta el sentimiento mío, con tal miríada de trayectorias, sin más derivación que el extravío, tomando los reveses por victorias, y por placer o júbilo el hastío?

2357
Fluye tu nombre enfático en mis venas, escrito en letras rojas, persistente. Lleva un dulce zumbido de colmenas, y un risueño tictac irreverente que al acercarse al sexo se apresura en rítmicas, vibrantes pulsaciones. Tu nombre fortifica su estructura, su sed aviva, amplía sus opciones.

2358
Sólo puedo encontrar un argumento, una razón para ignorar la muerte. En parte está dentro de mí; lo siento como otra alma en la mía, aunque más fuerte; y en parte al fin del mundo, como un viento que, al visitarme, dice conocerte. Una visión a la otra entretejida, le darían más lógica a esta vida.

2359
La primera sonrisa nos desvela ese mundo de ensueño que anhelamos; con la última sonrisa el alma vuela llevándose este mundo que dejamos. Este mundo, quebrándose en la entraña de quien llora por dentro, y que lo envía por esta laberíntica maraña de la muerte, sirviéndonos de guía. Ah, la sonrisa que regala un mundo renovado y feliz al moribundo.

2360
En las campanas del convento un día grabé su nombre, y cuando van al vuelo, tal vez un monje escucha ‘Ave María’ en la voz de los ángeles del cielo. Mas sólo yo comprendo su sentido, y mi amada quizá, pues cuando pasa, mira hacia atrás, como si hubiera oído a alguien que le llamó, como de casa.

Sonetos

2468 - Toda humedades
Toda humedades, me sorbía a besos las lagunas del alma, viejos trazos de pasado aún no muerto, que a zarpazos ansiaba erradicar. Cuantos sucesos genera el tiempo, van quedando impresos al fondo del espíritu, retazos de un mapa emocional que hará pedazos sólo un amor que cale hasta los huesos. Ella arrancó en el tren de la lujuria, trepidante en su afán; luego la furia fue madurando en sensibilidad, mas sin perder la original fiereza, de afecto a desenfreno a gentileza…, y parecía amarme de verdad.
Los Angeles, 4 de octubre de 2010
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2469 - Mientras clamo por ti
“Pero mi amado se había ido, había ya pasado; y tras su hablar salió mi alma.  Lo busqué, y no lo hallé; lo llamé, y no me respondió.”(Cantar de los Cantares, 5, 7)
Llevo el miedo grabado en cada mano, que por eso me tiembla. Es un tatuaje que no logro borrar, glacial mensaje sólo a mí dirigido. Deshilvano la conexión de mi entramado humano, ahondando en mi más íntimo equipaje, mas sin hallar razones, ni blindaje contra el espectro de temor tan vano. Desconozco su origen, quién lo activa, por qué motivos, pero su agresiva insistencia sacude mis pilares. Me habla de deserción, de noche oscura, mientras clamo por ti en mi desventura, oh, amada del Cantar de los Cantares.
Los Angeles, 6 de octubre de 2010
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2470 - Voy a reir
Voy a reir. Mi risa es marinera, de blanca espuma y borbollón salino; lleva el sonoro timbre cristalino del manantial, la voz de la palmera. Sensual vivacidad se me aglomera como gavilla de oro; soy molino pulverizando el grano, y lo destino a mi propia tahona verbenera. Su pan recién cocido es pan de gozo, crujiente al dividirse trozo a trozo, para ser compartido entre la gente. Y quien se nutra de él irá escuchando mi risa, que se va multiplicando, nuevo milagro en cada cual latente.
Los Angeles, 6 de octubre de 2010
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2471 - Brisa
Hazlo, brisa, por mí. Lléguese el vuelo de tus alas de seda a su cintura y estreche el círculo con la envoltura de tu abrazo sutil de terciopelo. Desordena el tocado de su pelo, recogido y formal, norma y mesura; tremole desligado de cordura, bandera izada hacia el azul del cielo. Tu mano tibia, inmaterial, se adentre bajo su falda, y acaricie el vientre, temblando entre sus muslos de ansiedad. Tu voz de miel susurre en sus oídos la oración de mi nombre, y sus sentidos clamen por mí a nivel de tempestad.
Los Angeles, 7 de octubre de 2010

