Breverías
     
      
      
      
      
      211
      El beso suave y la caricia leve
al borde de mi sueño recibidos,
han quedado a mi piel tan adheridos
que si otra mano a acariciar se atreve,
no será percibida en mis sentidos.
      
      
      
      
      
      212
      Esa joven mujer adormecida 
tan largo tiempo en tu castillo interno,
que olvidó los impulsos de la vida,
ha de verse de nuevo renacida:
Su primavera seguirá a su invierno.
      
      
      
      
      
      213
      Cierro los ojos y a mi lado llegas,
quebrando la distancia.
Y cuando te me entregas
nuestras memorias permanecen ciegas, 
y lo demás carece de importancia.
      
      
      
      
      
      214
      Deslízate en la sombra de mi lecho,
y abraza mi dormir sin despertarme;
sabré que estás que allí, sobre mi pecho, 
y esperaré que empieces a besarme.
      
      
      
      
      
      215
      Convoca la trompeta a los amores
al valle verdiazul de la esperanza, 
para contrapesar en la balanza
el arsenal de entrega y de valores
que dan la floración a una alianza.
Y entre todos, sagrados y profanos,
de furia intensa, o tenues ilusiones,
uno surgió en altura y dimensiones: 
el amor recibido de tus manos,
sin ataduras y sin condiciones.
      
      
      
      
      
      216
      Cuando el instinto me desate el hambre, 
no abrazaré en los lirios la pureza;
si me han de rodear como un enjambre, 
dejaré que me invada con firmeza
la rigidez vibrátil del estambre.
      
      
      
      
      
      217
      Abriré mis más íntimos recintos 
para que tu pasión me los posea; 
dejaré en libertad a tus instintos, 
y seré como tú quieras que sea. 
 
      
      
      
      
      
      218
      No atavíes tu voz con el adorno 
de palabras prestadas; 
derrámalas en saltos virginales, 
sinceras y espontáneas. 
La melodía es bella, pero es eso, 
un canto en la alborada. 
Lo importante es la esencia del mensaje, 
que se entierra en el alma. 
Susúrrame al oído que me quieres, 
pero usa tus palabras. 
      
      
      
      
    Sonetos
     
      
      
      
      
      93 - Acéptame
      Invasora de ideas y emociones,
absórbeme las noches y los días,
duerme el temblor de mis mañanas frías,
y despójame el alma de razones.
No lograré escapar de mis prisiones,
pero han de ser por tí menos sombrías
al roce de tus manos en las mías
y al eco de tus íntimas canciones.
Ayúdame a remar contra corriente,
que me está dominando la costumbre,
y puedo naufragar en un instante.
No me dejes perderme indiferente
como uno más entre la muchedumbre:
Sé mi amiga, mujer, y sé mi amante.
      Los Angeles, 26 de mayo de 1998
      
      
      
      
     
       
      
     
      
      
      
      
      94 - Bodas de plata
      Cuántos años, amor, se te durmieron
en las páginas grises del contrato,
con la mente clavada en lo inmediato
de paisajes que desaparecieron.
En comunión dos seres se ofrecieron
sin ver sus pies en diferente estrato;
dió el tiempo sus campanas a rebato, 
y en mutua soledad amanecieron.
Y al mirarse al espejo una mañana,
"¿Quién soy?", se dijo, sin reconocerse;
"¿Y quién es éste, que a mi lado duerme?"
Dos extraños, en vida cotidiana,
que hoy solamente pueden ofrecerse
alma vacía y voluntad inerme.
      Los Angeles, 26 de mayo de 1998
      
      
      
      
     
       
      
     
      
      
      
      
      95 - Ven a mi sueño
      No me arranques el sueño que me diste
desde el fondo lejano de la ausencia;
porque, de tí privada en permanencia,
la vida de vacío se reviste.
Deslízate en mi oscura noche triste
derramándote  en mí en gentil violencia,
apuñalando olvido, indiferencia,
y cuanto entre nosotros se resiste.
Ven a mi sueño. Yo estaré despierto,
que no quiero perderte, si dormido,
y te sueño mejor en mi velar.
Bajo tu cuerpo yo estaré cubierto,
me hallaré en tus entrañas sumergido,
y no querré dormir ni despertar.
      Los Angeles, 27 de mayo de 1998
      
      
      
      
     
       
      
     
      
      
      
      
      96 - Mi dulce invierno
      Cae sobre mí en los copos de la nieve
con blancos besos de temblor ligero;
satúrame de tí, vivo aguacero
de  mano innumerable que en mí llueve.
Arrópame en tus vientos, y remueve
la fronda del amor perecedero;
y hazme en la oscuridad tu prisionero,
cárcel de noche larga y día breve.
Deja libre correr tus elementos
en suave flujo o rápida avalancha,
en manso arroyo, o en feroz torrente.
Irrumpe en mis sentidos turbulentos,
y sotérrame el alma, que se ensancha
para albergar un solo residente.
      Los Angeles, 11 de junio de 1998
      
      
      
      
     
       
      
     
      
      
      
      
      97 - Nube sobre el mar
      Si eres la nube resbalando lenta
sobre mi superficie azul verdosa,
lluéveme oscuramente silenciosa,
caricia triste en alma que lamenta.
Marea ya indecisa, ya violenta,
en búsqueda insistente y ambiciosa
de la playa febril, voluptuosa, 
donde el furor de mi ímpetu revienta.
Ancla tu libertad en mi ribera,
inúndame con tu repiqueteo, 
y flota y baila en mis ondulaciones.
Lluéveme sin cesar la noche entera,
sobre mí te contemplo y te deseo,
y por tí he de tener mis convulsiones.
      Los Angeles, 18 de junio de 1998
      
      
      
      
    Poemas
      
       
       
       
       
       La carta
       Daga mortal me llega por correo, 
envainada en el sobre,
clavándose en mis ojos mientras leo
tu mensaje, que cuanto más lo veo,
más impide que el alma se recobre.
Y no puedo apartarle la mirada;
persisto en su lectura,
sin entender por qué tu llamarada
se ha transformado en una lluvia helada
dejándome empapado de amargura.
Del rosal que contigo cultivara
te has llevado las rosas
esta mañana clara;
ya sólo tengo espinas que en mi cara
rasgan sangrientas huellas dolorosas.
Sé que no volverás, y yo algún día
sabré recuperarme, 
silenciando tu vieja melodía, 
y he de colmar el alma, ahora vacía, 
cuando vuelva de nuevo a enamorarme.
Porque otra ha de llegar con una oferta
que arrojará la tuya en el olvido,
y resucitará la ilusión muerta;
tomará posesión del alma abierta, 
y he de ser suyo más que tuyo he sido.
       Los Angeles, 1 de junio de 1998
       
       
       
       
      
        
       
      
       
       
       
       
       Te llevaré
       El círculo vacío de mis brazos
se extiende hacia tus formas imprecisas,
mas ni sienten la piel cuando te tocan, 
ni los ojos te ven cuando te miran.
Sé que estás a mi lado, y no te encuentro,
te escucho, sin poder oir tus risas, 
y estremecida se me duerme el alma
sin percibirte cuando me acaricias.
Qué plenitud de anhelos implacables
en tu respiración se arremolina,
salvaje y a la vez plácido impulso,
diafanidades y a la vez enigmas.
Voy en tu busca con tenaz intento,
Pasaré junto a tí como la brisa,
arrancando la rosa que en tí crece,
y haciendo libre a la que fue cautiva.
Y conmigo vendrás, y en mi camino,
sin multitudes, ni temor, ni prisas,
andarás sin llegar a ningún sitio,
porque en mí encontrarás tu meta misma.
Te llevaré conmigo al fin del mundo,
donde están las estrellas sumergidas, 
y las verás surgir de entre las aguas,
trepando el horizonte cuesta arriba.
Pero estarás en mí, sin ir más lejos; 
en mí toda tu vida se perfila; 
en mí hallarás la forma imponderable
de empezar y acabar tu fantasía.
Y al dormir en mi abrazo rebosante,
reposando en mi pecho la mejilla,
comprenderemos que el futuro es nuestro,
que nuestras vidas aún no están escritas.
       Los Angeles, 8 de junio de 1998
       
       
       
       
      
        
       
      
       
       
       
       
       Carta inacabada
       Al pie del almendro en flor 
hay una sonrisa, madre, 
la sonrisa de mi amor. 
Una sonrisa morena 
de pensamientos lejanos 
deslizándose en las manos 
con mezcla de gozo y pena, 
que la palabra encadena 
en reja azul de escritura; 
y con la mirada oscura 
clavada sobre el papel, 
habla en silencio con él 
de pasión y de ternura. 
Al pie del almendro en flor 
hay una sonrisa, madre, 
la sonrisa de mi amor. 
Sobre la hierba sentada 
y el cuaderno en las rodillas, 
siembran los dedos semillas 
de voz íntima y callada. 
Qué cosecha anticipada 
sobre los surcos escritos; 
Qué afán de decir a gritos 
cuanto se le agita dentro; 
qué esperanza en un encuentro 
de horizontes infinitos. 
Al pie del almendro en flor 
hay una sonrisa, madre, 
la sonrisa de mi amor. 
Y en dulce melancolía 
se sumerge en un instante 
mientras su mirada errante 
se pierde en la lejanía. 
Vuela con la fantasía 
sobre la tierra y el mar 
con la idea de llegar 
en búsqueda del amado, 
para, una vez encontrado, 
amar y dejarse amar. 
Al pie del almendro en flor 
hay una sonrisa, madre, 
la sonrisa de mi amor.
       Los Angeles, 9 de junio de 1998
       
       
       
       
      
        
       
      
       
       
       