Poemas

Cuyo nombre es olvido
“Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate” “Oh, vosotros que entrais, abandonad toda esperanza”. (Dante: Divina Comedia, Infierno)
Frente a la puerta del Edén persiste, como dragón de fuego, amenazante, y espada de oro al puño, en su misión de centinela, el ángel. Sin prevaricación fui desterrado del vergel que fue mío, y hoy, errante, llevo la marca de Caín trazada sobre la frente, y a mi lado, nadie. No puedo regresar, se han abolido mis derechos de ayer, y tal dictamen comporta extrañamiento permanente. Edén perdido no es recuperable. Ni la serpiente me embaucó, ni el fruto del árbol de la ciencia, aunque a mi alcance, entrañó tentación. Mantuve firme mi actitud integral de fiel amante. Mas no fue suficiente. Y un día de esos de caricia de aire, de transparencia azul, de golondrinas, a la sombra serena de los sauces, cuando nada es hostil en el ambiente, me dijo adiós. Era su tono afable, como si un pétalo cayera en tierra. Eran las siete y media de la tarde, hora en que salen los enamorados a empedrar de propósitos las calles. ‘Vosotros que salís de este recinto, perded toda esperanza’. Se comparte la magia de una etapa de dos vidas, se alumbra un fuego, se navegan mares, se cabalga en el lomo de una nube, el sí es global, el no inimaginable. Y de repente somos vagabundos sin tierra propia, y el sublime enclave que llamáramos nuestro, defendido por la espada fatídica de un ángel cuyo nombre es olvido, mas no el nuestro, pues miramos atrás a cada instante.
Los Angeles, 2 de octubre de 2010
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Tarde te amé
A toque de campana o de tambores, y, con frecuencia, demasiado pronto, llega el amor, promesa y avalancha, lluvia de luz, albor caleidoscópico, antes de amanecer la primavera, con aspecto de lúbrico, de loco. En susurro de brisa entre los pinos, gentil y cauteloso, en alas de violines, vuelo sutil de mirlos incorpóreos, y, con frecuencia, demasiado tarde, llega el amor, pasado ya el otoño. Entre ambos tiempos rondan presunciones, fogatas en disfraz, espejos rotos, vaivenes de color, acoplamientos, y un fondo, si no amargo, melancólico. Ciego, tal vez, a la belleza auténtica que nace por los ojos y viste de primor la fantasía con elementos que hay sólo en nosotros, no vi sino sus huellas, su pálido reflejo, los adornos de la tramoya teatral impuesta no sé si por los años o el entorno. Y fueron mis amores de perfiles, de siluetas, de músculos, de esbozos. Todo muy bello, sí, pero incompleto, signos de luz, color, bajo los olmos, disipados al borde del ocaso, rumores de lejanos alborozos. Sólo en mis años blandos me enseñé a ver con el vislumbre hipnótico que proyecta mis sueños sobre el objeto amado: Desde el fondo. Porque sin el atuendo que otorgamos, sin esas pinceladas sobre el rostro, sin cuantas correcciones que ejercemos desde nuestros conceptos más recónditos, ¿qué es la belleza? Una columna de humo, una nube ligera, un cacofónico mestizaje de voces y rumores. Es uno mismo quien coordina el todo. Tarde te amé. No supe respirarte, en aromas efímeros absorto. Hoy te respiro, escucho, alcanzo y hablo, revestida de mí, de mi alborozo, yo, Pigmalión que puedo recrearte de la materia prima que incorporo a tu forma exterior, a tus entrañas, a tu interioridad, de mi trasfondo. ¿Tarde te amé? ¿Y en qué preciso instante se debe amar? Preguntaré a mis ojos. Preguntaré a mi lengua que te llama, y te lame al llegar, y a los fiordos de tu cuerpo, en que atraco mis deseos, y a la íntima cadena de mis gozos. Se ama cuando se puede, no ya cuando se sabe. Y eso es todo.
Los Angeles, 3 de octubre de 2010
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De luz y brisa
Era mitad de luz, mitad de brisa, pero tenía dueño. Soñé hacerme ladrón, y en este sueño yo era álamo oscilante que improvisa abrazo de temblores, y en su verde lenguaje de rumores formula insinuación o sugerencia que cualquier corazón entendería. Y era a la vez discreta celosía filtrando hacia mi muda somnolencia su luminosidad. Me apoderaba discretamente de ambas propiedades, sentimental salteador que acaba tomando posesión de la persona y a punto de colmar sus ansiedades… aunque es ella quizá quien me aprisiona. ¿No se llegó a mis ramas en disfraz de caricia y de suspiro? Y aunque era claridad, ¿no dejó en llamas mi alma, mi piel y el aire que respiro? Salí del sueño. Un vientecillo leve danzaba en torno mío, balbuciendo propuestas innombrables. Me conmueve. Y, acariciante, el sol, me va ofreciendo su tibia lengua en este abril florido, y su diafanidad tan envolvente. Como si ella, a mi lado y aquiescente, mencionara la ausencia del marido.
Los Angeles, 4 de octubre de 2010
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Capítulo
Hoy camino hacia atrás, sobre tus años, sobre aquellos que fueron también míos, y mi pisada es de caricia leve, para no perturbarlos si, dormidos, se acunaran tal vez en tu regazo, a tu calor, como tus propios hijos. Nunca los repudié. ¿Cómo podría? Ambos los engendramos en furtivos, extáticos encuentros, avalanchas en términos recíprocos, mansedumbres de arrullo, coloquios sin sonido. Tantas veces rastrean mi memoria como cachorros que recién nacidos rebuscan los pezones de la madre, y tantas veces con nostalgia exprimo sus lejanas imágenes, midiendo la regularidad de sus latidos. Y otras tantas soy yo quien retrocede sobre mis pasos, esperando un signo de que aún viven en ti, que no murieron de orfandad, o de amnesia, o absentismo. Recorro dulcemente las páginas del libro que detalla tu vida, inspeccionando nuestro común capítulo, al que diste mi nombre, que ambos a piel y espíritu escribimos. Mas ignoro si vuelves a esas páginas, o son no más que sequedad de archivo. Yo releo cada una. Tienen sangre, tienen sonrisas, llanto, regocijo, como la vida misma que entre los dos vivimos.
Los Angeles, 5 de octubre de 2010
Diseño: Carmen Álvarez
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