       
       Mi amuleto
       Apenas te comprendo, porque vienes 
como un enigma envuelto en un misterio; 
¿A qué se debe ese temor que tienes? 
¿Por qué tu rostro permanece serio? 
Déjame penetrar el fondo oscuro 
donde está tu sonrisa sepultada, 
derribando a mi paso el viejo muro 
que tu vida dejó incomunicada. 
Cataratas de luz y de sonidos 
se van a derramar en tu semblante, 
con palabras de amor en los oídos, 
y en la mirada brillo rutilante. 
Y entonces podré verte en transparencia, 
sin sombra, ni tristeza,  ni secreto; 
llevándote en constante pertenencia 
colgada de mi cuello, mi amuleto. 
       Los Angeles, 11 de junio de 1998
       
       
       
       
      
        
       
      
       
       
       
       
       Triste noticia
       Florecerá en el tallo de la rosa, 
mas sin pétalos, sólo con espinas, 
en una primavera nebulosa 
que cubrirá de llanto las colinas. 
Y no podrá vestirse de colores, 
flotar sonrisas ni emanar aroma, 
sólo rasgar la carne con dolores 
y enrojecer la mano que la toma. 
Nacida de la pena y la amargura, 
de la injusticia indiscriminatoria, 
esqueleto de flor de desventura 
en batalla sin triunfos y sin gloria. 
Y la certeza de la incertidumbre 
vendrá en lluvia de lágrimas amargas, 
de día ocultas a la muchedumbre, 
y abiertas en las frías noches largas. 
A un rincón del recuerdo relegada, 
quizá dormida, pero nunca muerta, 
con posibilidad de dentellada 
si al rumor de unos pasos se despierta. 
Dolor, nunca llamado y tan presente, 
¿qué te propones, y por qué me hostigas? 
Mi intrepidez no ha sido suficiente 
para sobreponerme a tus intrigas. 
He querido ignorarte, y no he podido; 
Quise luchar, pero no he sido fuerte; 
traté de huir, pero me fue impedido; 
busqué la vida, y me llamó la muerte. 
Pero yo encontraré nueva energía 
que me reanime y firme me mantenga, 
y viviré la vida día a día, 
enfrentándome a todo cuanto venga. 
Ni aceptaré derrotas prematuras, 
ni adoptaré posturas pesimistas, 
he de olvidar mis propias desventuras, 
y no he de someterme a tus conquistas. 
Y al llegar la ocasión definitiva 
de abandonar la ruta en que camino, 
no lo haré como el barco a la deriva, 
sino como el que llega a su destino. 
       Los Angeles, 13 de junio de 1998
       
       
       
       
      
        
       
      
       
       
       
       
       Ven
       De la luz y el color de tu mirada, 
aún sin verte, mis ojos están llenos; 
y entre mis manos tiembla alborozada 
la caricia lejana, derramada 
en las rosas abiertas de tus senos. 
Suéñame hoy como ayer, en la distancia; 
ven a mis sueños cada noche oscura, 
olvidando la rígida armadura 
que puede estrangular tu exhuberancia, 
y yace junto a mí, dulce y segura. 
Abandonada en mí, yo sabré darte 
firme pie en el temor en que resbalas, 
y he de elevarte, al desplegar mis alas 
a un mundo nuevo en que vivir aparte 
de tu peregrinaje en cien escalas. 
Uno será el viaje, al lado mío, 
sin parada final ni intermitente; 
marcha perenne y ritmo consistente, 
sin meta establecida ni desvío, 
como amor imposible y permanente. 
Sal de tu sombra, entierra la costumbre 
en tumba desmarcada y escondida 
para iniciar mejor y nueva vida 
cerrada al flujo de la incertidumbre, 
que revive el dolor de cada herida. 
Y en mí estarás, en caminar constante, 
viviendo sin la espina de la duda, 
en sonora canción, o pasión muda, 
amiga, amada, enamorada, amante, 
a mi lado felizmente desnuda. 
       Los Angeles, 18 de junio de 1998
       
       
       
       
      
        
       
      
       
       
       
       
       Sólo tú
       ¿Por qué me juzgas por tener espalda, 
si te miro de frente? 
Todos acarreamos un pasado 
proyectándose en parte en el presente. 
Pero avanzo hacia tí con firme paso 
rasgando el aire denso que te oprime, 
saltando la muralla que te esconde, 
y ofreciendo el amor que te redime. 
No es un plan de conquista 
programado hacia el débil por el fuerte, 
ni un ensayo de intentos inseguros, 
sino afán espontáneo de quererte. 
Tengo en el hoy anclada la memoria, 
y hacia el mañana el corazón se inclina; 
no eres de ayer, mujer, pero al tenerme 
sólo tu imagen llena mi retina. 
Estoy tratando de elevar un muro 
para aislar lo que fue de lo de ahora, 
y de excavar un foso que sepulte 
la duda que la calma te devora. 
No hay ya quizá, ni puede ser, ni creo, 
ni sobre mí pesada interrogante, 
sólo apareces tú, forjada en bronce, 
firme campana de tañer vibrante. 
       Los Angeles, 22 de junio de 1998